CHRISTIAN
La beso con la ansiedad que me da demostrar mis sentimientos. Intento decirle en este beso que la amo con todas mis fuerzas. Quisiera poder expresarlo con palabras. Estoy buscando la valentía necesaria para admitir lo que siento.
—¿Acostumbras a besar a las mujeres en la primera cita? —Es lo primero que dice cuando me separo de ella minutos después.
—No. Creo que sólo me pasa contigo, además está el hecho de que nunca había tenido una cita.
Ella pasa sus manos suavemente por mi cabello. Me encanta que haga eso.
—No importa. Me encanta que me beses —musita.
—Y a mí me encanta besarte. —Ella me recompensa con una preciosa sonrisa. Eso hace que tome una decisión. Debo arriesgarme y es lo que haré—. Ven aquí. Te contaré una historia. —La abrazo contra mi pecho.
—¿Qué historia?
—Hace dos veranos atrás, un mes de agosto, me levanté de mal humor porque mis pesadillas habían vuelto. Sentía que las sombras me consumían y decidí salir a correr para despejar la mente aunque Taylor iba conmigo...
—Christian...
—No digas nada... déjame terminar. Por fin siento que tengo el valor suficiente para decirte esto. —Ella asiente con lágrimas en los ojos, entendiendo lo que le digo. Respiro hondo antes de continuar.
»Entonces me encontré contigo y en vez de enojarme por el hecho de que estabas peleando conmigo, me pareció divertido y...excitante.
—Cochino...
—Silencio... arruinas el momento. —Reímos—. Entonces, cuando te fuiste, supe que tendría la oportunidad de verte de nuevo y hacerte enojar. ¿Por qué me gustaba tanto verte enojada? No tengo ni idea. Sólo sé que te volvías una fiera. Mi fiera y amaba aquella fase.
—¿Amabas...? —Bien. Aquí vamos.
—Lo hice. Me enamoré —murmuro—. Te amé entonces. Te amo ahora. Y te amaré por siempre.
Bien. Listo, ya lo dije. Retengo la respiración en espera de una respuesta.
—¿De verdad? —su voz suena tan rota e inestable. Como si estuviera a punto de estallar en llanto.
—Siempre te he amado, Anastasia.
—Pero... todas esas cosas que me decías... creí que me odiabas —solloza.
—Era una forma de defensa, supongo. No sabía cómo expresar lo que siento porque nunca antes me había pasado, pero también está el hecho de que me fascinaba verte enojada. —Llevo mis manos a su rostro y seco sus lágrimas—. Entiendo si no sientes lo mismo, Ana. Es sólo que no podía retenerlo más. Sentía que explotaría.
Sintiendo mi corazón romperse al no obtener respuesta comienzo a ponerme de pie. Me iré, no creo que sea cómodo ahora estar aquí.
—Espera, Christian. —Me detengo frente a la puerta de la habitación—. Lo siento...—Cierro los ojos, porque me empiezan a arder y no quiero llorar frente a ella. No siente lo mismo. Esto es peor de lo que pensé. No espero que termine y me dirijo escaleras abajo—. ¡Christian, espera! ¡Por favor!
Pero no lo hago. No quiero escuchar como me dice que el sentimiento es unánime.
—¡También te amo! —Eso si logra detenerme—. Te amo, Christian —susurra más calmada.
Por favor, que no sea un puto sueño, por favor.
Doy la vuelta y la observo a los pies de la escalera. Tan hermosa como siempre la he encontrado, me parece más que preciosa en éste momento. Su largo pelo castaño está suelto y despeinado sobre sus senos y espalda. Lleva una blusa de tirantes color rosa y un pantalón de mezclilla blanco. Su rostro rojo y lleno de lágrimas. Me mira con sus grandes ojos azules, esperando una reacción.
Me acerco a ella y la miro desde abajo, está a dos escalones por encima mío y ella me sonríe.
—¿Desde cuando? —susurro sin poder creerlo.
—Desde siempre. No te imaginas lo que he sufrido. He llorado más de mil noches por ti. Imaginando que nunca sería suficiente como para que te fijes en mí. —Vuelve a llorar—. Y ahora me dices que siempre me has amado. ¿Por qué no me lo dijiste antes?
—Te lo dije; no sabía cómo hacerlo.
—¿Y por qué ahora?
—Porque te amo más que antes. Porque después de todo lo que pasamos pensé que sentías al menos la mitad de lo que siento por ti. Porque no podía soportar más el estar alejado de ti y que alguien se me adelantara.
—No siento la mitad, Christian.
—Pero dijiste...
—Siento igual o más que tú. Si acaso tú tienes la mitad de lo que yo siento por ti, sé que me amas lo suficiente. Porque yo si te amo demasiado. —Antes de que incluso yo pueda saberlo, la estoy besando con todo lo que tengo.
Sus brazos se enredan detrás de mi nuca cuando la tomo del trasero y la hago enganchar su piernas en mi cintura.
Subo con ella las escaleras, camino de vuelta a su habitación. Mi camisa ya no está ni su camiseta tampoco. Nuestros pechos se tocan y puedo sentir como su corazón late a toda prisa al igual que el mío.
Esto es lo mejor que me ha pasado nunca. La chica que amo, también me ama. Después de tanto tiempo soy capaz de decir esa frase con seguridad porque ella me lo dijo.
Minutos después estamos en su cama. Desnudos. Haciéndole el amor como siempre he querido. Diciéndole lo que siento. Diciéndome lo que siente.
Me muevo lento dentro de ella. Pausado y sin prisa. La adoro con mi lengua y la venero con mis dedos. Toco cada parte de su cuerpo como si fuese la primera vez.
Su cuerpo se tensa. Su espina dorsal se arquea al igual que sus pies y sus uñas se clavan en mi espalda. Sé que dejará marcas y eso me saca un gruñido. Acelero el ritmo y el placer que siento con ella es indescriptible.
—Te amo. Te amo tanto... —murmuro en su oído antes de que ambos lleguemos al clímax.
—También te amo, Christian. —Jamás me cansaría de escuchar eso.
Salgo de ella y me acuesto a su lado atrayendola a mí. Suspiro, más feliz de lo que alguna vez hubiese imaginado. La escucho suspirar de la misma manera y supongo que ella está igual que yo. Eso me saca una sonrisa.
Ahora puedo dormir tranquilo sabiendo que mañana todo será diferente.