Carolina regresó a la casa de su tía Margarita en Mirepoix y se tomó unos días porque simplemente no se atrevía a salir a la calle por temor a que esos hombres la encontraran. Se preguntó si acaso alguien sabía que ella había sido confidente de la periodista asesinada, no dejaba de maquinarse y sola en la casa era mucho peor. Además tuvo que ir a declarar, a ver a dos sospechosos que no eran y saber que aún no los habían prendido la puso mucho más nerviosa.
Deiby la llamó y ella pensó que no podía regresar, sentía vergüenza y cierta culpa por haberle comentado, ciertas cosas y
toda su vida, y luego ese beso... Sería incómodo volver y hacer como si nada hubiera pasado pero se moría por verle de nuevo. Necesitaba hablar con alguien sobre lo que le estaba pasando pero se negó a hacerlo. Acababa de salir de la depresión que la había agobiado por meses, no quería recaer ni tener una relación casual pensando que sería capaz de manejar algo así. Terminaría lastimada, además: ¡Lo conocía tan poco! Llevaba ocho meses trabajando en su compañía y menos en su despacho, pero él era reservado, amable sí, cordial pero... Entró temblando al día siguiente en su oficina. Había pasado una noche fatal de pesadillas con Victoria, su antigua jefa, soñó que regresaba a trabajar con ella como si no estuviera muerta y despertó aterrada, envuelta en un sudor frío.
Carolina regreso a las Empresas.
Deiby la miró con fijeza y le dijo.
—Señorita Fuenmayor, qué bueno que haya regresado, hay mucho trabajo hoy. ¿Se siente mejor?—el tono era impersonal y no dejaba de hablar por su celular sobre un nuevo negocio. Él tuvo la astucia de fingir que nada había pasado y ella se sintió aliviada sin imaginar que todo formaba parte de un estudiado plan de conquista. Le preguntó por la investigación sí, y él se ofreció a llevarla cuando saliera del trabajo a la estación del metro Chemin de Fer Metropolitano,ya que aun se econtra nerviosa po El ataque en el estacionamiento y tampoco se sentía segura. Así fue que empezaron a pasar más tiempo juntos y él se abrió un poco más contándole de su infancia campestre en la ciudad de Marsella en sus hermosos playas y de ahí nace su pasión por el polo acuático y nadadas en el mar abierto. Ella lo escuchó aterrada, jamás se habría imaginado estar muy lejos de la orilla de la playa en una tabla. . Sentía pánico de nada más imaginarselo.
El día del cumpleaños de Carolina. Deiby la sorprendió con la invitación a cenar para la celebración de su cumpleaños.¿ Pero como él lo sabía, si ella no le había dicho a nadie?.... No le agradaba festejar su cumpleaños.
—Gracias, es que no... No tengo ánimo para festejar.
—Oh, vamos, anímese. Ella no pudo negarse, una cena estaría bien... Él pasó a buscarla al apartamento en su auto a las nueve y ella corrió algo nerviosa. Suspiró al verle tan guapo. Él la miró con intensidad, llevaba una blusa azul de algodón, con escote ceñido y volados alrededor del cuello y una falda ajustada que marcaba sus caderas. Era delgada pero tenía formas, no había nada más irritante para él que una mujer sin formas, y ella tenía las curvas que a él le gustaban. Llegaron a un restaurant muy bonito y pintoresco en Piccadilly Circus.
—Gracias por invitarme, en realidad nunca me gustó festejar mi cumpleaños, de niña sí, pero luego...—dijo ella mientras se dirigían a una mesa reservada con vista a la calle. Pero la cena sería más formal que una simple pizza y él estaba muy guapo de traje oscuro.
—Bueno, es tiempo de que comience a festejar Señorita Fuenmayor ¡Es tan joven! Ella se puso seria y recordó su anterior cumpleaños de recién casada con mucho champagne, pastel de chocolate y sexo... No, nunca había disfrutado demasiado el sexo, podía pasarse días, semanas sin hacerlo. Tal vez porque no tenía experiencia, o su marido no sabía despertarle eso llamado deseo desesperado y salvaje como lo hacía Deiby.
Deiby era un hombre muy guapo y muy varonil. Y debía saber mucho de mujeres, los hombres así eran los mejores amantes, bueno, eso era lo que decía Maria... Tembló al sentir su mirada porque era una mirada que decía mucho y con dos cervezas tal vez se animara a... No, no podía. No hasta saber qué quería él de ella, había algo, tenían algo sí, a esa altura era tonto negarlo pero... No quería entregarse a un hombre que no le dijera que significaba algo. Bueno, no necesitaba prometerle matrimonio ni hijos pero... Fueron a un restaurante llamado Lasserre, allí tomaron vino y comieron Cassoulet, Confiny de postre un coulant de chocolate. Cenaron en silencio , y luego fueron a un bar a ver a su grupo favorito. Se sintió excitada de poder compartir cosas, de sentirse acompañada en un día cuyo único plan había sido irse a la cama con un trozo de pastel de chocolate a mirar alguna comedia divertida que la hiciera reír. En el bar encontró a un amigo de Orlando y lo saludó y también a una amiga de infancia... Para Carolina era muy agradable, estar con Deiby. Después de la velada la llevo hasta la casa de su tía y le gustó mucho que él estuviera allí, que se interesara y que la cuidara. Porque notaba que se preocupaba y que parecía algo enamorado. Bueno, tal vez entusiasmado, que sentía cosas, lo que ocurre cuando comienza una relación. Luego notaba que él se alejaba, se volvía frío y distante, como su jefe Henter de siempre y se sintió desilusionada y tonta. Con ganas de llorar. Y cuando ella estaba a punto de salir del auto, suspiró y contuvo las lágrimas y le agradeció que... Él la miró de esa forma que la desarmaba, la hacía temblar y de pronto se encontró entre sus brazos, besándose como dos adolescentes sintiendo que sus besos la empujaban a cometer una locura. Sintió su olor, su calor y deseó más que nunca estar entre sus brazos, en una cama sin pensar nada más. Lo necesitaba, pero tenía miedo y de pronto se vio sentada en sus piernas y pudo sentir su m*****o inmenso como roca rozándola, estaba allí y tembló... Deiby gimió al sentir su sexo tibio a través de la falda, y se moría por tocarla y lo hizo mientras seguía besándola. Oh, sí, estaba húmeda y lista para ser suya...
—No, por favor, aguarda...—le rogó. Temblaba y respondía a sus besos, a sus caricias pero no quería hacerlo en su auto. Bueno, estaba tan fuera de sí que por un momento lo pensó, es decir, no lo pensó siquiera, quería hacerlo ahora, donde fuera, en el auto, en cualquier lugar.
—Ven a mi apartamento, por favor... —le dijo al oído con voz susurrante y volvió a besar su cuello nada dispuesto a dejarla ir.
—No, no puedo, es muy pronto. Él se detuvo y la miró sorprendido. No podía negarse ahora, sabía cuánto lo deseaba ¿Entonces por qué...? —No puedo hacer esto, todavía no. Sus ojos azules se clavaron en los suyos, lo deseaba, estaba húmeda y agitada pero...
—Está bien, entiendo—dijo él. Mentía, no entendía nada más que su rabia por no poder saciar ese deseo inhumano que sentía por esa mujer. Tan dulce, tan suave, y había estado a punto de follar en su auto así, sin más.
—Lo lamento yo no... No estoy preparada—dijo al fin y bajo del auto corriendo. Bueno, no iría a su apartamento, era un hecho, así que mejor dejar que se fuera.
Deiby, maldijo y cuando la vio alejarse pensó qué cerca había estado de arruinarlo todo por apurarse, fue un imbécil, debió imaginar que ella no querría irse a la cama en la primera cita formal. Su deseo furioso lo había empujado, pues debería ser más cuidadoso en el futuro. Estaba decidido a ganar, se la llevaría a la cama o dejaría de llamarse Deiby Hunter. No importaba lo que tuviera que hacer. Dormiría con ella todas las veces que fuera necesario, aunque tuviera que decirle que la amaba o pedirle matrimonio, nunca antes había deseado tanto a una mujer en toda su vida como deseaba a aquella que se le resistía...
Pero esa noche no se quedaría furioso y excitado. Llamó a Sara, una vieja amiga, una ardiente pelirroja que vivía en el piso de arriba. Tendría una satisfacción rápida y placentera. Ella entró oliendo un perfume denso y dulzón, justo lo que necesitaba, algo dulce e intenso... sus labios rojos sonrieron mientras se deslizaba. Él se bebió de una su trago en las rocas, había tenido una noche difícil.
—Te ves algo tenso, querido—dijo Sara, besando fugazmente sus labios. Sí, esa chica era muy ardiente y lo conocía bien. Disfrutaba el sexo como pocas... Una verdadera mujer intensa, salvaje. Suspiró al sentir esos labios rojos devorando su m*****o casi por entero. Era una experta... y la excitaba mucho hacerlo... Pero él quería desnudarla, responder a sus caricias, sentir una mujer a su merced. Ella rió divertida al sentir su peso y se quejó por la brusquedad con que la penetró. Él se disculpó pero estaba furioso, y no era Sara, era Carolina, cuando le echara el guante a esa jovencita caprichosa... maldita sea, sentía que Carolina y que debía poseerla y domarla... Pero no era ella, era su amiga pelirroja y lo miró furiosa ordenándole que se colocara el condón. Él despertó de su sueño y obedeció al instante. La fantasía de que tenía a Carolina en la cama terminó y luego, maldita sea, se sintió como un perro, un perro atrás de una perra alzada, sin sentir nada más que un placer efímero, físico, un desahogo, a eso se reducía el sexo sin la mujer que tanto deseaba, anhelaba...
Pero no se resignaría a vivir como un perro el resto de sus vidas, teniendo desahogos y muy poco placer. La quería a ella a cualquier precio y comprendía que su obsesión podría salirle muy cara.