Cada almuerzo con el pareciese convertirse en una nueva aventura y es que de alguna manera, él se ha convertido en mi guía personal de la ciudad de Milán. El día está precioso y la vista del patio de este restaurante es alucinante, el Duomo di Milano esta justo a nuestro lado y me quita el aliento con tan solo apreciar su increíble arquitectura. — ¿Es hermoso? ¿no? – Me pregunta haciendo que le mire y como tantas otras veces, alucine con sus ojos grises. —El Duomo es hermoso, pero tu... es que tú lo eres mucho más. — Digo e inevitablemente muerdo mi labio inferior haciéndole sonreír. —Vaya, nunca me han dado un halago como ese, pero me ha gustado eh.— Bromea. Él toma mi mano por encima de la mesa mientras que esperamos a que el camarero traiga nuestros platos, y el sentir la manera que