Había creído, durante todo este tiempo, que la única persona que sabía lo que había hecho era Arnav. Pero cuando las palabras de Desmond salieron de su boca, fue como si el suelo desapareciera bajo mis pies. El silencio en el aire se volvió sofocante, y por un instante sentí que el corazón dejaba de latir. Lo que sucedió después fue aún peor. Apenas una milésima de segundo más tarde, la voz profunda y cargada de incredulidad de Benedict se abrió paso como un trueno. —¿Por qué se quedan en silencio? ¿De qué están hablando? —preguntó con una calma que solo aumentaba mi ansiedad, mientras su mirada oscura se clavaba en mí, como buscando en lo más profundo de mi ser la verdad. —Benedict... ¿qué haces aquí? —Es lo mismo que me gustaría saber. Pero ya veo el motivo. —Sus ojos, siempre tan in