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1880 Words
Debido a que Sandra no asistió a clases y nadie más me habla me dediqué a sentarme en una parte alejada del jardín del colegio para leer tranquila. Lo que más me fascina en el mundo es el poder de la mente humana, es increíble como nuestras acciones, manera de afrontar los problemas o actuar tienen el origen en nuestra infancia. Yo no soy de la idea que un asesino, ladrón o secuestrador nace malo, más bien soy de la idea que se forma con su familia, sus traumas, sus vivencias. El ejemplo es mi hermano Sebastián tengo entendido que nuestro padre fue asesinado en frente de él y después de ese día él no volvió a ser el mismo. Tuvimos los mismos padres, pero yo no viví eso porque no recuerdo y debido a eso nuestras personalidades son diferentes. Tampoco intento justificarlo porque existen personas que han sufrido mucho más que él y no se convierten en asesinos, pero creo que cada persona es un mundo. La psicología de las personas es algo que me fascina analizar. Me encantaría conocer las motivaciones de kian para ser quién es. Él es un completo enigma para mí. —Debí suponer que el bicho feo está más solo que un perro. Cuando levanté la vista me di cuenta de que Kian está acá. No comprendo como entro a mi colegio cuando es evidente que no es estudiante, él es mucho mayor que yo. ¿Acaso buscará a Lorena? —¿Qué haces acá? ¿Qué quieres?—Le pregunté mientras me levante. — Me debes un favor te recuerdo — Me mentiste, me hiciste creer que lastimarías a Mateo. — Ese no es tu asunto, perdiste el paquete. — Te p**o el dinero y déjame en paz —Tú no me ordenas, bicho horrible. —Bien Homo sapiens sin cerebro ¿Qué quieres? —Qué me des información y los detalles de la reunión de esta noche de Sebastián. Negué con la cabeza y estaba a punto de marcharme, pero él me acorralo contra la pared y llevo sus manos a mi cuello, puedo ver la furia en su mirada. — ¡Tú haces lo que yo ordeno, escuincla! — si vas a golpearme o matarme hazlo, pero no te diré nada. Si tú me matas me dolerá menos que si Sebastián lo hace. Mi hermano es mucho más sádico que él, mi hermano disfruta lastimando a quienes lo traicionan, en cambio, kian nunca lástima a inocentes y solo asesina cuando debe hacerlo. Aunque claro eso no lo justifica, los dos son delincuentes. —No me des ideas Sol. —Él rosa su palma en mi mejilla y acaricia suavemente. Prefiero golpes de kian antes que caricias, pero él no me golpeara. —Que sea rápido —Lo reto —Debes entender que yo ordeno y tú obedeces. Negué con la cabeza—No te diré nada —Estás temblando Sol—Él une su nariz a la mía y lleva su mano a mi clavícula Siento como mi respiración sube y baja, mi corazón está tan acelerado que podría darme un infarto y mis piernas no responden. Él desliza su mano desde mi clavícula hacia la camisa de mi informe y la desgarra en un solo movimiento exponiendo mi brasier. — ¿Qué haces? ¿Estás mal de la cabeza? Te recuerdo quien es mi hermano. Si alguien me ve con el uniforme roto es capaz de reportarme y eso llegaría a oídos de mi mamá y mi hermano. — No me puede importar menos, si no haces lo que yo digo haré tu vida un infierno — ya lo es, suéltame. Te juro que soy capaz de gritar. —Esa es la idea, te juro que gritaras mucho. Él sube sus labios a mi cuello, deposita besos y mordidas allí marcando mi piel como si fuera suya. Baja sus manos a mis piernas y me apoya contra la pared. Debí llevar mis manos a su cabello para sostenerme y mis piernas rodearon su cadera. —Si no me dices lo que quiero escuchar soy capaz de todo —Me advierte rozando su nariz con la mía mientras sus manos se adentran en mis bragas ya húmedas. Cerré los ojos y me preparé mentalmente para el beso, pero él alejó sus manos de mi cuerpo y me dejo caer al suelo. — Estás loco— Me quejo mientras me levanto del suelo. — Lo intento, pero no puedo besarte ni tocarte ni siquiera para sacarte información, eres horrible — Él no deja de reír — Eres una niña que no es capaz de provocar a ningún hombre y yo no soy la excepción. Sentí que las lágrimas están a punto de resbalar sobre mis mejillas pero las contuve. — Además de todo llorona definitivamente nunca serás una mujer de verdad, solamente provocas pena. No me controle y estreche mi puño en su rostro, pero aun asi él no deja de reír. — Eso fue un golpe. — Muérete kian — Es todo lo que digo antes de alejarme Por suerte siempre guardo una muda de ropa en mi casillero por si Andrés se adelanta. Me cambie de ropa en el baño y luego me marché del colegio, estoy hecha un mar de lágrimas y no quiero que nadie me vea así, no me importa tener media falta. Lo odio porque me hace creer que le gustó y luego me baja a la realidad de un golpe. Sé que para él solo soy una niña tonta la cual nunca podría gustarle y mucho menos provocarlo, pero