Volveré

2176 Words
Me había esmerado tanto, puse todo mi empeño en un amor que no iba a ningún lado. Dos años de matrimonio en el que me esforcé pensando que lograría que Benedict cambiaría esa actitud conmigo, pero no fue así. El no me amaba, de hecho parecía odiarme más que a nada en este mundo, nunca dejaba pasar un solo instante para recordarme que me despreciaba como mujer, incluso aquel día que llegó después de haber bebido con sus amigos y me tomó en sus brazos. —Benedict… —susurré en su oreja, cuando me tomó en la sala de la casa. —Desvistete maldita sea —ordenó totalmente ebrio apretando mi cuerpo sin compasión. —Me lastimas, por favor —supliqué, sintiendo cómo mi piel era tratada sin cuidado. —¿Acaso no eres mi esposa? —me gruñó con el ceño fruncido—. ¿Quieres que me vaya con Úrsula? —cuando dijo estas palabras, me dolió el corazón, esto era lo más cerca que había estado de mi esposo durante estos dos años de matrimonio, y yo no quería que fuera a ver a esa mujer. —No —lo abracé—. No te vayas —prácticamente le supliqué, entonces él tomó mis hombros con brusquedad. —Entonces cumple con tu papel de mujer —gruñó y yo solo cerré los ojos, dejando que él me tomara en el sofá de la sala. Nunca pensé que nuestra primera vez juntos como marido y mujer sería en este estado, pero yo lo amaba y pensaba que por amor estaba bien aceptar esto. Y no fue hasta el amanecer que descubrí la debilidad que tenía como mujer y ser humano, apenas y pude ponerme de pie. Benedict ya no estaba, lo único que quedaba de él en la casa, era el pequeño empaque del preservativo que usó anoche conmigo. —Ay —me quejé, encogiéndome de dolor al sentir mi feminidad arder, resultado de lo ocurrido anoche. —Así que ya despertaste —tuve que tomar mi vestido para cubrir mi desnudez cuando vi a Benedict totalmente vestido y oliendo a perfume, él observó mi expresión de dolor en el rostro y suspiró con incredulidad. —¿Ahora vas a actuar como una virgen? Anoche comprobé muy bien que no lo eras, así que déjate de dramas. —¿Es ella? —le pregunté, notando que tomaba el celular para mandar un mensaje. —No es de tu incumbencia —contestó, luego observó más detenidamente mi cuerpo y dijo: Vístete que me repugnas, definitivamente anoche debí beber mucho, solo eso explica que haya podido tocarte. Yo solo bajé la cabeza, observando mi cuerpo pálido, era tan pálido que con cualquier pequeño golpe se enrojecería. —Volveré al anochecer —fue su última palabra antes de salir de casa, dejándome sola con una sensación de vacío en mi pecho. Totalmente desnuda y solo sosteniendo mi vestido, me abracé a mi misma, soltando un sollozo acompañado de lágrimas que salían desde lo más profundo de mi ser, sé que yo era su esposa, pero me sentía sucia y usada como un objeto. … Esa noche que él prometió regresar, no lo hizo, volvió tres días después, luego de llamarme y pedirme que tuviera la casa en orden. Creí que se había acordado de nuestro aniversario, pues hasta su voz sonó amable, y que esta vez podríamos mejorar las cosas, quizás mi esfuerzo daría frutos, pues en el fondo creí que empezaba a amarme. Qué estúpida fuí. Había preparado un pastel, decoré la casa con velas y lirios, me había esmerado más que nunca y ahora me estrellaba contra una pared. —¿Qué es esto? —pregunté, dejando caer los lirios que sostenía en mis manos. Frente a mí se encontraba Benedict, quien llevaba a Úrsula en sus brazos. Mi mente estaba confundida y sentía mis ojos arder por la sensación que me estaba invadiendo. —Son las maletas de Úrsula —respondió Benedict—. Se lastimó la pierna en su departamento, así que desde ahora vivirá aquí. —Querido, yo no quiero causarte molestias —susurra ella con voz suave, llevándose el dedo a los labios. —No pasa nada, está también es tu casa y tienes todo el derecho de estar aquí