Capítulo 2: ¡El estirado de las Vegas!

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¡EL ESTIRADO DE LAS VEGAS! —¿Lista para esto? Parpadeo cuando la voz de Jared llama mi atención. Hace un tiempo Jared apareció en mi vida haciéndome saber que compartíamos el mismo padre. Él y el hombre que se hace llamar mi padre, estamos estacionados frente a una majestuosa casa en Los Ángeles, California. La hermosa vivienda pertenece a los padres de la novia de Jared, Marcella Johnson. Con mi mejor sonrisa espero mientras este llama a la puerta y segundos después es abierta por la propia Marcella que se arroja a los brazos de Jared haciendo flotar su cabello rojo. Paul y yo intercambiamos una mirada divertida. Aunque en secreto me parece algo dulce ver cómo ambos se procuran e intentan hacerse felices. Ellos tienen su propia historia, según me ha contado el mismo Jared. Los ojos grises de Marcella se posan en nosotras. —Pasen, sean bienvenidos a la casa de mis padres. En el interior hay varias personas, pero mis ojos se quedan sobre una persona en específico. «¡El estirado de las vegas!» Tiene que ser una broma. —¿Supongo que recuerdan al doctor que te atendió cuando te accidentaste? —Anuncia Marcella a una mujer de mediana edad, con cabello rojo y ojos verdes astutos. —Espero que se encuentre mejor señora Johnson. Dice mi padre Paul, junto a mí, efectivamente la mujer es Brianna Johnson y junto a esta se encuentra Demetrious Johnson, ambos son los padres de Marcella. Apenas escucho de qué hablan, porque mi mirada rivaliza con la del hombre. —… El mundo es un pañuelo. —Ni que lo digas —espeta el estirado llamando la atención de todos que nos miran en silencio. Jared es el primero en romper el mismo. —Ahora recuerdo que ustedes tuvieron un altercado en la boda de Dylan y Alondra. —¿En serio? —La voz de Marcella es incrédula. — ¿No recuerdas? —Yo si te recuerdo —salta uno de los presentes mientras se acerca a mí—Hola, soy Alondra Johnson. Tiene una sonrisa amena y jovial. La recuerdo, jamás olvido a una novia resplandeciente y esta chica lo estaba en su día. —Un placer conocerte. —Marcella me había hablado de ti —ladea la cabeza con una mirada casi apenada —y casi te dejo calva cuando te vi con Jared. La novia Jared ahoga una exclamación mortificada, pero me encuentro riendo un poco ante la situación. El esposo de Alondra niega e intercambia unas palabras con su esposa antes de posar sus ojos verdes en mí. —Soy Dylan. El hermano simpático de los Johnson. —Muy gracioso —espeta el estirado —La señorita y yo tuvimos un altercado por su culpa. Tienes que estar jodiendo conmigo. —¿En serio? Porque si mal no recuerdo, tú no veías por donde caminabas —le doy una mirada seria—Y, mira que tengo excelente memoria. Entrecierra los ojos y está claro que no le gustan mis palabras. —Más bien eres algo atolondrada. —¡Luca! —Las mujeres exclaman al unísono. Así que el estirado se llama Luca. Bien, era un detalle que no recordaba. Pero lo que sí recordaba era su aspecto. Alto, delgado, pero fuerte, con hombros anchos y tiene un singular aspecto descuidado, pero es evidente que trabaja por verse de esa forma. Tiene el cabello más claro y sus ojos son de un tono oscuro, pero recuerdo que el día que le conocí parecían casi verdes. «Sí, es todo un niño bonito de los que tanto detesto» Pongo mi mejor cara de póker y replico: —Vaya, ¿eso te hace sentir más seguro de ti mismo? Niño bonito. Dejo que la burla sea evidente y este me ve con una expresión mortífera. Al parecer no soy su persona favorita por la forma en que me mira. «Es una pena que estemos conectados por nuestros hermanos.» Todos intentan mantener un buen ritmo en la conversación y la bebida fluye, pero la mirada de Luca es perspicaz y curiosa. En un momento pido a Marcella utilizar el baño y me indica el camino hasta la oficina de su padre. Me alejo y una vez dentro, me permito respirar profundo. Todo esto me agobia un poco. No estoy acostumbrada a convivir con muchas personas. Siempre fuimos mi madre y yo. Cuando ella murió me aísle más, hasta que él apareció y creí que había encontrado a mi persona. Solo para darme cuenta de que fui un burdo juego. Niego. Me lavo las manos y evito pensar en mi pasado más de lo necesario. Le doy un poco de color a mis pálidas mejillas