Karim conocía bien aquella casa, cada centímetro de ella pues había pasado allí gran parte de su infancia y le partía el alma tener que destruirla, pero si no le daban lo que quería saber no tendría más opción. No era un hombre cruel, no estaba en su naturaleza serlo, pero sabía que para proteger a las personas que amaba a veces era necesario llegar a extremos. —Yo solo quiero la verdad, Farid. —musitó con el semblante serio mirando el hombre que estaba arrodillado ante él. —¿Dónde está Farah? —Hice un juramento Karim, sabes que no puedo romperlo. —contestó el hombre con la voz temblorosa escuchando los gritos que venían del interior de su casa, donde Karim tenía a sus hijos y esposas atados bajo la amenaza de quemarlos a todos. —Sabes lo mucho que te aprecio y que algún día te se