Isam Habib era un hombre inteligente, un hombre de negocios y el hermano de un rey. Adoraba a su hermano Amir y planeaba hacer cualquier cosa que él o sus sobrinos necesitaran, porque esas pequeñas personas eran lo mejor de su vida. Pasar cualquier fecha con ellos era maravillosa porque nadie le amaba como sus sobrinos; Kamal, Elías y Farah, los niños eran dulces, divertidos, inteligentes, aventureros, casi perfectos. Hace unos meses, sus padres recibieron a su cuarto hijo, Max, una belleza absoluta.
Isam se recordaba de que el amor existía siempre que los veía.
—¿Tienes que irte? —pregunta Gemma a su cuñado.
—Tengo, pero no quiero.
—Cuidado, no les influyas más a la niña —bromea su hermano mientras Isam abraza a su sobrina dormida entre sus brazos.
—¿Me puedo llevar a Elías? —pregunta Isam, y todos ríen porque el pequeño acepta encantado.
Sus padres le miran incrédulos, Elías siempre muestra un desapego atípico para un niño de su edad, pero es mucho más serio con los protocolos y los deberes que cualquiera de sus hermanos.
—El tío Isam está bromeando, hijo. Además, aquí no podemos vivir sin ti, tienes un rol muy importante.
—¿Cuál? —pregunta el niño.
—Eres el hermano del futuro rey.
—Yo quiero ser rey o yo mismo, no el hermano de nadie —respondió, y los tres adultos compartieron una mirada.
—La gente normal siempre quiere ser rey, Isam.
—Yo soy el rey de la industria textilera. El marqués —Isam le cubrió los oídos a Elías. — Soy un hombre que tiene sexo todos los días con una mujer diferente, puede irse de viaje, bailar hasta que los pies me duelan y divertirme.
—Isam, existen las enfermedades de transmisión s****l —le regaña su cuñada y carga a sus hijos para dejar a los hermanos conversar en privado. Amir sirve una copa para ambos y se sienta al lado de su hermano, señala la ventana desde donde ven al príncipe bailando con sus amigos.
—Isam... ¿Si yo llegara a faltar, serías firme con él, le prepararías para ser rey?
—No, Amir, el príncipe Kamal no te hace caso ni a ti, imagínate a mí. Además, no vas a morirte.
—He ido con una vidente... —la carcajada de su hermano le interrumpe.
—¡Amir! Eres un rey educado. Hazme el favor.
—La vidente con quien conversé dijo que no iba a ver cuarenta soles.
—No, porque ya has visto más de cuarenta, todos los días ves el sol.
—¿Los cuidarías a ellos y a ella?
—Lo haré, les cuidaré, pero no seas estúpido. Cuando cumplas cuarenta años voy a hacer un fiestón, uno de aquellos, y nos va a doler la cabeza durante días.
Aquí tienes el texto corregido:
—Cumplo treinta hasta el próximo año —Isam sonrió y le dio un abrazo y un beso. —¿Cuándo vas a presentarme a esa mujer muy guapa de las revistas?
—¿Cuál?
—La pelirroja.
—Eleonor Burwish —Dice Isam.
—Sí, ¿es serio?
—Ella quiere que lo sea. Tiene un cajón en mi apartamento y su cepillo de dientes, un par de bragas que no le dejo ponerse.
—Y por qué no tiene más ropa.
—Porque tiene un hijo del cual se avergüenza y no quiero vivir con una mujer así.
—Sabes, Isam, la gente guarda secretos por miedo a las reacciones de los demás, cuando ella sepa que la quieres para siempre, que nunca vas a dejarla y que la amas independientemente de las opiniones, entonces te darás cuenta de que no se avergüenza de un hijo o de ti.
Los hermanos beben en silencio. Isam tiene miedo de ser padre y fracasar, padrastro y la verdad, sabía que tenía una imagen que cuidar a pesar de que no era el rey. Su hermano vio la incertidumbre en sus ojos y los dos sonrieron para ocultar sus verdaderos pensamientos.
—Me alegra, espero que la próxima vez que vengas a casa la traigas.
—Tal vez.
Amir fue a la caja fuerte, buscó el anillo de compromiso de su madre y se lo entregó a su hermano en una hermosa caja. Cuando era su turno de casarse, lo único que quería era huir de su nuevo destino, pero hizo todo lo que era correcto para el reino y, al final, había encontrado amor para su mujer.
El primogénito en la realeza se lo lleva todo y Amir estaba feliz de darle el anillo que su madre había recibido con amor a su hermano.
—No tardes mucho en decirle que la amas.
—Gracias por guardarlo para mí. —Los hermanos unieron sus frentes y sonrieron. —Apenas se presente la oportunidad, te lo diré.
Isam se despidió de su familia y dejó Tierra del Sol en la noche y fue directo a Madrid, tenía negocios que atender en Inglaterra, pero el deseo de encontrarse con Eleonor era mucho más grande.
