Capítulo 2: Maldito Jenkins

2300 Words
Capítulo 2: Maldito Jenkins. Julia. Es bastante cómica la manera en la que ambos estamos tensos mientras esperamos la llegada del cliente que tenemos agendado para hoy. Es nuestro segundo negocio trabajando juntos y el ambiente se siente pesado, muy pesado. Estamos frente a frente en la mesa de la sala de juntas, lugar que se ha escogido para que sea un lugar “pacifico” y así no entremos en discusiones rápidamente. Igualmente creo que lo que me causa gracia es que ambos nos miramos con muchas ganas de gritar, pero sabemos que no podemos hacerlo porque estamos a punto de entrar en una muy importante reunión. —Espero que te comportes —me dice y lo único que le muestro es mi lindo dedo medio, lo veo rodar los ojos —, no quiero que dañes este negocio Lloyd, es muy importante. —Cállate, ¿si? Si alguien de aquí comete un error, claramente no seré yo. No me digas cómo tengo que actuar porque sé muy bien como hacerlo, en cambio, espero que no te seas tan arrogante delante de los clientes y piensa con la cabeza de arriba delante de las mujeres. —Tengo novia, ¿Sabes? —me dice con tanta calma que ruedo mis ojos. —Oh, claro que sé que hay una pobre mujer que anda por ahí sin saber que su novio la engaña con cuánta mujer se le pasa por el frente. Me das tanto asco. —Solo te doy asco porque no has podido ver mis encantos de cerca, pero cuando quieras te los demuestro —guiña uno de sus ojos claros en mi dirección y hago una mueca de desprecio. —Pobre novia la tuya, si supiera quién es, no dudaría en decirle la clase de hombre que tiene por novio. No vales nada, Jenkins. Él se encoje de hombros y se levanta cuando escuchamos pasos atrás de la puerta, yo lo imito. Su cuerpo cambia, sus hombros se tensan, su mirada se vuelve mucho más oscura y adquiere una personalidad más fuerte, como si fuera un hombre totalmente diferente frente a los clientes. Me causa curiosidad verlo reaccionar de esa forma. —Buenas tardes, bienvenidos —a la sala de juntas entran tres personas. Una mujer adulta de mediana estatura que viste un conjunto azul oscuro, muy elegante para una reunión informal como esta; a su lado hay un hombre mucho más joven, cabello rubio peinado hacia atrás y un traje de tres piezas color gris y por último hay una joven morena, muy linda que nos da una sonrisa amable y es la primera en tender la mano. Se presenta como Aída Galán, la contadora de la empresa que tenemos como cliente el día de hoy. —Un placer conocerte, Aída —le digo con amabilidad —Soy Julia Lloyd, ejecutiva de cuentas y él es mi compañero Martín Jenkins, estaremos trabajando juntos en su negocio. —Me alegra conocerlos al fin, he escuchado hablar maravillas de ustedes dos, que bueno que trabajen juntos para este caso, me imagino que sí por separados son impresionantes, juntos son una bomba. Buen equipo —dice el hombre y mi sonrisa es tensa de inmediato. No trabajamos bien juntos. —Pues si, eso es cierto. Pero ya lo verá usted con sus propios ojos —le dice Jenkins dándole un apretón de manos. Por último, la mujer elegante se sienta sin siquiera saludarnos y entonces la imagen que tenía de ella como elegante se pierde y pasa a ser una mujer bastante arrogante y mala clase. Finjo que no me afecta su actitud y que no estoy molesta, pero Jenkins si que se ha dado cuenta y me da una mirada de advertencia. Y como no quiero cagarla, muerdo mi labio inferior con fuerza y tomó asiento cuando los invitados ya lo han hecho. La reunión no es tan desastrosa como había imaginado, pero aún así, Jenkins y yo seguimos sin ponernos de acuerdo en nada, si yo digo arriba, él dirá abajo y si yo digo abajo él dirá arriba y así… Es imposible que ambos estemos de acuerdo y es Aída quién con una sonrisa amable decide por nosotros quitando nos ese peso de encima. La junta termina siendo un éxito, unos nuevos clientes llegan a nosotros y respiro aliviada cuando se van felices. —La próxima vez que yo diga algo, no me lleves la contraria ¡Que momento tan incómodo hemos pasado por tu culpa! —me ruge