CAPÍTULO DIECISIETE Estefanía despertó de sus sueños con el resuello de una mujer que se está ahogando y sale del agua. Pero a su alrededor no había mar, solo la cama destartalada de la casa de la curandera. Estefanía gimió, a la espera de que empezara el dolor, pero ahora mismo no existía. Desde luego, no había nada que igualara al miedo de cerrar de nuevo los ojos. —Bien —dijo la curandera—. Estás despierta. No estaba segura de que pudieras superar la noche. Apretó la palma de la mano contra la frente de Estefanía. —No hay fiebre. Eso es buena señal. Creo que podrías sobrevivir. Estefanía sobreviviría. Podía encontrar el modo de sobrevivir a cualquier cosa. —Ni tan solo sé cómo te llamas —dijo Estefanía. Se incorporó y, aunque el movimiento resultó ser demasiado rápido para ella, n