Deiby Hunter el mismo instante en que la conoció a Carolina Fuenmayor supo que sería suya un día, fueron unas palabras, fue entrar en su despacho con su vestido azul y la expresión radiante, fue mirarle un instante con sus hermosos ojos castaños y sentir que todo desaparecía a su alrededor. Ella sintió la mirada azul e intensa del primo de su jefe: Deiby Hunter y tembló. No era un temblor amoroso, estaba felizmente casada y no quería saber nada de tener un romance con uno de los socios mayoritario del Grupo Empresarial Global Hunter y Compañía, donde trabajaba desde hacía pocos meses, era un estremecimiento de rubor, incomodidad al sentir que estaba siendo admirada por un hombre joven y muy guapo, porque más allá del disfraz, del lugar que ocupamos en la sociedad hay algo más instintivo y básico, algo que nos individualiza y hace irresistibles para el otro...
—Disculpe Señor Hunter, tal vez debí avisarle—dijo ella para romper el incómodo silencio. Él asintió sin sonreír. Carolina sintió esa mirada intensa posada en toda su estampa y se sonrojó. Había ido a la oficina de Deiby Hunter a pedirle que le firmara unos contratos, era la asistente de un primo suyo: Manuel Hunter y nunca la había visto antes. O tal vez no había reparado en ella... —Tome asiento por favor Señorita—le rogó haciéndole un gesto algo autoritario. Sí, tenía fama de loco, mandón y muy guapo, las subalternas suspiraban por él.
—¿Usted es?—quiso saber él.
—Carolina Fuenmayor.—respondió ella y obedeció al instante. Ese hombre la hacía sentir incómoda, irradiaba fuerza y virilidad por todos los poros. El gran playboy Deiby Hunter, por el que muchas jovencitas suspiraban en esa compañía pero él no salía con nadie. Maria le había hablado de él y ella lo había visto en algunas ocasiones. Alto, de físico atlético y voz de tenor, cada vez que recorría los pasillos del Grupo Empresarial Global Hunter y Compañía, despertaba un temor reverencial y luego suspiros... Era muy atractivo y al parecer ella había llamado su atención ese día, ignoraba la razón. Lo vio leer el contrato con detenimiento y gesto fijo en el documento como si estuviera buscando algo para quejarse.. Algo que hizo poco después llamando a su primo Manuel (su jefe) para casi gritarle;
—Este contrato no fue lo que acordamos, meses de negociación para que me mandes un acuerdo que solo puede darle ventaja a la competencia... Iba a decir algo insultante pero de pronto recordó que había una dama presente y se contuvo. Una chica preciosa...¡vaya! ¿Dónde estaba? ¿Por qué nunca antes la había visto? Se preguntó. Pequeña y delgada, no perdió ningún detalle de su figura; esbelta, con poco maquillaje, el cabello castaño muy brillante, el vestido... Muy femenina, suave, y muy apropiada para él.
Pero se mantuvo frío, no era hombre de decir piropos ni abrumar a las mujeres de su compañía haciéndose el listo. En realidad solo una vez se había acostado con una secretaria y se había arrepentido, la chica resultó ser una obsesiva con desórdenes mentales y entonces Nelson, su mejor amigo se había burlado diciéndole “¿Y no te diste cuenta que la chica no estaba bien de la cabeza?. Parece mentira, tú que sabes tanto de mujeres caíste como un tonto”. Sí, a veces era algo tonto, le gustaban mucho las mujeres guapas e inteligentes, y esa en particular era preciosa. Sus ojos color castaños de espesa pestañas y cierta expresión melancólica lo llamaron la atención, fue un flechazo y mientras seguía gruñéndole a su primo sobre ese contrato suspiró... Carolina Fuenmayor, la asistente de su primo Manuel. ¡Qué pena que no fuera su secretaria! La miró de reojo, no hacía más que mover sus manos, nerviosa, en su mano derecha había una sortija. ¡Vaya! Era casada. O comprometida. Al demonio, ¿qué importaba? Nada lo detenía cuando quería algo. Sus labios rojos y carnosos eran muy dulces y sensuales y toda ella parecía una muñeca frágil, tan femenina, su perfume, su voz...
—¿Puedo retirarme señor?. Manuel está llamándome al celular—dijo ella de pronto haciéndolo volver a la realidad. Lo miraba a los ojos y tenía una mirada profunda, muy franca y tierna. Le encantaban sus ojos, su cabello castaño y su figura menuda pero que lo tenía todo; cintura pequeña, pechos y caderas redondas. Suspiró. ¡Qué pena que tuviera que irse!
—Está bien, puede irse... Y dile a Manuel que modifique este contrato si desea que lo firme—dijo él, entregándole la carpeta con el contrato.
