Alexander Verla llorar no me había gustado, se sentía jodidamente inquietante, simplemente fue algo que me estrujó el pecho de forma impensada, no podía creer que aquella chiquita pudiera ocasionar tantos estragos en mi paz mental. No podía ser normal. Había pasado el límite profesional, pasé mi propio límite al acariciarla como lo hice, no estaba bien, no debía haberlo hecho, pero la necesidad me ganó y las cosas simplemente comenzaron a salirse de control. Todo pareció tomar un rumbo distinto y me encontré navegando en sensaciones que no debía experimentar en ningún momento, era mi alumna, era su profesor y no tenía permitido acercarme a ella de esa forma. Había reglas, tenía un hijo, debía mantener los modales, el respeto, la situación controlada, porque no podía simplemente pa