¡¿Embarazada!? Sentí que mi corazón se detenía por un instante. Quité abruptamente mi mano de su agarre, alejándome de su presencia con la mirada clavada en él, completamente sorprendida. No podía procesar lo que acababa de decir.
—¿Se puede saber qué te pasó por la cabeza para decir algo semejante? —pregunté, incrédula, mi voz apenas un susurro.
Benedict me observaba con esa mezcla de frialdad y calculada serenidad que siempre me había desconcertado.
—Tenía que inventar algo para que esos impertinentes nos dejaran en paz —respondió sin inmutarse, como si su absurda justificación fuese algo obvio.
Mis manos temblaban mientras intentaba procesar lo que acababa de escuchar.
—¿Y lo más adecuado fue inventar un embarazo falso? ¿Hasta dónde podía llegar su manipulación?
—¿Embarazo? ¿Quié
