Capítulo 14

1465 Words
—¿Vamos a mi casa?— preguntó Pedro aportándole un mechoncito rebelde que había escapado del peinado de Guadalupe. Ella sonrió embobada, sintiéndose estúpidamente feliz por ser el centro de atención de aquel tipo, por saberse absorbida hasta la última célula por esos ojos oscuros que la contemplaban con tantísimo amor. —Dale — respondió y él sonrió más amplio. —Te extrañé tanto — murmuró Pedro y la volvió a abrazar bien apretadito. —Yo también, como una idiota, a cada segundo del día. —Tan bonita — masculló con las muelas apretadas, intentando controlar toda la ternura que ella le despertaba solo con un par de palabras. —Vos sos lindo — respondió pegada a esos labios que tanto había extrañado. Se besaron de nuevo, con la misma urgencia de necesitar algo más, hasta que, usando hasta el último vestigio de voluntad, se despegaron para subirse al auto del morocho y partir rumbo a esa casa que les daría la privacidad necesaria para reencontrarse como se merecían. Pedro manejó con la euforia comiéndole la piel mientras Guadalupe enviaba mensajes explicando la desaparición repentina de ambos. Llegaron sintiendo que el corazón les explotaría de tanta anticipación y subieron rápido hasta el cuarto de ese morocho que no tardó ni un segundo en aferrarse a aquella cintura tan pequeñita para adueñarse de los labios carnosos de la castaña preciosa. Caminaron pegados hasta la cama y se dejaron caer allí, ya desnudos, ya sin ninguna barrera entre sus pieles calientes. Pedro se tragó el gruñido de placer que escaló por su garganta al saberla de nuevo entre sus manos, al poder sentir bajo sus dedos, de nuevo esos pezones rosados, preciosos. Con las ganas acumuladas de meses enteros de anhelo, le besó el cuello finísimo, bajó por su clavícula para pasar entre los senos, llenos, redondos, que cabían perfectamente en sus manos, pasó por el plano vientre de su bonita muchacha y cuando estuvo a punto de perderse entre esas piernas, lo escuchó, casi susurrado, como si fuese un secreto. Escuchó bien claro como el "Te amo" escapó de la boca de esa bonita castaña. Impactado por tanta emoción levantó su oscura mirada y la clavó en ella que mantenía sus ojitos bien abiertos, impactada por su propia revelación, por haber exteriorizar aquello que sabía desde hacía mucho tiempo, eso que no pudo evitar confesar al saberlo de nuevo allí, dispuesto para ella, solo para ella. —¿Qué?— susurró Pedro escalando nuevamente por aquel cuerpito tan bonito. Guadalupe se mordió el labio sintiendo las mejillas encendidas de tanta vergüenza. Es que no pensaba dejar salir aquello tan pronto, tan rápido. —¿Qué me dijiste?— susurró ronco Pedro en el oído de la castaña, comenzando a dejarle sentir su erección presionada entre las suaves piernas de la muchacha. Guadalupe se mordió más fuerte el labio y negó suavemente con la cabeza. Había sido sin querer, no negaba sentirlo, pero una cosa es que ella lo supiera y, otra muy distinta, es que él estuviera al tanto de dicho sentimiento. —Por favor — pidió aún más bajo, más grave —, volveme a repetir lo que me dijiste —Casi rogó. Guadalupe tragó pesado y se resignó, ya está, él lo había escuchado bien claro, no había forma de echarse para atrás. —Te amo — susurró apretándose contra él, incapaz de sentirse valiente si Pedro llegaba a mirarla directo a sus enormes ojos. —Ay, bonita, yo también te amo tanto — murmuró enterrándose en ella, dándole el mismo poder que Guadalupe le había regalado momentos atrás. Ella, impactada, feliz, rebosante de felicidad, se dejó penetrar una y otra vez, volando alto, muy alto, más arriba de lo que jamás lo había hecho. Se mecieron juntos, sincronizados, entendiéndose sin decirse ni una sola palabra. Llegaron juntos al éxtasis del orgasmo y regresaron a este mundo cubiertos de miles de emociones que jamás habían experimentado. Pedro, agitado y transpirado, se dejó caer al lado de su preciosa muchacha, sonriente como hacía meses no lo estaba. Con sus fuertes brazos la atrajo hacia su pecho y la apretujó con ganas. Bueno, no podían pedirle más a esa noche, no después de tan precioso reencuentro. —------------‐- Martín sabía que podía quedar como un inseguro, pero