y aseguro mi cabello en una horquilla. Mis ojos claros se ven muy grande para mi rostro ahora mismo, y quiero pensar que es por todo lo que ha ocurrido el último mes. Una vez más tranquila, salgo del baño solo para toparme con Luca deteniéndome en seco. —¿Qué quieres? —Una disculpa por tus palabras de allá afuera. Arqueo la ceja y su ceño se acrecienta. —¿De verdad piensas que te mereces una disculpa? —me rio entre dientes —ya. Es que se me olvida que los todopoderosos como ustedes siempre son los que reciben disculpas. Chasquea los labios. —Bueno, dado que tu hermano es uno de esos, creo que deberías de ser más simpática conmigo. Jared no es malo, ni por asomo. No tengo mucho de conocerlo, pero ha sido una excelente persona… ha sido paciente a esta nueva realidad de que somos hermanos. Barro de pies a cabeza al niño bonito y chasqueo los labios. —En tus sueños —replico y paso a su lado, pero me sorprende cogiéndome del brazo. —No te confundas conmigo, Flor —remarca la última palabra y lo fulmino con la mirada, —puedo ser muy paciente, pero no soy un idiota al que puedes ofender —sonríe con cinismo, —creo que desde que no conocimos hemos estado de situaciones desfavorecedoras, pero también sé jugar el mismo juego. Me libero de su agarre que en realidad no es duro. —Mi nombre es Florencia —escupo enojada —y si fuera tú, no empezaría un juego que no puedas terminar Es su turno de reír. —¿Apostamos? Lo fulmino con mi mirada antes de dejar la oficina. Idiota. Cuando llego a la sala, todos siguen planeando el próximo enlace de Jared con Marcella. Ninguno se da cuenta de que Luca me sigue a excepción de Alondra que me da una mirada curiosa. Tomo asiento junto a Paul y escucho lo que dicen. O eso, intento. AÑO Y MEDIO DESPÚES. En los últimos meses, mi vida dio un cambio inesperado. Por años creí que mi padre nos abandonó a mi madre y a mí simplemente porque no nos quería, cuando en realidad, mi madre no supo afrontar el desamor de Paul, y me arrastro a una vida llena de ausencia y en cierta forma, albergando un resentimiento en mí por su abandono. Hoy en día he descubierto que las cosas no son como me hizo creer. Y, no solo eso, también descubrí que tengo un hermano mayor. Jared Baker es un hombre que tampoco ha tenido una vida fácil. Descubrió que el hombre que lo maltrato por años, y le obligo a hacer cosas que no quería, en realidad, no era su padre. Ambos somos muy diferentes, pero hemos entablado una relación y a su vez hacer lo mismo con Paul, nuestro verdadero padre, pero para eso tuve que dejar las Vegas y trasladarme a Los Ángeles. Jared fue amable en ofrecerme vivir en el departamento que tiene en el centro, el mismo que no ocupa, ya que ha reformado la casa familiar convirtiéndola en un hogar que comparte con su esposa y su hermosa bebé, mi sobrina Erin Baker. Una hermosa pelirroja que amo y de la cual no podría estar separa mucho tiempo. Al principio estaba algo reacia de quedarme en Los Ángeles, pero acepté con la única condición de que me dejara pagar un alquiler por él, cosa que no ocurrió porque Jared nunca ha aceptado mi dinero. Paul y Jared son dos hombres que están bien a nivel económico, pero no espero nada de ellos. «Nunca he sido una aprovechada y no empezaré ahora.» Así que, cuando la esposa de Jared me ofreció el puesto de asistente de su hermano en la agencia de publicidad que maneja junto a sus hermanos, no dude en aceptar. Se supone que era temporal. Pero hoy tengo más de un año trabajando codo a codo con Dylan y debo decir que me gusta mi trabajo. Cumplo con mis pendientes y canalizo todos los pendientes para Dylan. Es un jefe duro, pero muy considerado con todo su personal, si algunas veces le sale el ogro interior, pero he aprendido que es cosa de familia. Mi móvil suena y lo tomo sin mirar quién es. —¿Hola? —Pizza y una película para esta noche. Sonrió con diversión ante la voz de Austin, mi mejor amigo, uno que también encontré en esta ciudad y que adoro. —Ese plan me gusta, pero ¿no tienes una cita con…? —Florencia —me corta en tono severo, —estoy en código rojo en ese departamento. Hago una mueca. —Lo siento. —¿Nos vemos esta noche en el departamento? —Tenemos una cita —replico en tono suave y con eso cuelga. —¿Dylan? ¿Está en su oficina? Levanto la mirada y me encuentro