más que otra. En ese instante, algo se rompió, mis dientes se tensaron, mi sangre hirvió, mi cabello oscuro resaltó más que nunca sobre mi piel pálida, mis ojos verdes se abrieron en todos los sentidos posibles y vi ante mí el daño que yo misma me estaba causando. Rogué por un amor ajeno, sacrifiqué muchas cosas para lograr que me amara, y me había olvidado de algo muy importante de amarme a mi misma, de ponerme en primer lugar antes que cualquier cosa, de que yo también era valiosa y que mi matrimonio era un verdadero fracaso, había llegado al punto en el que finalmente comprendí que nada de lo que hiciera valdría la pena, a sus ojos yo no era valioso, él solo tenía ojos para ella así que ya no pude más. Me cansé de sujetar la cuerda y tuve que soltar. —Me rindo —suspiré elevando al fin la mirada frente a ellos dos. —¿Qué dices? —me pregunta Benedict. —Haz lo que quieras con tu vida, no pretendo compartir mi vida junto a ti al lado de ella —¡Llámala adecuadamente! —me reclama Benedict. —Es mi decisión si la llamo por su nombre o no, yo no voy a quedarme para ver esto. Entonces Benedict acomodó cuidadosamente a Úrsula sobre el sofá para acercarse a mí y mirarme fijamente a los ojos. Podía notar como ella sonreía disfrutando de todo esto. —¿Crees que me harás falta? Anda, las puertas están abiertas, solo lárgate de mi vida y desaparece para siempre. —Por supuesto que lo haré y pierde cuidado que no me llevaré nada porque no lo necesito, todo lo que está aquí es tuyo me voy con lo que traigo puesto. Había amado a Benedict desde que era una chiquilla, en aquel tiempo él me trataba bien, realmente no me costó ningún esfuerzo en enamorarme de él y de su gentileza, sin embargo de un momento a otro las cosas cambiaron después de aquel fatídico día. —Sí ibas a irte, entonces por qué esperaste tanto tiempo, te dije a diario que tu presencia me repugnaba. —Esperé y nunca me quejé porque creí que ibas a amarme y que te convencería de que yo no tuve la culpa, pero ya veo que todo eso fue inútil, nunca dejarás de verme como la bruja en tu vida. Entonces Benedict me sostuvo la mirada y finalizó con palabras duras. —Por primera vez estamos de acuerdo en algo, tú para mí no significas nada en mi vida, ahora lárgate. —No tienes que repetirlo dos veces, me voy por voluntad propia. Pasé por un lado de él, me dirigí directamente a la puerta, pues tal y como lo había dicho no planeaba llevarme nada, este lugar nunca había sido mi hogar, solo había sido una cárcel que yo intenté llamar hogar. Sentí que mi pecho se oprimía, pero me negué a derramar una sola lágrima más por él, pase saliva y sin dudarlo más tomé la perilla de la puerta, la abrí y salí sin saber qué rumbo tomar, simplemente me dejé llevar por mis piernas, observé a un lado de la casa el jardín de lirios que tanto esfuerzo me había tomado en cuidarlos. Sentí una profunda pena pues seguramente Benedict las mandaría a arrancar una por una o tal vez las dejaría marchitar, pues él odiaba las flores, especialmente los lirios, sin embargo como yo me había encargado de cuidarlos con tanto esmero, había logrado salvarlos pero ahora no había nadie quien los protegiera. No podía permitir esto, las flores nunca tenían la culpa de la crueldad del ser humano, así que antes de irme mire de un lado a otro, percatándome de que nadie me viera logré colocarme en cuclillas y tomando con mucho cuidado uno de los lirios la arranqué de raíz para llevarla conmigo. —Eres lo único que sí es mío —le susurré, pasando mis dedos por sus pétalos—. A ti no te dejaré. Me fuí de la casa Bercelli, llevándome únicamente el pequeño lirio entre mis manos, el cual era como yo, tan pequeño y frágil qué no sabían cómo defenderse. Caminé largamente durante la tarde, hasta que se hizo de noche, pronto el cielo se volvió gris y la lluvia