Horas después, Santiago llegó a la mansión, se dirigió hasta la habitación de Lucero, lentamente abrió la puerta, y antes de ingresar, soltó un suspiro. La observo reprimiendo el dolor, su amada Lucero, estaba cada día más pálida, su hermoso rostro, se había vuelto delgado. Ella, humedeció sus resecos labios y sonrió. - Amor. Su voz, sonaba agitada, no tenía fuerzas, pero sacaba donde no tenia, para que su amado Santiago, no sufra. Santiago observó a la mujer de su vida debatiéndose entre la vida y la muerte, le dolía, le dolía tanto, que muchas veces quería desaparecer, llevarse a Lucero lejos, y morir junto a ella en un lugar solitario. Sin embargo, estaba Matías, pensaba en que no podía dejarlo solo, y si lo devolvía al orfanato, partiría el corazón de ese pequeño, que ya antes, ha