Ella lo tomó y se marchó y él se quedó como un tonto viéndola irse. Un perfume dulce de flores lo envolvió entonces y se sintió embrujado y muy excitado. ¡Qué chica tan guapa! Ese fue el comienzo de todo, pero ninguno imaginó que era un comienzo. Ella era una joven recién casada y enamorada y él, él solo buscaba aventuras sin comprometerse.
Volvieron a verse en los pasillos, en el restaurant donde almorzaban la mayoría de los empleados de la empresa Grupo Empresarial Global Hunter y Compañía, una empresa dedicada al marketing, al publicidad, la revistas de farándula y periodismo sensacionalista... Pero esa rama era la más escondida de Hunter, su negocio como accionista en En Ronda, una revista que espiaba a los famosos con mucha discreción era muy rentable, tanto que el último año había podido comprarse una propiedad en el sur de Escosia y también invertir en el pujante negocio de fincas. Todos los negocios que tocaba ese hombre prosperaban, parecia El Rey Midas ... Pero entonces no pensaba en un nuevo emprendimiento ni en conseguir socios para su nuevo proyecto automovilístico... Sino en ella: Carolina Fuenmayor. En poco tiempo averiguó que trabajaba desde hacía muy poco en la compañía y era muy eficiente, reservada y días después averiguó que se había casado hacía un año y estaba muy enamorada de su esposo. Este solía ir a buscarla todos los días en su auto como si temiera que alguien pudiera robársela, y hacía bien, porque él tenía planeado hacer justamente eso... Observó al hombre alto, y muy poco agraciado, con barba. Un director de cine que había tenido un éxito mediano en una película llamada "El Zorro". Por eso el aspecto de hippy tal vez... ¿Qué le había visto? Observó la escena detrás de los cristales de su despacho pensando que era un tipo con suerte, ella sonreía y entraba en su auto dándole un beso que más parecía un picotazo de amigos. Todos decían que ella estaba enamorada de su esposo, pues no se notaba demasiado.
Siempre le daba el mismo beso y una leve sonrisa. Una mujer enamorada debía ser más efusiva, ardiente, echarle los brazos al cuello y darle un beso que... Y la escena se repitió todos los días.
El esposo de Carolina llegaba siempre a la misma hora, con una puntualidad increíble para llevarse a su guapa esposa y escoltarla a un apartamento no muy lujoso en el oeste de Francia.
Y él, Deiby Hunter aguardaba como un zorro en la oscuridad para verla, seguir sus pasos y comenzar el agradable rito de seducción. O de cacería como lo llamaba a él.
Porque el hecho de que ella estuviera casada y fuera una chica decente lo hacía doblemente interesante. Porque Carolina lo ignoraba, o fingía no notar sus miradas ni sus coqueteos... Él era un tipo discreto, y muy sutil, jamás habría avanzado en esa etapa de la conquista. Mostrarse frío y distante le garantizaba que luego podría acercarse y... lograr su cometido. Porque para él no había imposibles ni mujeres difíciles. Ese Orlando era un tipo muy feo y no era rival para un hombre como él.
Ella lo ignoraba por supuesto, o fingía no advertir sus miradas, sus encuentros, ni los momentos que pasaba en su despacho, donde él la miraba con mucho disimulo recorriéndola por entero, sin perder detalle. Estaba estudiándola, cada gesto, cada detalle de su figura y se preguntó cuánto tardaría en sucumbir a sus juegos, a su plan maestro de seducción.
Pasaron los días, las semanas y debió comprender que era una mujer difícil, no porque fuera casada eso no tenía gran valor para él, se había ido a la cama con muchas mujeres casadas, sino porque era de las pocas mujeres serias, recatadas, reservadas o qué sé yo que había en ese mundo. ¿Tal vez criada en una comunidad severamente religiosa donde hasta reírse era pecado? Algo estaba fallando, algo que no había tomado en cuenta. Pues a medida que pasaban los días y los meses, tuvo que convencerse de que su plan maestro de seducción no funcionaba con esa chica. Y entonces puso en marcha el plan "B": llevarla a trabajar a su oficina... Tenerla cerca más tiempo en el día tal vez resultara. Porque no era que ella lo rechazara de plano. No. En realidad ella lo miraba desimuladamente, y cada vez que iba a su despacho se ponía muy tensa, nerviosa, inquieta... Y eso delataba que le pasaba algo por él... Su primo Manuel, que sospechó de sus intenciones cuando le pidió que transfiriera a la señora Fuenmayor a su oficina le dijo:
—Puedo arreglar el traspaso si lo deseas, pero temo que pierdes el tiempo con ella; no es de las que engañan a su marido. Todavía quedan mujeres decentes, ¿Sabes? Él se rió de sus palabras.
—¿De veras?
