Capítulo 1: Un encuentro accidentado.
UN ENCUENTRO ACCIDENTADO:
POV Luca Johnson.
(Las Vegas.)
Sorbo de mi whiskey mientras veo mis cartas.
«No llevo nada y es una mierda.»
Se supone que estamos aquí para la boda de mi hermano mayor con Alondra. La mejor amiga de nuestra hermana menor; sin embargo, todos se han retirado a sus habitaciones luego de sacar a las mujeres de un bar de Stripper.
Sonrío de manera inconsciente y niego.
Mi madre, hermana, tía, futura cuñada y prima se fueron a uno de estos bares de solo para mujeres donde las encontramos quitadas de la pena y entradas a un show.
La cara de todos fue épica.
Así que, resignado a mi amada soledad. Baje de regreso al casino. Como dicen por ahí “Afortunado en el juego desafortunado en el amor.”
Mi vida gira en torno a mi trabajo y familia. Ser el jefe creativo de la empresa de publicidad de un legado familiar me ha hecho poder desarrollar mi profesión sin problemas. Mi padre, Demetrious Johnson, me dio esa oportunidad. Al principio fue duro y critico conmigo. Pero cuando demostré de qué madera estaba hecho, me dio carta abierta para hacer de la agencia de publicidad una de las originales del mercado.
Miro la mesa y arrojo las cartas cuando sé que he perdido.
—Buenas noches, —digo ajustando la chaqueta de mi traje poniéndome de pie y alejarme.
Estoy cerca de la ruleta cuando una chica enfundada en un sexy vestido de lentejuelas rojo me mira mientras sorbe de su Martini. Asiento hacia ella, pero no estoy interesado. Últimamente, me siento… extraño.
Ninguna mujer me llena.
En ocasiones me pregunto: «¿Que está mal conmigo?»
Me alejo algo perdido en mis pensamientos y me dirijo a la próxima salida cuando alguien choca conmigo de la nada y me baña con una bandeja llena de tragos.
—¡Maldición! —gruño cabreado al sentir cómo el líquido corre por mi cuerpo.
—Lo siento, —balbucea una mujer de rodillas y solo puedo ver su cabello rubio en una coleta.
—¿Acaso eres ciega? — Gruño en tono es rudo.
La veo ponerse de pie y sus ojos claros con motas verdes me miran con sorpresa, su boca se abre en una perfecta O, en sus ojos noto el enojo. Es muy joven, me atrevería a decir que más que Marcella.
—¿Qué? ¿Acaso de ciega, eres sorda?
«¿Por qué coño me estoy comportando de esta manera?»
—No, señor —escupe con rabia y me mira de arriba abajo con descaro. —No soy sorda, ciega —sonríe con arrogancia. —Tampoco bruta, ni muda. Por si acaso.
—Porqué siento que estás burlándote de mí —espeto entre dientes.
—Para nada —mueve la cabeza y su coleta se balancea.
—Me debes un viaje a la tintorería.
—¡Usted es el que apareció de la nada! — asevera antes de mira su propia camisa blanca que está algo mojada y dejan a la vista un poco el sujetador.
—¿Qué dijiste?
—Lo que ha oído—, repite poniendo los brazos en jarra. —¿Acaso es sordo?
Alrededor los murmullos se hacen presenten, cuento hasta diez para no perder mi mierda ante su insolencia. Respiro profundo y la miro directamente a los ojos.
—Eres la peor camarera que he visto en mi vida —farfullo con seriedad.
Me mira ofendida.
—Y usted es el hombre más estirado que he conocido en mi vida. Y mire que he visto cada cosa—. Musita en tono es despectivo y una sonrisa chula.
«No me jodas, ¿en serio? Ella me baña con las bebidas y ahora se hace la ofendida»
Con incredulidad la observo tomar la bandeja de piso y pasa por mi lado con la frente en alto.
Obstinada.
Pero, aunque parezca extraño, me encuentro sonriendo ante tal gesto de altivez.
