Con sutileza Marcos Heredia colocó un anillo en el dedo de Maite, mirándole fijamente, y con el corazón palpitando fuertemente habló:
—Maite Ferri, ¿aceptas ser mi esposa?
Ella le miró fijamente a los ojos, los cuales se encontraban relucientes Cómo si expresara el amor que sentía con la mirada.
—Acepto —afirmó, y acto seguido Marcos Heredia se levantó para tomarla en sus brazos y besarla apasionadamente.
Al soltar sus labios, besó la mano de su amada y ella contempló el anillo con una ancha sonrisa. No podía creerlo; hace apenas un año que empezó su relación con él, el CEO más poderoso del país, y ahora él le había propuesto matrimonio delante de toda la sociedad que lo rodeaba.
—Te amo, hermosa —susurró Marcos al soltar un suspiro que le dejó sin aliento.
Era un hombre de buenos atributos, su rostro hermoso decorado con unas cejas negras bien enmarcadas, unos labios gruesos y acorazonados, su piel era suave y sin marca alguna, ni que decir su porte alto y varonil, por donde pasaba robaba miradas sacando más de un suspiro, todas las mujeres de la ciudad deseaban tenerlo bajo sus sábanas.
Al ser el hombre más poderoso del país, era codiciado por todas las mujeres, más sin embargo, Marcos Heredia sólo tenía ojos para Maite Ferri, al menos así sucedió desde el día que la conoció.
Sus ojos negros brillaban a la luz de la noche mientras contemplaba el hermoso rostro de su amada.
La sala se llenó de aplausos y felicitaciones hacia la pareja recién comprometida, la misma noche fijaron la fecha de boda.
En una esquina de la misma sala se encontraba Emma, ella alzó la copa de champán y bebió de un sorbo, acto seguido la presionó con fuerza llena de irritación.
—¿No me vas a felicitar, Em? —cuestionó Maite al acercarse.
—Por supuesto que sí —replicó la mujer mientras forzaba una sonrisa.
Emma abrazó a Maite con hipocresía, sentía un sentimiento rencoroso hacia la que decía ser su mejor amiga, más que rencor lo que ella sentía era envidia y odio. Las razones, amaba a Marcos Heredia en silencio y se llenaba de cólera al verlo comprometido con otra mujer que no era ella.
—Me devuelves a mi futura esposa —farfulló Marcos tras de Maite, Emma asintió y las amigas se soltaron.
—¡Felicidades!, les deseo muchos años de felicidad.
‹‹Más bien de infelicidad, ¡maldita desgraciada!››, replicó en sus adentros.
—¡Gracias! —Marcos tomó la mano de su amada y la llevó al jardín. Abrazándole desde atrás fue dejando una línea de besos que descendían desde el cuello hasta el hombro—. Te amo princesa— susurró al oído haciendo que los bellos de la piel se ericen. Maite cerró los ojos y suspiró profundo, lentamente se fue girando hasta quedar frente a su amado.
—Yo también te amo —aclaró ella con ojos de amor. Unieron sus labios adentrando sus lenguas en sus bocas, sus manos recorrían sus espaldas.
Pasada la medianoche subieron a la habitación y desnudaron sus cuerpos.
—Es mi primera vez —susurró al oído de su futuro esposo.
—Si no quieres, no tienes por qué hacerlo —replicó Marcos con firmeza.
—Sí quiero, deseo ser tuya hoy mañana y siempre.
Marcos llevó su mano a su dureza para luego colocarla en la entrada de Maite, al sentir la hombría de Marcos caer sobre su humedad, Maite Ferri cerró los ojos y presionó las manos de su amado que se encontraban sobre la de ella. Acto seguido gimió y abrió los ojos al sentir el asentamiento que desprendió sus delgadas telas virginales.
—¡Ay, ohoh! —murmuró arqueándose y presionando sus piernas.
Una vez dentro Marcos empezó hacer movimientos delicados que llevaban a su amada al cielo, acarició su cuello para llegar hasta su pezón donde succionó una y otra vez. Segundos más tarde las embestidas eran fuertes y contundentes, le era explícito verla y escucharla desde lo alto gemir con cada entrada y salida que hacía. Cuando la calentura subió a su cabeza Maite quiso gritar pero ahogó el grito placentero en su garganta, presionó las sábanas con sus largas uñas y expulsó su espesés, quedó jadeando a la misma vez que Marcos terminaba de regarse dentro de ella.
—¿Me amas Marcos?, ¿prometes nunca abandonarme y lastimarme?
—Jamás, te amo demasiado como para hacerte daño, si algún día sucede eso… Ese día moriré yo también.