a Luca Johnson. O como le digo desde que le conozco: El estirado. El destino fue muy curioso al volver a unirnos luego de que le conociera en las Vegas. «¿Quién diría que volvería a verle y que estaría trabajando en su empresa?» —Florencia —el tono desesperante de Luca me hace aterrizar, —no quiero reventar la burbuja con tu novio, pero estás en horario de trabajo. Idiota. «Austin No es mi novio, pero que sabrá él». —Dylan está en una videollamada y no quiere ser molestado. —Necesito verle. Ahora. Suspiro. —Cuando termine le diré que has venido a verle —mi tono es serio y profesional. —No me sirve con eso, —avanza con intensión de entrar, pero me levanto de un alto y le corto el paso. —Dylan me pidió que no le molestaran. —Es de trabajo, ahora muévete. Resoplo. «Dios, qué insufrible». —Luca, tu hermano fue muy claro en sus órdenes, no me hagas el trabajo más difícil. Arquea la ceja. —¿Te parece difícil trabajar aquí? —No, solo que yo debo cuidar mi empleo. «Pero que sabrá el de cuidar empleos». Me muerdo la lengua para no decir lo que no debo… en mi horario laboral. —Pues, como tu jefe, te ordeno que te apartes. Soy consciente de que todos en el piso nos miran. «Perfecto, seré la comidilla de mis compañeros de trabajo». Me aclaro la garganta. —Técnicamente, mi jefe es Dylan, soy su asistente, no la tuya. Sus fosas nasales se expanden ante mis palabras. —Flor, es una emergencia y estás obstruyendo el paso; así que, si no quieres que sea borde contigo, apártate. Abro mis ojos ante sus palabras y cuento hasta cien para no replicar. «He descubierto que me llama Flor cuando quiere molestarme». Así que, en cambio, me encuentro preguntando. —¿Estás bien? Me fulmina con su mirada y de mala gana me aparto de su camino. —Gracias —su tono es seco antes de pasar por mi lado y abrir la puerta. Levanto las manos en rendición cuando me quedó sola. Me siento al tiempo que escucho una retahíla de maldiciones, ya que Luca ha dejado la puerta medio abierta. Segundos después, Luca deja la oficina de su hermano y se aleja hasta la sala de juntas sin siquiera mirar hacia atrás. —¡Florencia! Me pongo de pie ante el llamado de Dylan. —¿Sí? —inquiero entrando para encontrarlo furioso. —Llama a Marcella y dile que tenemos una reunión urgente. —Sí, enseguida —logro decir antes de dejar su oficina, y me estremezco cuando cierra de un portazo. Ella está trabajando desde casa, pero supongo que debe ser un lío grande si han requerido su presencia. Miro a Dana, la asistente de Marcella. —¿Puedes decirle a Marcella que Dylan la necesita en la sala de juntas para una reunión de emergencia? —cuchicheo antes de ir detrás de Luca. «¿Por qué? No lo sé, pero algo malo ha sucedido». Mi relación con Luca no es buena; de hecho, somos lo más cordial dentro de la empresa; sin embargo, fuera de esta hemos tenido nuestros encontronazos. «Somos como el agua y el aceite». De eso no hay duda. Nuestras familias saben que no nos caemos bien. Pero, simplemente, no puedo hacerme de la vista gorda. Me detengo afuera de la sala, respiro profundo, abro y entro para encontrarme a Luca de pie mirando a través de los ventanales que dan a la ciudad. —¿Sucedió algo malo? Me da una mirada por encima de sus hombros. A diferencia de Dylan, Luca prefiere usar camisas arremangadas y pantalones de vestir, a veces usa americana, pero casi siempre descartando la formalidad que le da la corbata. No es muy dado a la formalidad, lo he aprendido desde que estoy dentro, él tiene un estilo propio. Pero debo admitir que no lo necesita, su ingenio en cada campaña lo hacen un activo indispensable en la empresa. «No soy su fan, pero debo concederle eso, las campañas publicitarias de Luca son las más buscadas en el mercado y cada año los internos que aplican a trabajar con él crecen, eso es lo que me han dicho y lo creo porque hace una semana, hubo un revuelo por cuantos internos aceptaría Luca este año». —¿Necesitas cotilleo para los demás? Salgo de mis pensamientos y frunzo el ceño ante sus palabras. —Oye, solo quería ser algo empática. —En serio, ¿tú? —Vale, sé que siempre soy borde contigo… —No me digas. —Tú también lo eres. «Ya empezamos otra vez.» Dejó escapar el aire y él niega. —¿Sabes qué? Mejor ve a tu puesto. Asiento sintiéndome estúpida. Pero acostumbrada a mostrar