—Mírala y dime si no es hermosa.
Sonrío con diversión ante las palabras de mi hermano que mira a su nueva esposa bailando como una niña junto a Marcella, nuestra hermana menor.
Ellas lo están pasando bien.
—Alondra es guapa, —me encojo de hombros dándole la pelota y este me da un puñetazo en el hombro.
—Es una jodida diosa.
—Vale. Sí, es hermosa y no sé qué vio en ti, —ladeo. —Porque mira que eres feo.
Resopla y me da una mirada mortífera.
—Eso quisieras —replica con suficiencia. —Yo soy el guapo de la familia.
Jared, el novio de nuestra hermana menor, se ríe de nosotros y sorbe de su copa antes de vaciarla y dejarla a un lado.
—En eso estás equivocado, —espeta—. La más guapa es Marcella —nos señala —Ustedes son feos y su hermana una reina.
Le hago una peineta, pero sonrió porque sí. Mi pequeña hermana es una mujer hermosa, inteligente y un dolor en el trasero cuando quiere. Pero no podría amarla menos.
Divertidos nos acercamos a las chicas y escuchamos lo que dicen.
—Sabes, supongo que podrías haberlo hecho peor.
La carcajada de Alondra es despreocupada al tiempo que Dylan pone los ojos en blanco.
—Muy graciosa.
—Solo digo la verdad. —Replica mi hermana mirando a los recién casados con cariño.
—Alondra sabe que mi hermano es un diamante en bruto. —Dylan me da una mirada brillante.
—Verás, hermanito. No hay mujer que te aguante; en cambio, yo he encontrado a la mujer adecuada.
Por supuesto.
Ahogo una risa, mientras mi cuñada le da un ligero golpe.
—¿Quién dice que no vas a aguantarme tú a mí?
Touche, hermano. Me encanta Alondra, ella no come la mierda de Dylan, y es lo que él necesita.
—Mientras, ¿por qué no hacemos un brindis?
No podría estar más de acuerdo. Este hace un gesto a una de las camareras para que nos traiga champán.
—Supongo que no deberías beber mucho o tendrás a una novia muy enojada —susurro a mi hermano que me hace un gesto con su dedo.
Divertido, miro a un lado y me encuentro con la camarera de anoche en el casino.
La guapa mujer con la boca inteligente, sus ojos se abren y su sonrisa muere. Con sorpresa veo cómo da un traspié y la bandeja cae a nuestros pies.
«¿Tiene que ser una maldita broma?»
—Lo siento —dice con horror mientras cae al suelo tratando recolectar los trozos de las copas.
Se ve mortificada ante el lío que ha hecho en un milisegundo.
—Lamento esto, —balbucea al tiempo que mi hermano y Jared la ayudan.
Es evidente que está nerviosa. Se muerde los labios y una extraña sensación me recorre el cuerpo. Eso me cabrea. Porque no debería parecerme atractiva esta mujer tan altanera.
—Veo que ser una camarera torpe es tu cualidad. —Suelto
antes de darme cuenta, y en realidad sé que no debí decir las palabras.
Los ojos claros de la chica se disparan con cólera.
—Tú tienes la cualidad de ser un imbécil —replica poniéndose en pie.
Oculto una sonrisa ante su desparpajo.
—Vaya, qué bonito servicio ofrecen.
Eso la enoja más e ignoro las miradas de reproche de las mujeres de mi familia.
—¿Sabes qué? ¡Vete a la mierda!
Sí. Supongo que no tiene la cualidad de dejarse de nadie.
¿Por qué pelear con ella es tan refrescante?
— ¡Es que a mí todo me sale mal! —levanta las manos hacia arriba, dejando al descubierto su elegante cuello. —Solo me encuentro idiotas.
Arqueo la ceja y la miro con cara de ¿Es en serio?
—Señorita Flor.
Esta cierra los ojos cuando escucha la voz masculina a su espalda, y maldice cuando un hombre bajo y rechoncho se acerca hasta nosotros.