—Sí... Y Carolina es una de ellas. No es como tú crees, el hecho de que te guste la chica y quieras seducirla no significa que te prestará atención. Está recién casada y se ve muy enamorada. ¿Es que no crees en el amor?. Una mujer enamorada no engaña, y tampoco lo hace un hombre que esté enamorado de su esposa. Por supuesto que hay excepciones, hoy día, hay mucho libertinaje, pero lo que digo es; pierdes el tiempo y te sentirás frustrado cuando veas que con la chica no pasará nada. ¿No has notado cómo es con su marido? Está enamorada de ese hombre, no sé qué le vio porque es feo y flacuchento, supongo que habrá de tener algún encanto especial para que una mujer tan dulce y bonita se haya enamorado de él pero... Lo ama y planea tener muchos niños, creo que están buscando el primero... La oí hablando el otro día por teléfono con una amiga y también la he visto hablando con su marido; son como novios. Se aman. No podrás cambiar eso y mucho menos; llevártela a la cama. Y si la molestas renunciará, tal vez lo haga de todas maneras, luego de quedarse embarazada.
Esa última información lo afectó. ¿Buscando un bebé? Pero solo tenía veintiséis años y se había casado hacía poco... Un sudor frío recorrió su cuerpo; él jamás se casaría ni tendría hijos, era un solterón empedernido y podía así tener las mujeres que quisiera sin soñar jamás con comprometerse. Solo los tontos se dejaban atrapar. Y sin perder el humor le respondió a su primo:
—¿Enamorada? Yo no creo que esté enamorada. No lo parece. Los ojos oscuros de Manuel contrastaban con su rostro pecoso. Era menor que Deiby y se había casado hacía dos años así que sabía más que él de ese tema.
—Bueno, si tuvieras casado y enamorado no te gustaría que un jefe atrevido se metiera con ella ¿No?.
Deiby rió tentado.
—Pues no tengo esposa ni la tendré jamás, porque siempre he dicho; mejor soltero que con un par de cuernos en la cabeza.
—¿De veras? Pues nunca digas nunca primo, podría volverse en tu contra. No serás el primero ni el último solterón que lo atrapan. —Sí, claro y yo lo perdería todo.
—Ya veremos, de todas formas te aviso; no sé si sea buena idea que Carolina trabaje para ti... tal vez a su marido no le guste... Tú lo crees un tonto pero quizá no lo sea tanto...
—¿Tú crees? ¡Al demonio con Orlando! Deiby se burló.
¡Mierda! No estaba acostumbrado a perder ni a recibir negativas, cuando quería una mujer la tenía, y en realidad era un seductor por naturaleza con un encanto auténtico a flor de piel, así que era casi la primera vez que una lo rechazaba y parecía inmune a su artillería de seducción (la más pesada que tenía). Pero era un tipo muy paciente, sí, en esa ocasión su paciencia era casi infinita. ¡Esperaría! El amor era algo tan fugaz... Pura química, calentura y cama: buena cama. Sí, en el pasado se había enamorado una vez y ella lo había abandonado porque él no quería casarse ni tener una vida llena de niños, colegios, fiestas y viajes. Lo dejó para casarse con otro, que al parecer ya lo tenía en vista porque vamos, nadie se separa y se casa con otra persona tres meses después.
Esa chica estaba loca. Diana Duarte. ¡Vaya! Tenía el nombre de princesa y hasta se parecía a ella: rubia, ardiente y trepadora, ambiciosa... Y él detestaba a las mujeres así; tan fieras. Sin embargo sintió pena y rabia cuando ella lo dejó, habría hecho cualquier cosa para retenerla porque realmente la quería, todo menos permitir que le echara un lazo al cuello, le pusiera un anillo en el dedo y lo arrastrara al altar convirtiéndolo en su perro faldero.
¡Eso no era una prueba de amor; era poner su amor a prueba! Ahora se encontraba con un desafío nuevo, y al parecer sería más difícil de lo que había imaginado. Y mientras más demoraba en llevársela a la cama; más crecía su deseo, hasta volverlo insoportable, día tras día, hora tras hora, minuto, segundo... Solo verla pasar por su oficina, encerrarse con ella en el ascensor y sentirse como un perfecto imbécil mientras la espiaba algunas veces, lo hacía perder la calma y comprender que se estaba obsesionando.
Deiby no quería eso, quería tener el control de su vida y también de su vida sentimental y s****l.
Carolina notó algo o lo intuyó, porque algún tiempo después se volvió más fría y escurridiza, alejándose, huyendo de esos encuentros de forma literal y consiguiendo algo que ella no buscaba; que él insistiera mucho más, porque no había nada más tentador para un hombre acostumbrado a tenerlo todo que negarle algo que tanto deseaba.
Carolina, no se imaginaba en su cama, entregada a él como una fémina dulce y ardiente...
Deiby, si la imaginaba como una gata sensual y decidida que sabía lo que quería y...
Deiby ya llevaba meses en ese suplicio y nada había cambiado. Porque siguiendo la sugerencia de su primo Manuel, decidió postergar la transferencia de la joven a su oficina. Para no delatarse...