Yo no podía creer lo que veía. Me hizo sentir muy extraño —continuó el anciano, muy perturbado, mientras aplastaba algo en la comisura de su ojo derecho con el extremo de un pulgar ancho como una espátula—. Cualquiera habría creído, señor, que saltó por la borda nada más que para dar a un hombre infortunado una última oportunidad de progresar. Pero con el golpe que significó para mí que él muriese de ese modo tan espantoso y precipitado, y con considerarme un hombre beneficiado por esa acción, estuve casi enloquecido durante una semana. Pero sin motivos. El capitán del Pelion fue trasladado al Ossa; subió a bordo en Shanghai, pequeño petimetre, señor, de traje gris a cuadros, con el cabello peinado al medio. —… Este… soy… este… su nuevo capitán, Mr… Mr… este… Jones. —Estaba bañado en p