—Florencia. Me llamo Florencia, señor Hugo—. Prácticamente, rechina los dientes y es claro que no le agrada el hombre. En medio del intercambio me doy cuenta de que no sabía el nombre de esta.
Florencia. Así que la impetuosa y furiosa mujer se llama Florencia.
Observo como el hombre que supongo es su jefe, la atraviesa con la mirada.
—Vete a la cocina. Solo causas problemas.
—Solo fue un accidente—, interviene mi hermana frunciendo el ceño ante la actitud del hombre.
Este se endereza y mira a Marcella con seriedad.
—Les pido una disculpa por el imprevisto.
—Sí. Deberían tener en cuenta que tipo de personal contratan. —Me encuentro diciendo.
—¡Luca! —Chilla Alondra en un grito ahogado.
—Lamento el inconveniente, señor, —farfulla el hombre que mira con desprecio a Florencia que me ve con odio.
Lo merezco, si yo y mi bocaza somos una cosa bárbara.
—Flor, ofrece una disculpa a estas personas.
—Florencia —repite entre dientes—. Mi nombre no es Flor, Rosa, mucho menos Lila... me llamo Florencia.
Ella no se deja de nadie. Es claro. El hombre hace un gesto a que haga lo que le ordena antes de ver a Dylan.
—Iré yo mismo por nuevas bebidas— dice con premura antes de alejarse.
Cuando solo queda ella con nosotros. Se aclara la garganta.
—Lamento haber arruinado su momento— mira a Alondra y Dylan.
—No tiene importancia— niega mi cuñada. —Pero, ¿estás bien?
Señala sus manos. Tiene un par de cortes y toma todo de mí no acercarme a ella. Si lo hago, es capaz de estamparme un bofetón.
Asiente con gratitud.
—Sí, gracias—. Mira por encima de su hombro — Calamardo… —se detiene y hace una mueca.
Sonrió de manera inconsciente por su descaro.
—Perdón, mi jefe vendrá enseguida con más bebidas.
—¿A mí no vas a ofrecerme una disculpa?
Ella me regala una sonrisa chulesca.
—A ti, puedo ofrecerte cianuro.
Resoplo, la veo darse la vuelta y se aleja con estilo. Todos me miran en silencio unos segundos antes de echarse a reír con diversión y despreocupados a mis expensas.
Marcella se aclara la garganta antes de hablar:
—Linda manera de hablarle a una mujer, Luca— reprocha con gesto serio.
—Ella comenzó.
—¿Qué edad tienes? ¿Cinco?
La miro mal y ella hace lo mismo, evito hacer una mueca porque realmente eso se escuchó muy infantil.
—Definitivamente, el Massini saca lo peor de ti.
Bufo y evito caer en su juego.
—Italiano obstinado, —murmura Marcella y hace un gesto con sus dedos.
—Solo lo he visto así cuando dije que la piña en la pizza era buena. —Miro con auténtico horror a Alondra que nos mira con diversión.
Jared se ríe de mi expresión.
Es lo último que un italiano desea escuchar. Tal vez no hayamos nacido en Sicilia, pero papá nos inculcó el amor por esa tierra de la cual descendemos.
La misma tierra que me ha dado los mejores momentos.
Niego ante sus palabras, y las bromas comienzan, pero me encuentro en búsqueda de la mujer de manera inconsciente. La veo un par de veces más, pero no se acerca a mí y camina con gracia llevando una camisa blanca, un chaleco n***o encima y pantalones ajustados que marcan su bonito cuerpo.
¿Qué carajos haces mirando a la camarera?
Resoplo.
Sorbo de mi bebida y cuando la veo de nuevo, sus ojos se encuentran con los míos le guiño con chulería y esta endereza la cabeza ignorándome.
Me rio entre dientes.
Cuando la celebración acaba, y casi todos los de la familia se han ido. Los camareros comienzan a recoger el salón, los novios han partido a la suite nupcial, mis padres se han retirado algo achispados y felices, mientras el resto ha tomado caminos diferentes. Por mi parte, decidí quedarme a tomar una última copa antes de irme. Así que la degusto sentado frente a la barra.
