Marko la observó con suma seriedad, inspeccionándola, cuestionando qué tanto podría creer ella si le contara toda la verdad.
—Val… ¿confías en mí? —preguntó.
—¿Qué?
—Todo este tiempo, para ti he sido más un villano que una persona en la cual puedas confiar, después de todo, te he hecho mucho daño.
En el estómago de la joven comenzó a crearse un nudo.
—Me pediste que te contara lo que sucedió esa noche, pero… si lo hiciera, ¿podrías creerme? —La mirada de Marko le informaba que no le estaba mintiendo—. ¿Podrías creerme, aunque no tuviera pruebas para mostrarte?
—¿Qué fue lo que pasó esa noche? —insistió ella—. ¿Acaso no fue un accidente?, ¿por qué dice que mi esposo no era una buena persona?
—Si te dijera que Lorenzo no era una buena persona y que esa noche discutió conmigo y amenazó con quitarte la vida si no le entregaba el dinero que estaba pidiendo, ¿podrías creerme?
Valentina abrió la boca con suma impresión. Las lágrimas emergían de sus ojos con rapidez.
—No, jamás podría creer semejante mentira —gruñó ella—. Porque si lo hiciera, debería aceptar que esa noche no hubo un accidente. Debería aceptar que usted le quitó la vida a propósito.
—Y si eso fuera cierto, ¿me odiarías?
—Como se odia a un monstruo —soltó entre dientes.
Respirar en la habitación era sumamente pesado.
—Entonces, no podrás saber la verdad por medio de mis palabras —comentó Marko—, deberás investigarlo por tu cuenta y así saber quién era en realidad tu difunto esposo.
Marko abrió la puerta de la habitación.
—Supongo que ahora no tendrás muchas ganas de comer, de todos modos, te pediré algo de comida. —La observó por un instante, tenía las mejillas encendidas de rubor—. Vale, yo… sólo quiero que sepas que todo este tiempo he querido lo mejor para ti, eres la persona que más quiero en este mundo y por ti haría lo que sea. No importa que me odies, por mí está bien, mientras tú seas feliz, yo también seré feliz.
—Vete ya de mi casa —gruñó Valentina sumergida en llanto.
—Por favor, no duermas sola aquí, ve con tu familia —pidió Marko antes de marcharse.
Cuando Valentina estuvo a solas, cayó de rodillas al suelo, impactada por la intensa conversación.
¿Su esposo un criminal? Eso jamás podría ser posible. ¿Intentar asesinarla? Pero si lo que Lorenzo quería era cuidarla, a fin de cuentas, fue esa la razón por la que se casaron. Él quería salvarla de las garras de Marko, ese siempre fue su objetivo. Los dos querían paz en sus vidas, nada más.
Ya sabía que aquello no fue ningún accidente… siempre sospechó de Marko, pero… ¿por qué lo hizo? ¡¿Por qué asesinó a su esposo?!
Tomó el portarretratos de la mesa de noche donde estaba ella abrazada a su esposo en el día de su boda. Abrazó la foto y cerró los ojos con fuerza. Lo quería de vuelta, necesitaba que volviera y no la dejara sola.
Su única felicidad se esfumó en un parpadeo. Ya no le quedaba nada que le diera sentido a su vida. Lo único que la motivaba era matar a Marko y cobrar venganza.
.
Años atrás, cuando Valentina tenía nueve años, fue a pasar la tarde en la mansión donde Marko vivía. Él se comportaba extraño con ella, estaba con las mejillas rojísimas y se mostraba tímido, algo que era poco común, pues se caracterizaba por ser seguro de sí mismo y extrovertido. Estuvieron adelantando los deberes y después comieron pastelillo en el patio, debajo de un kiosco mientras apreciaban la tranquilidad del jardín trasero.
Valentina ya intuía que le gustaba a Marko, aunque la verdad, era demasiado evidente. Hacía que sus padres les regalaran cosas y la llevaran de paseo a donde él se le antojaba. Si bien a Valentina le gustaba, pues así en el colegio todos la aceptaban y hasta le tenían respeto, al mismo tiempo le parecía incómodo que él gustara de ella. No quería que le volviera a robar un beso, como hizo años atrás.
Marko era mayor que ella, a veces sentía que se aprovechaba de eso para intimidarla cuando no quería cumplirle sus caprichos como dejar de jugar con sus amigas después de clases y quedarse con él y jugar videojuegos (algo que a ella le aburría de sobremanera). Pero la amistad con Marko era provechosa para su familia, varias veces escuchó en su casa que a su papá le daban un trato especial por ser amigo de la familia Rumanof.
Valentina aquella tarde quería irse más temprano, iría a cine con sus padres a ver una película que llevaba mucho tiempo esperando. Estaba cansada de ver a Marko todos los días a cada hora del día.
Se bajó de la silla y esto llamó la atención del niño.
—¿Ya te vas? —preguntó él.
—Sí, iré a cine con mis papás.
A él pareció que se le iluminó la mirada.
—¿Puedo acompañarlos? —indagó.
Era raro, Marko nunca le había pedido algo parecido, nunca se vio interesado en convivir con su familia. ¿Qué tenía ese día?
—Es que… será una salida familiar —comentó ella.
—Oh, ya veo —soltó él con pena.
—Bueno, tengo que irme —comentó ella.
—Espera —insistió él y se levantó de la silla.
Valentina estaba cansada, se sentía hastiada.