prefería estar al tanto de todo, ser conocedor de hasta el último detalle, antes que caminar sobre tierras desconocidas. Con eso en mente, tomó su celular y envió aquel mensaje. "Entiendo si no me querés contestar, pero necesito preguntar, ¿qué onda entre vos y tu amigo?" Preguntó y debió aguantar el malestar que le provocó saber que algo pasaba allí y, por lo que más quería, esperaba no fuese demasiado relevante en la vida de Emanuel. "Imagino que preguntás por Gastón". Respondió Emanuel aguantando un poquito la gracia que le hacía aquel mensaje tan enfurruñado. "Sí", y la escueta respuesta logró arrancarle una suave risa al castaño que ingresaba en silencio a su hogar. "Somos amigos hace bocha, ¿por?" "No parece. Es más, pensé que había algo más. Mirá, entiendo que tuviste una vida antes de esto que tenemos, por eso me gustaría saber las cosas, sin caretear nada". Pidió con firmeza. "Veo que no estás para jodas hoy", escribió el castaño cerrando la puerta de su habitación con el pie. "Por favor, Emanuel, necesito saber", pidió y el que le llamara por su nombre completo fue suficiente señal para que el castaño se diera cuenta que si ocultaba algo y, luego en un futuro, salía la verdad a flote, tendría graves problemas que se podría ahorrar siendo simplemente sincero desde el momento cero. "Fue algo así como un platónico", confesó y se dejó caer sobre la cama. "¿Fue?" "Sí. Por si no te diste cuenta Gastón es hetero y, por si todavía no lo notás, estoy bastante bien con un flaquito rubio, re inteligente y super simpático", halagó jugando esa ficha para bajar los enojos de aquel enólogo precioso. "¿Estás seguro que es hetero? Porque, como te miraba, parecía más interesado en vos que como un simple amigo", respondió ignorando, a propósito, aquella bonita frase que le dedicó a su persona. "Sí. Además Gastón nunca estuvo ni ahí con tener una relación con nadie, no le va lo de las parejas y eso, asique no creo que haya mirado con demasiados ánimos en ese sentido". "¿Y ahora qué sentís por él? Necesito que seas completamente sincero". Exigió. Emanuel suspiró y clavó su mirada en el techo de la habitación. ¿Qué sentía por Gastón? No tenía idea. A ver, estaba seguro que lo quería como amigo, de eso jamás dudó, pero respecto a lo otro. Bueno, ahí el panorama se distorsionaba un poco. "Entiendo", escribió Martín antes de que pudiese responder. "No quiero mentirte, pero tampoco puedo definir qué me pasa con él, aunque, si me preguntás, puedo decirte exactamente lo que me pasa con vos", dijo intentando salvar la situación de porquería en la que terminó envuelto. Martín sonrió sin pretenderlo, sin poder dejar que su bronca se siguiera macerando. ¿Tan rápido le iba a comprar la voluntad? Bueno, al parecer sí porque ahora solo le importaba leer lo que quisiera decirle. " A ver", respondió. —Puedo decirte — susurró Emanuel en un audio que Martín pudo escuchar bien pegadito a su oído, casi como si ese flaquito se lo estuviese diciendo en directo —, que me encanta estar con vos, que me gusta lo inteligente que sos, que cada cosa que decís me resulta de lo más interesante, que no hay forma de aburrirme cuando te tengo al lado y, sobre todo, que cogés impresionante — explicó arrancando un jadeo involuntario en el rubio —Sabía que simplemente me buscabas por mi físico — respondió demasiado divertido, demasiado avergonzado por tanta cosa bonita que le dedicó gratis, sin pedir nada a cambio. —Puedo asegurarte que también te busco por eso — afirmó el castaño un poco afectado por aquella voz ronca de su precioso hombre. —Recordame por qué no nos fuimos juntos. —Porque tu amigo los dejó a pata y yo andaba con Marco — explicó divertido —, pero mañana tengo todo el día libre — confesó arrancando una fuerte carcajada en ese rubio tan bonito. —Te paso a buscar al mediodía. Comemos en mi casa que no va a haber nadie— ordenó y Emanuel se dejó llenar de esa electricidad que le recorría el cuerpo cada vez que él tomaba el mando de la situación. Mierda, le gustaba demasiado que aquel pendejito fuese así de dominante. —Te espero a las doce y media — respondió y dejó el celular sobre la mesa de luz.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD