ANASTASIA
La sonrisa en mi cara no desaparece. Termino de empaquetar lo que necesito para la cena de ésta noche y salgo del supermercado.
Camino hasta el estacionamiento y mientras entro las bolsas en mi auto mi celular suena en el bolsillo de mis pantalones vaqueros. Lo saco y contesto sin mirar el identificador cuando entro al asiento de piloto.
—Buenas noches, señorita Steele. —Sonrío instantáneamente al escuchar su voz.
—Buenas noches, señor Grey.
—¿Quería saber si nuestra cita sigue en pie?
—Por supuesto, señor Grey. Voy camino a mi departamento desde el supermercado. ¿Está bien un salteado de pollo y vegetales con una buena copa de vino Bollinger? —Pongo el auto en marcha y me dirijo al apartamento.
—Se escucha exquisito, Anastasia. ¿Qué dirías si te digo que ya estoy aquí?
—Pero... —Miro el reloj del auto—. Son las siete con cinco.
—Lo sé. Quiero ayudarte a preparar la cena. Así que date prisa para que comencemos nuestra cita.
—Claro. Te veo en cinco.
—Espera... Estás conduciendo, ¿cierto?
—Ajá.
—Dime que estás en manos libres, por favor. —Su preocupación hace que mi corazón salte.
—No, no estoy en manos libres. No es necesario. Ya estoy llegando.
—Pero ya está oscuro. —Ruedo los ojos—. Y es peligroso hablar por teléfono mientras manejas. Así que colgaré. —En ese momento escucho el «pi» que me avisa que trancó. Sonrío, otra vez y guardo el teléfono. Me alegra mucho la decisión que tomé de hablar con él en la oficina. Sé que tenemos muchos temas de qué hablar pero no perderé la esperanza de estar con él.
A tres calles de mi edificio, siento como mi coche pierde velocidad y se inclina hacia un lado.
—Mierda... —siseo cuando me doy cuenta que se me acaba de pinchar una llanta.
Detengo el auto por completo en una esquina y me bajo. Las luces de esa calle, parecen estar dañadas ya que todo está oscuro.
Saco mi celular y llamo a Christian.
—¿Dónde estás? Pensé que estarías aquí.
—Tengo un inconveniente. A mi auto se le pinchó una llanta y no tengo repuesto. ¿Crees que podrías venir por mí? Estoy a tres calles, a la derecha del edificio, pero está muy oscuro y no quiero ir sola.
—Está bien. Pero escúchame, no salgas del auto hasta que llegue junto con Taylor. Llamaré una grúa. Y entonces tú y yo, tendremos una cita. —Sonrío y después de despedirnos, cuelgo.
Estoy a punto de volver al auto cuando escucho que dicen mi nombre.
—Anastasia Steele. —Miro hacia el frente, buscando a la gruesa voz que dijo mi nombre, pero debido a la oscuridad sólo logro ver una silueta.
—¿Sí?
—¿Cómo está tú padre? —vuelve a decir la voz. Y yo intento por todos los medios mantener a raya mi nerviosismo ante esta situación tan extraña e inquietante.
—Bien... supongo. ¿Quién eres? —digo impaciente por tanto misterio.
—Nadie... sólo un viejo amigo. Cuando vuelvas a hablar con Raymond Steele, dile que: tendrá noticias mías pronto. —Entonces veo la silueta alejarse.
Sus palabras resuenan en mi mente y me obligo a calmarme al darme cuenta que en verdad estoy asustada. Los autos siguen pasando a mi lado, pero yo lo sentí como si todo el tiempo que he estado aquí, he estado completamente sola.
Veo otro auto parquear detrás de mí y con alivio veo que es el auto de Christian manejado por Taylor. Ambos salen y me dan una mirada de reproche porque estoy fuera del auto.
—Te dije que no salieras del auto hasta que llegáramos, Anastasia. —La voz de Christian no admite réplicas además aún estoy demasiado nerviosa para lidiar una pelea entre nosotros.
—Lo siento, pero es que había alguien... olvídalo. —Niego con la cabeza y me dirijo a ellos después de recoger las bolsas de las compras y cerrar mi auto con seguro. Christian abre la puerta de atrás para mí y luego me sigue.