Su novia había llegado a casa y había preparado su versión de unas quesadillas. Cuando vio a Isam entrar por la puerta, la joven sonrió y se acercó a él con cierta prisa. El hombre dejó las maletas a un lado y fue a besarla, era todo lo que quería. Acarició las nalgas de su novia mientras ella se deshacía de su saco. Isam la dejó sobre el sillón y repartió un par de besos en sus labios y mejillas.
—Te amo —dijo Eleonor e Isam le miró a los ojos.
—También te amo. Múdate conmigo, quédate para siempre.
—La gente va a hablar. Mi familia va a hablar.
—Entonces casémonos —respondió el príncipe.
El teléfono de la casa de Isam sonó y él se disculpó con Eleonor.
—Debe ser mi hermano, sabe que ya aterricé y la próxima vez que te lo pida Eleonor, vas a responder que sí, que te casas conmigo, que serás la madre de mis hijos y yo tendré un diamante merecedor de modelarse en tu dedo —Ella sonrió y él tomó la llamada.
Esta persona hablaba rápidamente en árabe y le explicaba que su hermano había sufrido un trágico accidente en el cual su cuñada había fallecido en el lugar y el rey estaba delicado.
El hombre realizó una llamada a su asistente para que le consiguiera un vuelo de emergencia, a los mejores médicos, máquinas y medicamentos para llevarle a su hermano. Se disculpó con Eleonor.
—Puedes quedarte el tiempo que sea necesario.
—¿Isam, qué ha pasado?
—Mi hermano y su esposa han tenido un accidente. Regreso a Tierra del Sol.
—Voy contigo.
—No, mi pueblo no va a aceptar a una reina occidental, mucho menos…
—¿Mucho menos a mí?
—Eleonor, eres una modelo. Has posado desnuda. Eres blanca, estás operada y ese no es tu tono de pelo natural. No puedes ser reina. No puedes ser mi reina consorte, lo siento.
—¿Soy insuficiente como reina o como tu mujer?
—Puedo volver y podemos tener sexo si es lo que me estás pidiendo —Eleonor le dio una cachetada.
—Que tengas un buen viaje, una excelente vida, su majestad.
Isam lo dejó todo ante la emergencia, con la fe de que la medicina moderna ayudaría a Amir, iba a cuidar de su hermano y sus sobrinos, del reino si era necesario para darle tiempo de recuperarse a Amir.
Cuando llegó a Tierra del Sol, fue al hospital. Había volado junto a tres de los mejores médicos que encontró, máquinas altamente tecnológicas y toda la medicina que pudiese salvar a su hermano.
Habían atendido las heridas y lo tenían en una cama de hospital, pero su condición de salud era bastante grave debido a una enfermedad sanguínea poco conocida.
Los médicos le dijeron a Isam que habían intentado todo, transfundirle, darle medicación, pero era un milagro que con esa hemoglobina tan baja sobreviviera a las tres cirugías a las que lo habían sometido en las últimas horas, mucho más que el rey Amir estuviese despierto.
—Busquen un tratamiento y lo traen —exigió Isam.
—No hay tratamiento, Isam, todo lo que es médicamente posible se ha hecho.
El hombre dejó a los médicos con la amenaza de que debían encontrar una cura o un remedio que les diera tiempo para llevarlo fuera del país, donde encontraran gente competente. Sus cuatro sobrinos no podían ser huérfanos. Él no estaba listo para ser rey, nadie estaba listo para perder a Amir, tampoco podía ser el padre de sus hijos porque era un desastre.
Cuando Isam entró a la habitación, se encontró a sus cuatro sobrinos acostados alrededor de su parte. Isam reparó las máquinas y los cables que rodeaban a su hermano; ellos estaban abrazándolo.
—Son la mejor medicina —comentó el rey y señaló a sus hijos. Su hermano hizo una reverencia y Amir rió. —Me estoy muriendo, Isam. Kamal tiene la edad, pero no tiene la madurez; necesito que me hagas un favor.
—Voy a cuidarlos.
—De eso estoy seguro, todos los papeles están listos, pero lo que necesito que hagas por mí, por ellos, por nuestro papá y, sobre todo, por Tierra del Sol, es esperar a que alguno de mis hijos esté listo para reinar y no permitas que todo lo que hemos construido con amor y sacrificio sea destruido.
—Puedo acompañar a Kamal, pero no quiero ser rey.
—Haz todo por el reino, Isam. Todos por el reino, prométemelo.
—Es temporal, algún día estaré listo, tío Isam —pidió Kamal y le tomó de la mano.
Amir se quitó el anillo y se lo entregó a su hermano.
—Esta es la llave del reino. Ustedes son la llave del reino a partir de hoy.
—Guarda… guarda el aliento.
—Prométeme que no vas a abandonar a mis hijos ni a Tierra del Sol.
—Te lo prometo, Amir.