CAPÍTULO III La Duquesa se acomodó en las almohadas. La medicina parecía comenzar a hacerle efecto y se le veía menos cansada. —Creo que es mejor que empecemos desde el principio— dijo—, ¿Qué sucedió? Gardenia, pálida como una muerta, juntó las manos luchando por controlarse y trató de mantener la voz calmada. —Fuimos muy pobres desde que murió mi padre —musitó en voz baja—. En varias ocasiones le sugerí a mi madre que te escribiera para informarte de nuestra situación, pero nunca quiso preocuparte. La Duquesa lanzó un pequeño grito. —Jamás lo imaginé! ¡Qué injusta fui! ¡Soy muy rica, siempre he tenido cuanto quiero!— se puso las manos sobre los ojos y dijo con voz temblorosa de emoción—, debes perdonarme, estoy muy avergonzada. —Ella no quería que te preocuparas y cuando vivía mi p