Jenkins dando un golpe en la mesa y con el ceño muy fruncido. —¡¿Disculpa?! —levanto igualmente la voz —¡Fuiste tú el que siempre cambiaba todo cuando sabía que mis ideas eran mejores que las tuyas! —¡Por supuesto que no, yo tengo más razón en todo! —grita y yo suelto una carcajada por lo idiota que es. —¡No seas ridículo! —exclamo mirándolo fijamente —, escogieron mi idea porque es mejor, así que no me eches la culpa de tus fracasos porque sabes muy bien que el cliente siempre tiene la razón. —¡Por favor! Son solo unos ciegos que no entienden bien de negocios, una es muda, el otro es sordo y la única que medio servía ha escogido mal. La puerta en ese momento se abre y cierro mis ojos con fuerza cuando veo que quien ha abierto es Erin, mi asistente y así lado está Aída y ahora está furiosa, ya no es la misma amable de hace poco. Mierda, mierda. —Yo… Yo —Jenkins comienza a balbucear y ella levanta una mano para callarlo. —Julia, ¿Puedo hablar un momento contigo… a solas? Asiento rápidamente y salgo de la sala de juntas rumbo a mi oficina invitando a Aída a entrar, tengo muchos nervios, ella ha escuchado lo mal que los ha tratado Jenkins y no me sorprendería si se retira del negocio, si yo estuviera en sus zapatos, es lo que haría. —Aida, lo siento mucho, Martin es… —Un idiota —me interrumpe ella con clara molestia en sus palabras, hago una mueca y exhalo. —Yo realmente lamento que hayas tenido que escuchar lo malo que él es, yo… —No te cae nada bien, ¿No? —niego con mi cabeza. —Siempre hemos tenido nuestras diferencias, jamás hemos podido estar de acuerdo en algo, es algo mutuo y que lleva años sucediendo —hago una mueca —, lo siento, no debería de estar hablando de ese tema contigo. Ella suspira y mira con atención mi oficina. —Me agradas Julia, realmente lo haces y me gustaría trabajar contigo —, mis esperanzas nuevamente crecen al pensar que puedo seguir manteniéndola como una cliente —, pero saber que trabajas en el mismo lugar que un hombre que se expresa así de sus clientes me parece fatal. No quiero volver a este lugar nunca más en mi vida, ni recordar en ese nombre. Espero que, si algún día él ya no trabaja acá o tú vas a trabajar en otro lugar, sepas que ese día puedes buscarme, pero mientras él siga cerca, yo mantendré a la empresa para la que trabajo muy lejos… Y si puedo, también a mis colegas, porque no quiero que hablen mal de ellos. Quiero llorar, realmente quiero hacerme una bolita y estallar en sollozos. Ahora más que nunca estoy odiando a Jenkins por su maldita bocota e imprudencia. —Ha sido un placer conocerte, Julia. Y lamento como han terminado las cosas. —Yo lo lamento más —tomo asiento en mi silla de escritorio con bastante tristeza y rabia contenida. Estoy muy decepcionada. Aida me da una última sonrisa y sale a toda prisa de mi oficina y camina directamente a los ascensores, imagino que su velocidad se debe a que no quiere toparse con Jenkins y yo me sumo a esa lista. No quiero verlo o juro que no respondo por mis actos. Llevo las manos a mi cara y suspiro con fuerza y no me extraña cuando siento mis manos mojadas porque tenía el llanto contenido y ahora ha bajado libre por mis mejillas. Sollozo con fuerza por toda la frustración que estoy sintiendo en el momento, no me gusta perder, no me gusta quedar como la mala o que tengan una mala imagen de la compañía, porque es lo que va a pasar. Nadie hablará de Jenkins mal, lo harán de la compañía porque él es un representante de esta y lo está haciendo muy mal; el que Aída hable al respecto y cuente su horrible experiencia a la prensa y a sus conocidos, será una bajada demasiado fuerte para nosotros. Y mi puesto peligra, peligra demasiado. Decidida voy hacia la oficina de mi jefe, porque debe enterarse primeramente por boca nuestra antes de bocas externas, eso solo añadiría más mierda al asunto. Doy tres toques a la puerta abierta viendo que su asistente está adentro hablando con ella y no me puede hacer pasar. —Hola —ambas me miran y no sé qué aspecto tengo, pero parecen preocupadas y