—Cariño, no digas cosas de las que puedas arrepentirte —aconsejó la mujer mientras le acariciaba el cabello con las manos—. Valentina es tu amiga, ante todo, no dañes la linda amistad que tienen.
—Pero ella me rechazó y me trató mal…
—Seguramente se sentía avergonzada y no supo controlarse. Lo más probable es que al verte te pedirá disculpas y volverán a ser amigos.
Él volteó a verla y ella le limpió las lágrimas.
—Cariño, no siempre podrás conseguir lo que quieres y eso está bien, te hará más fuerte.
Marko se refugió en el regazo de su madre, consiguiendo el consuelo que tanto necesitaba. Después que estuvo tranquilo pensó en las sabias palabras de su madre y pensó en lo afortunado que era en que su padre no creyera en su mentira, pues no quería que le hicieran daño a la familia de Valentina, de lo contrario ella lo odiaría para toda la vida.
Sin embargo, pasó todo lo contrario, al día siguiente el señor Rumanof acusó al padre de Valentina de robarle a la compañía, lo despidió y comenzó a investigarle por robo. Sorpresivamente salieron muchas evidencias de los supuestos robos y lo arrestaron.
Pero, por piedad ante la familia, el señor Rumanof no le quitó la beca a Valentina, pues declaró que la niña no debía pagar por las faltas de su padre.
Sin embargo, todos en la escuela se enteraron de la procedencia humilde de Valentina y que su padre era un ladrón.
Marko le suplicó a su padre, le lloró y le dijo que había mentido, que no era cierto. Pero el hombre le dijo que no lo hizo por él, que nada más fue coincidencia, pues sí era cierto que le robaba.
La familia de Valentina se desquebrajó, su mamá se fue de la casa y, aunque su padre pudo salir en libertad, todos lo creían un ladrón.
Marko veía de lejos a Valentina, incapaz de acercarse a ella por el daño que le había hecho, aunque también se sentía dividido, ¿de verdad su padre le había robado a la familia? ¿Era cierto que nada más estuvo cerca de él por dinero? Valentina nunca se acercó a él para disculparse como dijo su madre. De hecho, la señora al enterarse que la familia de Valentina les estuvo robando le prohibió que estuviera con ella.
Y Marko ya no la defendía cuando todos en la escuela la agredían o se burlaban de ella.
Una tarde de noviembre, antes de que se acabaran las clases, Valentina estaba siendo molestada por un grupo de niñas en el patio del colegio que le sacaron sus libros del bolso y las tiraron al suelo. La insultaban llamándola ladrona y la tiraron al suelo.
Marko se acercó y las jóvenes se asustaron, se disculparon con él y después salieron corriendo, aunque él no había dicho ni una sola palabra.
Valentina permanecía en el suelo con las rodillas lastimadas y lloraba en silencio, sucia de arena.
—¿Por qué nunca te disculpaste conmigo? —preguntó él.
—¿Qué? —soltó ella y lo observó con espasmo.
—Mamá me dijo que ibas a disculparte conmigo por haberme rechazado, pero no lo hiciste.
Valentina se levantó del suelo, tenía la nariz llena de sangre y el cabello enmarañado. Pero se acercó a él con decisión.
—¿Por qué me disculparía contigo? —cuestionó—. Te lo dije esa vez y no me retractaré, no me gustas. Al contrario, no te soporto, me fastidia estar cerca de ti. ¡¿Por qué no me dejas en paz?! —comenzó a llorar—. ¡¿Por qué tú y tu maldita familia no me dejan en paz?! ¡Te odio, Marko Rumanof, te odio, ojalá tú y toda tu familia se mueran!
Y entonces pasó, Marko le dio un fuerte bofetón, le iba a dar otro, pero se detuvo al instante al verla perder el equilibrio y caer al suelo.
Jadeaba, impresionado por su acto.
Ella lo observó con miedo, con la mejilla rojísima del dolor.
—No vuelvas a hablar mal de mi familia —espetó Marko—. Tú y tu familia son unos ladrones, unos parásitos. Tú no estás a mi altura.