Estoy a media bebida cuando la camarera de ambos incidentes se acerca y comienza a limpiar el lugar. Esta me ignora por completo. La observo y su cabello está ahora en un moño, dejando al descubierto el tatuaje de una mariposa en tonos rojos con sombreado n***o, es de un tamaño mediano, pero contrasta con la palidez de su piel.
—Lindo —murmuro sin siquiera pensarlo.
Esta detiene su actividad y me mira sin entender.
—Tu mariposa.
Señalo y le doy una sonrisa socarrona, ella me mira con seriedad.
—¿Te parece gracioso?
La observo sin entender
—¿Perdón?
Se acerca e inclina sobre la barra. Sus ojos claros me miran con atención.
—Sí. ¿Crees que puedes decir lo que te salga de los cojones solo porque tienes plata?
—No.
—Sí —me corta— Ya sé qué clase de personas son ustedes y no pienso aguantar nada de nadie.
—¿En serio?
—Mi trabajo es importante para mí. —Ladea la cabeza con chulería—, un trabajo de verdad. Porque supongo que debes ser de los que se levanta a media mañana y se rasca las bolas pensando que hará ese día.
—¡Oye! —me cierno un poco sobre ella. —No me conoces.
Es su turno de sonreír.
—¿Ves que cabrea que te juzguen sin conocerte?
Sonríe divertida. Pasa el mismo paño con que limpio la superficie de granito sobre la barra de madera. No puedo evitarlo y pongo los ojos en blanco.
—Estás limpiando una barra de madera con una fibra humedecida en agua.
Más que una pregunta es una afirmación. Ella mira el mismo y abre los ojos con horror.
—Mierda… debo limpiarlo con…
—Vinagre blanco —la corto ocultando mi diversión.
—¡Flor!
Escucho el grito y miro con seriedad al hombre que se acerca a paso rápido.
—Y dale con flor —susurra.
—¿Qué haces perdiendo el tiempo aquí?
—Fue mi culpa—intervengo en tono serio mientras Florencia me ve con ojos como platos.
—Ella ha sido amable en explicarme lo ocurrido esta tarde y usted, no podría estar más orgullosos del personal que tiene a su disposición. Así que, debería tratarlos bien.
—Señor.
—Sabe que, el dueño de este hotel es un cliente importante de nuestra empresa y no creo que le agrade saber cómo trata al personal. —Niega. Eso pensé; así que, continuo, —Florencia está haciendo un buen trabajo.
Asiente pareciendo un maldito muñeco. Miro a la chica que me ve como si me hubiera salido otra cabeza al tiempo que el imbécil mira a Florencia.
—Termina aquí y puedes irte.
Ella asiente con premura y por la manera que aprieta la fibra en su mano.
—Permiso— farfulla, el jefe de esta, dejándonos a solas.
Me termino el trago de un sorbo y me alejo del salón. Estoy en el pasillo cuando escucho que me llama.
—¡Espera! —dice tomándome de la mano.
Me detengo y la sorpresa me atraviesa haciéndome ver de su rostro a su mano.
Su expresión es diferente, no hay rastro de chulería o burla en su rostro. Nota lo que ha hecho y me suelta con algo de vergüenza.
—¿Por qué?
Me encojo de hombros ante su pregunta.
—No soy un imbécil.
Una sonrisa baila en sus labios antes de volver a su expresión estoica y asentir.
—Gracias por eso de allá adentro.
—Ahora lo pensará dos veces antes de tratar más a su personal. No responde, solo me mira sin saber qué decir. —Adiós, Florencia. Fue… refrescante conocerte.
Y es cuando me regala una bonita sonrisa antes de dar un paso atrás.
—Lo mismo, señor estirado.
Con eso se da media vuelta y entra al salón. Me quedo unos segundos de pie en medio del pasillo antes de reírme entre dientes ante su descaro.