que nada me afecta, le miro sin expresión. —Solo quería saber si podía ser de ayuda en algo. Permiso. Abre la boca para decir alguna cosa, pero se calla cuando la puerta de la sal de juntas se abre y aparece Dylan que apenas nos da una mirada. —Necesitamos un plan de contingencia—. Dice a Luca ignorando mi presencia, Dylan asiente a las palabras de este. —¿Necesitan algo? —pregunto a Dylan que me mira al fin. —Solo cuida el frente mientras estoy aquí. Asiento. —Permiso. Con eso salgo de la sala de juntas y vuelvo a mi puesto. Media hora después veo a Marcella atravesar el lugar con un portabebés en su mano, saluda al personal con amabilidad, pero gesto es serio. La curiosidad me puede aún más. Mi cuñada es una mujer que mantiene una sonrisa en su rostro; así que, el asunto es grave. Cuando llega a mí no lo pienso y me pongo de pie. —Te esperan en la sala de juntas —digo en modo de saludo. —Gracias, tuve que traerla conmigo porque mis padres no estaban en casa y… —No te preocupes, yo me ocupo de ella. Le quito el portabebés donde descansa Erin ganándome una mirada de agradecimiento. Marcella está algo reacia a contratar una niñera, ella cree que sería una mala madre si lo hace. Pero, está haciendo un gran trabajo y Brianna, su madre, le apoya. —Gracias. Hago un gesto con mi mano para restarle importancia. —No me lo agradezcas. Serán un par de horas con la tita. Le quito la pañalera y le guiño. —Anda, no hagas esperar más a tus hermanos. Me da una sonrisa de agradecimiento antes de alejarse. Miro a la bebé que duerme plácidamente. Su cabello rojo está un poco aplastado con una enorme diadema y sus mejillas sonrojadas me hacen querer comerme a esta muñeca que sin proponérselo me ha robado el corazón y me siento feliz de ser parte de su vida. Darme la oportunidad de conocer a estas personas ha sido algo inesperado, a veces me digo que es muy bueno para ser cierto. Tomo mis pendientes y me meto a la oficina de Dylan con Erin. Al hombre no le importa ser invadido por una bebé, él tiene a Bella, es unos meses más grandes que Erin y cuando Alondra la trae, la exhibe con orgullo y una sonrisa que solo pocos logran sacar. «Es todo un jefe duro que se vuelve blando con su hija y su mujer». Luca también es un buen tío, adora a ambas niñas. «Creo que es lo único en lo que coincidimos el estirado de las Vegas y yo». Sonrió ante el apodo que odia y por eso me encanta usarlo. Me siento del fondo en la oficina y pongo el portabebés sobre la mesa ratona, frente a mí. Erin ni se inmuta. —Bueno, princesa, esperemos que cuando tu madre salga de esa reunión, me cuente de que va este alboroto, —cuchicheo una vez a solas. No sé cuánto tiempo me quedo ahí, solo sé que el sonido de la puerta abriéndose me alerta. —¿Florencia? —Levanto la vista de Erin y veo a Patricia, asistente del director de recursos humanos y una amiga desde hace años, ella y yo nos reencontramos y volvimos a conectar. Patricia y Austin son una parte fundamental en mi vida—. Te traje un trozo de brownie, pero todos en el pasillo están hablando de que el jefe está en crisis —cuchichea, entrando antes de ver a Erin y poner una tonta sonrisa. —Sabes que amo tu Brownie —digo saboreando el momento—. Aún no sé qué ocurre, pero no andes de cotilla —señalo y esta hace un gesto con sus dedos sobre sus labios. «Patricia había dejado nevada hace un par de años y aunque manteníamos contacto, sabía que trabajaba en una empresa de publicidad, pero me encontré con la gran casualidad que era esta agencia de publicidad, eso fue un soplo de aire fresco». —Erin es una trampa para mi útero —replica haciéndome reír. Niega mientras hace una mueca—, mejor me voy a trabajar, ¿nos vemos esta noche? —Austin y yo tendremos una noche de pizza; así que, estás plenamente invitada a unirte, ¿pensé que tenías una cita con tu bombón? —Inquiero llamando a su novio como ella misma lo llama. Patricia echa para atrás su cabello oscuro y suelta un suspiro. —No me hables de él ahora mismo, mejor lo dejamos para esta noche —dice antes de lanzarle una mirada dulce a Erin y salir de la oficina de Dylan. Cuando quedo a solas, niego con diversión viendo a mi sobrina que se remueve un poco encontrando una nueva posición para seguir con su siesta.
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