TRECE
Sam miró el arma, directo a sus brillantes ojos plateados. El tiempo pareció detenerse para ella. El monstruo en forma humana no dejó de mirarla. Sam se dio cuenta de que las diosas seguían ahí. Se dio la vuelta para mirarlas. “¿Qué están haciendo aquí todavía? Váyanse,” les dijo apresurada. Las despertó del trance en el que estaban. “Claro,” respondió atenea y ambas desaparecieron.
Rozol se encogió de hombros. “No importa. Una vez que encontremos nuestros cuerpos vamos matarlos a todos, no pueden huir a ningún lado donde no podamos encontrarlas,” dijo con una sonrisa, mostrando sus puntiagudos y plateados dientes. “Tal vez, pero no estarás aquí para disfrutarlo,” respondió Sam y corrió hacia la bestia para golpearla en la cara, haciendo que cayera por un lado del techo. “Vaya, eso