rápidamente se acercan a mi. —Cariño, ¿qué te ha pasado? —pregunta ella bastante preocupada y limpiando mis mejillas. —No puedo hacerlo, no quiero verlo más. —Digo entre sollozos y ella rápidamente le da una mirada a su asistente. —Carol, sal por favor, necesitamos conversar a solas. —Si señora. Carol sale de la oficina cerrando tras su espalda, Diana me acaricia la espalda con ternura y me lleva hasta uno de los sofás que hay en su oficina, el más largo en el que podemos estar juntas, toma una jarra de agua y un vaso, sirve un poco de está en el y me lo da. —Toma, será mejor que te relajes y me cuentes bien que ha sucedido. Tomo el vaso de agua con mis manos temblorosas, doy pequeños sorbos dejando que el agua relaje mi garganta y tomo profundas respiraciones antes de comenzar a hablar. —La reunión con los clientes de hoy había ido bien. Llegamos a un acuerdo y todo estaba listo, solo faltaba una reunión más para ultimar detalles y firmar el contrato, pero entonces… —cierro mis ojos y tomo más agua —, él comenzó a reclamarme, llegamos a los gritos y él habló mal de los clientes, realmente habló mal. La veo cerrar los ojos con fuerza, ya intuye por dónde va mi conversación. —La contadora se había devuelto y escuchó todo. Ha cancelado nuestra cooperación, hemos perdido el contrato por culpa de nuestras peleas. No digo que es solo culpa de Jenkins, aunque en parte si, no tenía que hablar mal de ellos, pero al fin y al cabo se necesitan dos para pelear y esa segunda era yo. No quiero seguir trabajando con él, por favor haz que ya no tengamos que atender juntos a los clientes, no puedo verlo a los ojos y no pensar en cuanto lo odio. Mi voz suena bastante dura, hablar de él es algo que me pone muy mal y mucho más cuando se trata de haber perdido un muy buen negocio por su culpa. —Cariño, no te rindas por favor —ella toma mis manos entre las suyas —, Jenkins recibirá el castigo necesario por haber hablado mal de los clientes, lastimosamente es lo único que podemos hacerle, porque gran parte del comité lo quiere a él en mi lugar. Mientras por otro lado, yo te quiero a ti y muchos más te apoyan. Yo necesito que seamos mujeres las que sigamos liderando, me quedaría demasiado tranquila sabiendo que tú ocupas mi lugar, pero no puedo dejar que trabajen por separado porque una de las clausulas que puso el comité para escoger a un nuevo gerente entre ustedes dos fue ese mismo, verlos trabajar en equipo. Si no lo hacen ambos se irán, ninguno ganará y si no es alguno de mis empleados estrellas, yo no sé qué va a ser de la compañía. No hay ningún empleado más capacitado para que también entre en consideración para ser gerente, en la reunión se dieron únicamente dos nombres, el tuyo y el de Martín. De no ser ni tu, ni él, vendrá alguien externo y sabes lo poco que me gusta que venga algún intruso, más que todo a ocupar mi lugar —ella parece realmente acongojada con lo que me está diciendo —. No permitas que mi puesto quede en manos de un extraño, es para ti, pero debes cumplir con lo que pide el comité para lograrlo. —Y quiero hacerlo, Diana. Pero lo veo y me dan ganas de —Suelto un fuerte suspiro y acaricio mi sien —, le daré una semana más de oportunidad. Si no puedo llegar a una mejor relación con él, pasaré mi carta de renuncia. Sus ojos se abren como platos al escuchar mis palabras, me encojo de hombros. —Realmente estoy cansada de todo este asunto. Hoy fue peor que nunca y no lo quiero repetir, si en una semana no he logrado nada, porque créeme que voy a luchar por esto aunque sea por corto tiempo; me iré de acá y buscaré un mejor lugar sin compañeros odiosos que quieren hacerme la vida imposible. —Un mes —dice ella y yo niego rápidamente con la cabeza —, por favor, en un mes es la próxima reunión del comité, si la balanza está a tu favor para ese entonces, yo misma despido a Martín. —¿Lo prometes? —Jamás había hablado más en serio. Sus palabras de alguna manera llegan a calmarme y asiento. —Un mes. Solo eso. Ni un día más.
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