amenazaba con su llegada. ¿A dónde iría? La última vez mi hermano me había dicho que ya no era problema suyo, y que no quería volver a verme más, no tenía a nadie más en el mundo más que a él. Sentí las primeras gotas de lluvia caer sobre mis hombros. —No tengo otra opción —murmuré teniendo que tomar una decisión fuerte en esos momentos. … Randall y yo éramos huérfanos, nos llevábamos 12 años de diferencia, nuestra madre murió seis años después de mi nacimiento, así que quedé en manos de mi hermano, nuestra posición económica era estable, incluso teníamos una mucama en casa, misma que era cambiada cada año por el pésimo trato de mi hermano, así que se podría decir que crecí sola y aprendí a ser independiente, mis únicas amigas eran las flores con las que jugaba en el jardín, olvidando por un instante que no tenía mamá ni papá en el mundo. Incluso recuerdo el día que uní mi vida a la de Benedict, esperaba al menos unas palabras sinceras y de cariño de parte de mi hermano pero eso no ocurrió. —Más te vale no volver nunca más, ya no eres problema mío —dijó el día de mi matrimonio y se marchó, ni siquiera se había quedado en la fiesta ni a brindar con los demás invitados. Ahora me daba cuenta que nunca me enseñaron a amar, y por ello dejé que mi vida llegara a estos extremos, no sabía lo que era realmente el cariño. Para él yo era un estorbo, y eso siempre me lo recalcó desde que tenía uso de razón, recordándome a cada instante que solo le estorbaba en su vida. Pero ahora no tenía a nadie quien acudir solo a él, al menos por esta noche. —Randall — me encontró en la puerta de la que una vez fue también mi hogar, su incomodidad fue evidente—. Ahora tú qué haces aquí. —¿Puedo pasar? Afuera está haciendo frío —le pedí sintiendo el frío calar en mis huesos. Él me dejó ingresar, apartándose de la puerta. —Elinor, A qué demonios estás jugando, ¿qué haces en mi casa sosteniendo una sucia flor y vestida en harapos? —Me fui de la casa —confesé. —¿Qué hiciste qué? —Benedict está con otra mujer, nunca dejó a Úrsula. Randall ríe en carcajadas. —Y no te has preguntado, ¿por qué? —luego voltea a mirarme—, pues honestamente no lo culpo, mira cómo te ves. Eres todo un desastre, ¡Una vergüenza! —No vine aquí para recibir más insultos, ¿de acuerdo? Solo necesito un lugar donde pasar la noche, prometo que me iré de aquí al amanecer, no pretendo causarte molestias. —Pues ya lo hiciste, con tan solo poner un pie en este lugar ya me causas molestias, pero sabes qué, no tengo tiempo en estos momentos para ti. Tengo guardia en el hospital, así que estás de suerte de que esté de buen humor, puedes quedarte aquí de noche, pero más te vale no llevarte nada, de lo contrario soy capaz de denunciarte por ladrona. —No tomaré nada —le respondí. —Más te vale, y al regresar no quiero encontrarte aquí. —Así será, no te preocupes. Te prometo que al amanecer tú ni nadie me volverán a ver. Randall se marchó, cerrando la puerta con fuerza, y solo cuando se fue me permití liberar el gran peso que sentía dentro de mí, temblando todo mi cuerpo sollocé y me abracé a mí misma. ¿ Por qué tenía que ser tan humillada? ¿ Por qué hasta mi hermano me detestaba? Cayendo de rodillas me ahogué en mi llanto sin saber qué hacer, y mientras mis lágrimas caían al suelo algo más cayó a un lado de mí. Fue entonces que me di cuenta de que el lirio había caído cerca de mi mano lo tomé cuidadosamente entre mis manos y volviendo a mirarlo me di cuenta lo parecidas que éramos. Era como si tratara de consolarme y me diera fuerzas para continuar. —Vamos a lograrlo. Esto no es el fin, al contrario es un gran comienzo, yo podré lograrlo. te lo prometí y lo cumpliré —dije, llevando el lirio a mi pecho—. Yo volveré más fuerte que nunca y todos lo verán.
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