no tiene por qué ser tan cruel conmigo. Él disfruta haciéndome sufrir, esa es la única explicación que encuentro hacía su actitud conmigo. Tome el camino más largo hacia mi casa porque deseo desahogarme antes de llegar. Me odio a mí misma porque permito que ese imbécil me toque y que me bese. No solo lo permito, también lo deseo, soy una completa estúpida y una masoquista. Siento mi autoestima por los suelos después de sus palabras tan hirientes. ¿Acaso no tengo suficiente con los maltratos de Sebastián? ¿Qué me pasa?. Con Sebastián no tengo opción es mi hermano, pero con ese imbécil sí. Me alejaré de él, no quiero volver a verlo. Me limpié las lágrimas con las manos por un segundo mis ojos se nublaron, entonces no pude controlar mi cuerpo ni evitar tropezar. No fue un pequeño golpe porque cuando tropecé estaba bajando un escalón y creo que mi tobillo se lastimó. Trague mi grito de dolor y frote mi tobillo el cual se ve hinchado, intente reincorporarme, pero el dolor es insoportable. — ¿Estás bien? — Levante la vista y me di cuenta de que un muchacho se está acercando a mí. Es rubio, alto, tez blanca, ojos color verde y una pequeña barba en forma de candado adorna su rostro. Debido a su vestimenta creo que está realizando algún deporte. — sí — Solamente me lastimé el tobillo — ¿Me permites ver?— Él se agachó a mi altura y llevo su mano a mi tobillo, no pude evitar quejarme. — Lo siento y ¿en donde vives? — A veinte minutos, creo que tendré que ir en el autobús. — Solamente te lastimarás más si subes al autobús. Él lleva su brazo a mi hombro rodeándolo y el otro a mis piernas cargándome como si fuera un bebé. — Vivo enfrente déjame ayudarte, necesitas hielo — ¿Quieres que vaya a tu casa? Pero no te conozco — Confía en mí, mi abuela está en la casa, solamente quiero curarte. — Está bien. La casa del muchacho es modesta, pero bastante limpia y ordenada, la decoración tiene un aire familiar que me gusta mucho. Como él lo prometió su abuela está en la casa. Ella fue en busca de unos analgésicos mientras él coloca hielo en mi herida. El muchacho sabe lo que hace porque es deportista y estudiante de medicina, me comento que su nombre es Leonel y el de su abuela Aída. — ¡Ay!— Me queje cuando él me hizo un torniquete. — Perdón — Está bien, gracias — ¿Cuál es tu nombre? — Sol — Bello nombre, ya está listo. — Acá están las medicinas — Me dice la señora — Gracias, señora Fuimos interrumpidos cuando comenzó a vibrar mi celular, al observar la pantalla me di cuenta de que se trata de mi hermano y si no le respondo será peor. — Hola — ¡Donde mierda estás mocosa! — Me caí y me lastimé el tobillo Sebas, pero enseguida voy a la casa. — ¡Más te vale escuincla! Aunque sea a rastras regresas. —Sí—Corte la llamada y al observar sus rostros confirme que escucharon los gritos de Sebastián. —¡Que pena! —No te preocupes—Él me entrega la crema —Úsala dos o tres veces por día— me entrega los medicamentos — El blanco es para el dolor, cada ocho horas y el azul para la inflamación cada seis horas. De todas formas te anotaré todo y debes hacerte unas placas. Asiento a todo lo que me va diciendo —Gracias doctor —Dime Leo todavía no soy doctor a penas voy en segundo de la carrera —Serás un excelente médico —¿Vas al colegio? — Si me faltan dos años —Me tengo que ir —Yo te llevo y no está en discusión. Reí y asentí —Muchas gracias a los dos. —Un gusto conocerte, descansa, Sol.—Ella deja un beso en mi mejilla —Muchas gracias, señora Luego de diez minutos llegamos a la puerta de mi casa, solo espero que Sebastián no esté aquí porque se armara un gran problema. Él me entrega un papelito con su número— Llámame si sientes algún dolor —Muchas gracias por todo Leo—Deje un beso en su mejilla. Él me ayudo a bajar del carro y dejo un beso en mi mejilla. —¡Quien es este!—Escuchamos los gritos de Sebastián quién se acerca a nosotros. Prácticamente, salte para cubrir a Leo—Él me ayudo con el tobillo —Mucho gusto soy... —Ya la ayudaste puedes irte. Él jaló mi brazo con fuerza y no pude evitar quejarme. —Con cuidado está herida. —Yo hago con ella lo que quiero ahora lárgate. Le pedí perdón con la mirada y él finalmente se subió al carro y se alejó, agradezco que mi hermano no le hizo nada malo a ese muchacho tan amable. Siento que el dolor me invade cuando él me arrastra del brazo hacia la casa. Cuando entramos él me empujó hacia el sofá y me asesino con la mirada. — ¡De donde conoces a ese imbécil, mocosa! —Ya te dije, me caí y me ayudo, eso es todo. —¡Crees que soy estúpido! ¡Ese imbécil solo quiere cogerte como todos!. —Me siento mal —Si descubro que me mientes te rompo la cara mocosa. — sí —Asiento con la cabeza ¿Por qué no puedo tener amigos como una mujer normal? Ahora Leonel debe estar pensando lo peor de mí.
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