Conectados

1246 Words
Desperté como si hubiese dormido durante años, renovado y fresco, el aire tenía un nuevo sabor y los colores eran más vívidos, el cuerpo se sentía ligero como pluma; no había nadie en casa, por la mañana todos solemos desaparecer hacía nuestras obligaciones, todavía tenía dos días para descansar debidamente, preparé el desayuno sin mucho lujo, solamente algo para tomar y un poco de pan, suelo dejar casi todo para mis hermanos, una fruta y a salir a comprender un poco más este mundo que tanto da que hablar. Aún estando fuera de mi casa, no dejaba de pensar en este gran día, donde vería a la chica del café, sin saber nada más que el color de sus ojos; me encontraba nervioso ¿Qué le iba a decir? ¿Basta con que sea sólo yo mismo? Todo era demasiado para mí, así que solo me puse a repasar material para el trabajo y a contemplar el cielo despejado, queria estar en la misma sintonía, pero me temblaban las palabras. Se acercaba la hora señalada, la luna se asomaba por mi hombro, sentía que las manos me sudaban (solo era mi imaginación) y dudaba de si presentarme o no, ya hacia tiempo no conocía a alguien, estaba muy hundido en mi carrera como para dejarlo todo. Tanto pensar y pensar hace mal, me dí cuenta de eso cuando ella apareció, espléndida, radiante, auténtica, no existía una mirada tan perforante como esa, me extinguía en cada segundo. Todo a mi alrededor se movía en cámara lenta, mi pulso era tan acelerado que así lo sentía, una vez en frente mío, toda preocupación se desvaneció. -Hola ¿Estás hace mucho esperando?- Seguía perdido en el momento, pero reaccioné con total naturalidad. -Hola! No, recién llego ¿Todo bien? Nunca te pregunté tu nombre ahora que lo pienso. -Yo tampoco! Me llamo Daiana, pero decime Dai, me gusta más ¿Y vos?- En ese momento me eclipse... ¿Cómo me gusta llamarme? ¿Abrevio o no? No importa, ya estaba en el juego. -Me llamo Pablo, tengo varios apodos, así que decime como gustes.- Ya me sentía condenado, pero ella largó una risa pequeña y linda, eso calmó mucho el ambiente. -Bueno, te voy a decir Pabli jaja y... ¿De donde sos?- preguntó ella.- -Soy de acá a unas cuadras, bueno, vivo hace mucho por la zona, pero me crié en otro lado ¿Y vos?- -Yo soy de acá, capital, aunque ahora nos estamos mudando a otra parte, te quería preguntar algo.- Algo en mí se quedó tieso, con la mirada en duda ¿Qué me podría preguntar? Digo, toda la secuencia previa a esta cita fue rara, espero no llegue a pensar que yo también lo soy. -Sí, decime tranquila.- -Ya van a ser las 6 casi ¿Preferís tomar un café o vamos por unas cervezas?- Mi corazón se detuvo un segundo y resurgió de sus cenizas nuevamente, pero más fuerte, con un grito ahogado desde lo más profundo de mi alma dije "¡Es perfecta!". -Bueno, podemos tomar un café y después unas cervezas si te parece bien.- A este punto estaba destilado en mi propio ser, me sentía muy (quizás demasiado) cómodo. -Perfecto! ¿Conocés algún buen lugar acá? El café que preparamos nosotros ya no lo soporto.- -Creo que sí, podemos caminar y probar alguno que nos llame la atención, algunos son algo exóticos.- Empezamos a bucear por el asfalto con tanta liviandad que nos veíamos como dos locos, pero había algo entre nosotros que no se podía repetir, algo único.Era eso que siempre se dice... química. Finalmente entramos a un bar (uno que yo solía frecuentar pero dejé años atrás), nos cansamos de buscar algún café que nos atraiga; por fuera, común, por dentro, increíble, todo muy bien decorado y el punto justo de visibilidad. Fuimos derecho al patio, donde las mesas estaban al aire libre, yo me acomodé del lado de la pared (por costumbre) y pensé que ella iba a ir del de enfrente, pero no, se puso justo a mi lado. -Me encanta este lugar, es la primera vez que vengo ¿Venden alguna pinta exótica? Una vez tomé una de frutilla y nunca más volví a probar algo igual, fue increíble!- Ella me hablaba con total soltura, como si nos conociéramos de hace tiempo. -Bueno, creo que lo máximo que puedo ofrecerte es una cerveza roja, es mi favorita de este lugar. No vengo siempre, pero era mi refugio algunas veces.- -Bueno dale, probemos, y pidamos algo de comer que me muero de hambre.- Lo siguiente fue pedir dos cervezas y una pizza con albahaca, la cual dejaba mucho que desear, pero no estaba mal para el momento. -¿Y a qué te dedicas?- Me preguntó con total inocencia y perspicacia, me sentenció con tan solo una pregunta. -Pseudo escritor, se podría decir. Suena raro, sí, pero siento que es la palabra justa.- -Pero ¿Por qué "pseudo"? Igual está re bueno si te dedicas a escribir.- -Gracias, es algo lindo, pero agrego el pseudo porque todavía no me siento completo con lo que hago, y también porque recién conseguí trabajo de escritor. ¿Vos qué hacés?- -Ah ¿Trabajas en frente de la cafetería? Nos vamos a ver todos los días! Bueno, si querés obvio.- Decía con una sonrisa entre tierna y traviesa- Yo soy profesora a medio tiempo ahora, pero algún día voy a tener más horas y relevancia.- -Sí! Obvio! Bueno, no sé si todos los días, porque todavía no tengo un horario específico, pero estaría bueno. Que bueno eso enseñar, yo soy malo en ese aspecto, siento que no tengo la paciencia ¿Qué enseñas?- -Soy profesora de literatura jaja- No pude evitar sonrojarme y disfrutar de sus carcajadas. -No lo puedo creer! Entonces estamos en la misma sintonía, bueno, un día me podrías enseñar entonces.- -Obvio, además en mi clase si te portas bien, hay premio.- La velada estaba yendo increíble, fue más distendida de lo que creía, hablábamos de todo, pasado, presente y futuro, mi boca estaba suelta y sumida en este lago de palabras; ella era (por lejos) lo mejor que me podía pasar en ese momento. Y pensaba que nada podía ir mejor, pensaba, no dejaba de pensar en ese lapso en el que decido irme al baño y toda la realidad caía sobre mis hombros. Vuelvo nuevamente a la mesa y ella seguía ahí, esperando por mí, con la mirada fija en mis ojos, extiende sus brazos en señal de un abrazo, yo, torpe, accedo sin dudarlo un instante... Ella me besó, y todos esos pensamientos pasaron al siguiente plano, todo era una página en blanco ¿Estaba disfrutando el ahora? ¿Había manera de prolongar esa acción? No lo sé, pero yo estaba ahí, prendido del fuego de sus labios, derretido hasta la médula. Fue ese el momento que marcó nuestro destino, sellado por medio de un beso tan apasionado y con tanto cariño. Pasadas ya las 11, decidí acompañarla hasta su casa, sólo hasta la puerta, nos despedimos con un beso y con un "La pasé hermoso, espero salgamos otra vez" de su parte. La vuelta a casa tenía música resonando en todas partes, las voces y sonidos de la ciudad estaban silenciadas, no quería que la noche terminase, me sentía en una comedia musical, todo era baile, sentimiento y música para mí. El sueño nunca fue tan placentero como el de aquella noche.
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