Al verla desnuda sobre el piso frio, la rabia lo segó y con el corazón roto en mil pedazos, Marcos llamó a la policía.
Cuando llegaron rodearon el lugar donde el hombre estaba tendido. Recogieron el arma y el bastón con que había sido atacada Elisa para evidencia, a Maite la llevaron a prisión aun estado inconsciente, la droga la tenía aun durmiendo.
Cuando la policía se llevó a Maite, Marcos se dirigió al hospital, desde que se llevaron a su abuela, había entrado a quirófano hasta las seis de la mañana aún no salía.
Los doctores estaban haciendo lo posible para salvarla, la operación estaba saliendo bien, Elisa estaba temiendo un hermoso sueño, en él estaba su amado esposo recibiéndola con los brazos abierto y tras de él, estaba su hijo y su nuera, padres de Marcos, que habían muerto hace años.
Su nuera lloraba y Elisa secaba sus lágrimas.
—No lo dejes solo —pronunciaba Mer—. Me lo prometiste.
Elisa desde lo alto en las nubes veía a su nieto triste .
Cuando los padres de Marcos murieron, Elisa llegó al sitio del accidente y a la única que encontró con vida, fue a su nuera Mer, madre de Marcos.
‹‹—Prométeme que lo cuidaras, y que no lo dejaras solo››, fueron sus últimas palabras. Entre lágrimas Elisa asintió y desde aquel día había vivido para cuidar a su nieto. Marcos era lo único que le quedaba de su hijo, quien murió junto a su esposa en aquel accidente de tránsito.
Cuando estaban por finalizar la operación, algo sucedió, todos los doctores empezaron de moverse más rápido. Elisa se estaba yendo, usaron la máquina para traerla de vuelta una y otra vez.
La pantalla de la máquina mostraba una línea recta y un sonido que decía, que la vida de Elisa se había ido. Alfonso agarró las planchas y subió la intensidad, empezó a golpear el corazón de Elisa para traerla de vuelta. Los demás miraban y movían sus cabezas en demostración, para ellos ya era inútil: Elisa se había ido.
—Vamos Elisa —clamaba Alfonso—. No puedes irte, hazlo por Marcos.
En la sala de espera, Marcos caminaba de un lado a otro, de pronto las puertas del quirófano se abrieron y salió Alfonso, mojado en sudor se quedó estático. Marcos se acercó lentamente y con un nudo formado en su garganta, miró a los ojos a su amigo, el mejor doctor de la ciudad, con una voz aguda y tenebrosa preguntó.
—¿Todo está bien? ¿Verdad?
Alfonso movió la cabeza y este le agarró del blanco overol, con una mirada asesina y un dolor profundo en su corazón, Bramó.
—¿Dime que está bien?¿Dime que mi abuela se salvó?
En la última pregunta sus ojos se tornaron luminosos por las lágrimas que amenazaban con salir, Alfonso lo trató de calmar diciendo.
—Elisa está bien, pero… —hizo una pausa y tragó grueso.
—¿Pero qué? —preguntó furioso Marcos.
—Entró en estado de coma…
Llevando sus manos al rostro e inclinándose sintió un dolor profundo en su pecho y con vos débil pronunció.
—Es lo mismo que muerta —las lágrimas rodaron por sus mejillas, esta vez no las detuvo, eran lágrimas por su abuela, la mujer que más lo amó en la vida.
—No… —dijo Alfonso— Hay posibilidades de que despierte.
—¿Despierte? —sonrió Marcos, con una sonrisa desganado seguido dijo— ¿Cuándo? ¿Después de cinco, diez, veinte años?
—Ten fe, Marcos. Elisa es muy fuerte, tarde que temprano va a despertar —trató de calmarlo Alfonso.
Después de eso Marcos se dirigió a prisión Maite aún estaba dormida.
Se paró frente a ella, mirándole con despreció, ella se levantó aturdida, estaba teniendo una pesadilla. Abrió los ojos con asombro y lo primero que vio fue el hermoso rostro de Marcos.
Sonrió pero él estaba tan furioso que se notaba en la mirada, ella le tomó las manos de él con felicidad
—Llegó el día, amor.
Él se soltó de su agarre bruscamente y se alejó de la cama polvorienta donde estaba Maite, ella miró con asombro la actitud de Marcos, al sentarse miró para todos lados.
—Marcos ¿Qué sucede? ¿Qué es este lugar? —él volteó para verla y su rostro se tornó un color rojo destellando la rabia que poseía dentro.
Angustiada Maite no sabía qué era lo que sucedía, cuando Marcos se decidió hablar.
—¡Esto es prisión!