Capítulo 2

1045 Words
Carolina Fuenmayor, tampoco era una tonta. Sabía que Hunter, la buscaba, y no le quitaba los ojos de encima. En realidad no le dió importancia hasta que su amiga y compañera de sección María le dijo una mañana: —Carolina, sabes que le interesas al Señor Deiby ¿Verdad?. Te envidió amiga. ¿No sabes cuánto?. ¿ No sabes lo que yo daría por una noche de sexo con ese hombre?. Me conformó, sólo con eso... una noche de buen sexo y morir feliz.... . Carolina se le quedó mirando a María, su amiga era rubia, bajita y muy pintada y sonrió. Maria siempre hablaba de sexo, no solo del sexo con su marido (que era aburrido y siempre igual) sino con un compañero de otro departamento. Un tipo grandote y bien dotado. El día que le dijo que lo habían hecho en la hora de descanso en su auto se puso muy colorada. Jamás creyó que fuera capaz de darle tanto detalle, de que la tenía enorme, y le había practicado el mejor sexo oral de su vida. Él a ella y Maria a él... —Tonterías, ese hombre es el Jefe y yo estoy casada, felizmente casada—agregó con orgullo y firmeza. Maria abrió sus grandes ojos celestes, pues ella también estaba casada, no tan felizmente porque su marido no podía tener sexo con ella y él se negaba a ir al médico y ésto era motivo de multiples peleas. Y lo que él no le podía dar tenía que buscarlo en otra parte. Maria pensaba que Carolina, tan tímida y seria, no podía hablar de sexo porque se ponía roja. ¡Vaya! Esas eran las peores, las que se hacían las tímidas. Estaba segura de que chiquita como era, y con un marido barbudo y viril lo hacían todo y todas las noches. —Pues si no aprovechas la oportunidad Carolina de acostarte con este hombre ... Dicen que es muy ardiente y que... —Maria, basta, van a oírte, me harás pasar vergüenza —se quejó la joven—Además ya te dije, tengo marido y siempre le he sido fiel y él también. Jamás tendría una aventura ni con un jefe ni con otro hombre. Carolina pensó que Maria, exageraba. En su anterior trabajo la había acosado un tipejo y renunció. Sin embargo pensó que Deiby Hunter no era un hombre que se dedicara a acosar a nadie, muy por el contrario todas suspiraban por él porque era muy guapo, rico y soltero. Había muchas niñas casaderas en esa oficina, como diría su tía, que usaba esas expresiones cómicas tan anticuadas. Y muchas lo miraban y aguardaban alguna oportunidad para salir con el jefe con la esperanza de atraparlo. Esperanza sí, porque algo le decía que ese hombre sería como la película “Duro de atrapar” o duro de “Cazar”, o " Duro de matar" cómo la película. Claro tenía todo el aspecto de playboy; guapo, arrogante, y frívolo, miraba a las mujeres como si fueran objetos, como la miraba a ella, pensando que tal vez podría... Llevársela a la cama un par de veces y luego jactarse con sus amigos. A Carolina no la iba a tomar por tonta, a veces se hacía la tonta que no era lo mismo y a pesar de las bromas de Maria de “Aprovecha, está bobo por ti” respondía con mucha dignidad: —Sinceramente no me interesa. Estoy casada y amo a mi esposo. La joven rubia parpadeaba y reía sin creerle ni una palabra. —Una aventurilla con ese hombre, Dios, daría mi alma por algo así, solo una noche, no pido más. Pues a ella no le interesaba, no quería aventuras, jamás habría engañado a su marido porque tenía principios y porque lo amaba. Ambas cosas. Pensó que al Señor Deiby se le pasaría, se aburriría y tal vez le agarrara rabia, ya le había pasado, había tipos que eran así. Había tenido mala experiencia al respecto y por eso quería tanto a su esposo, porque él era un hombre distinto: alegre, bondadoso, y muy fiel... Lo amaba y solo le faltaba algo para ser enteramente feliz: un hijo. Lo estaban buscando y todos los meses aguardaba con impaciencia la noticia más esperada; que iba a tener un hijo. Un día, al saber que tenía un atraso corrió a hacerse la prueba en el baño y el resultado la desilusionó. Maldita sea, quería tener un bebé antes de cumplir los treinta, tenía veintiséis, sabía que luego habría riesgos, y no entendía por qué si lo hacían tan a menudo no quedaba preñada. Estaba muy ansiosa, tal vez fuera el estrés, había leído en una revista femenina que la ansiedad era la peor cuando se buscaba un bebé; que los niños llegaban solos. Es que no le hacía falta nada más, lo tenía todo y por momentos temía que algo pasara, algo que arruinara su felicidad. Suspiró y tiro la prueba de embarazo en la papelera, bueno, ya vendría el bebé. Cuando salía de la oficina tropezó con el Señor Deiby y de no haberla sujetado habría tirado todo, llevaba tacones stilletto y al caer en sus brazos sintió algo muy extraño, una corriente eléctrica al sentir ese contacto, esa mirada azul sobre sus ojos mientras sonreía levemente como un depredador. Un hombre eso era; guapo y tentador, para alguna ilusa que quisiera atraparlo, o al menos intentarlo. Ella no era una de esas. —Disculpa ¿Estás bien?—quiso saber. Carolina asintió, visiblemente incómoda y temblorosa como una adolescente. Porque él la turbaba y eso era un detalle a tener en cuenta. Deiby la vio alejarse y observó sus piernas y ese andar mesurado de chica juiciosa y tranquila, controlada. Sus mejillas se habían sonrojado con su mirada y por ese contacto... la deseaba, sí, la deseaba como un loco a esa altura y prisionero de su deseo no hacía más que marcar los días que faltaban para que fuera suya y también las cosas bonitas que le haría cuando ... Esa mujer cayera en su cama. No le agradaba que lo hiciera esperar tanto, realmente estaba poniendo a prueba su paciencia pero sabía que valdría la pena. Él haría que fuera así...
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