—Tendrás que contarme que era lo que ibas a decir hace un momento. Respecto a tu auto, la grúa está en camino. Lo recogerán, cambiarán la llanta y lo dejarán frente a tu edificio.
—Está bien. Gracias. —Le sonrío—. Hola, tío Taylor. —Lo miro por el espejo retrovisor.
—Buenas noches, señorita Steele. —Me sonríe con una breve inclinación de cabeza.
***
—¡Perdiste! —exclamo al ver que pestañó.
—No es cierto...
—Sí lo es. Cerraste los ojos. Así que... ¡Yo gano! —Me pongo de pie y hago un estúpido baile de la victoria. Veo a Christian rodar los ojos, pero aún sonríe.
—Está bien, lo acepto: pestañeé.
Me siento de nuevo en el suelo, a su lado y él entrelaza nuestras manos. ¿Por qué no puedo dejar de sonreír?
—Gracias por la cena. Estuvo deliciosa. ¿Tendremos una segunda cita? —Acaricia el torso mi mano con sus largos dedos.
—Claro. Tenemos mucho de que hablar. Es sólo que no quise sacarlo porque estábamos pasándolo bien. Pero para la próxima sí hablaremos de esos temas.
—Como mande usted, mi bella dama. —Siento que me ruborizo—. Creo que es hora de que me vaya. Dentro de pocos minutos será media noche.
—¿En serio? —pregunto sorprendida—. Las horas se pasan volando.
—Sólo cuando estoy a tu lado. De otra manera me parecen una eternidad hasta el momento de verte de nuevo. —Siento que me ruborizo aún más y sus palabras encienden algo en mi pecho—. Lo siento. Eso fue imprudente. —Sonríe avergonzado mientras se pone de pie.
—No. No, no es nada imprudente porque a mí me pasa lo mismo. —Mi voz baja cada vez más.
—¿Te das cuenta que nos acabamos de conocer y ya nos estamos comportando como dos idiotas enamorados en la primera cita? —Río tensa. «Dos idiotas enamorados». Éste hombre me quiere matar de un ataque al corazón.
—¿Tienes que irte? —murmuro cuando lo veo poniendo sus zapatos. Nos pusimos cómodos en el piso después de la cena y comenzamos a jugar distintos juegos. Fue una velada increíble.
—¿Acaso quieres que me quede? —Me mira alzando una ceja.
—Eso... creo.
—Bien... tenemos que trabajar mañana.
—Lo sé.
—Déjame llamar a Taylor para decirle que no pase por mí. Insistí en venir solo pero Taylor está más paranoico que antes. —Saca su celular y habla un momento con Taylor—. Listo. Ahora puedo quedarme. ¿La habitación de invitados ?
—Si quieres...
—¿Eso es una invitación a dormir contigo? —Se sienta de nuevo.
—¿Qué? Yo no he dicho nada.
—No hay problema. Dormiré contigo si eso quieres.
—Eres un tonto. —Reímos—. ¿Por qué Taylor está más paranoico? —pregunto de repente.
—Bueno... hemos estado recibiendo más amenazas de lo común. Así que estamos pensando en agrandar el personal y no quiere que salga a ningún lado sin su consentimiento. —Se le nota incómodo al hablar de esto.
—Vaya... ¿Estarás bien? Creo que Taylor tiene razón en estar de esa manera si están recibiendo amenazas. ¿Sabes de dónde vienen? —Estoy preocupada por esto. Si algo le pasara... tomo su mano y la entrelazo con la mía. Su mirada se detiene en nuestras manos entrelazadas y observo como sus ojos obtienen un brillo que me hacen sonreír. Siento como si estuviéramos en la misma página, donde nuestros sentimientos son mutuos.
—Sí... creo que tú también deberías tener a alguien que te cuide. Si hubieses tenido guardaespaldas esta noche, te aseguro que tu auto no hubiera quedado varado.
Eso me lleva a pensar en la gruesa voz que me habló sobre mi padre en aquella esquina e involuntariamente el pensamiento me hace estremecer.
—¿Tienes frío? Deberíamos ir a dormir. —Se pone de pie, llevándome con él y minutos después ambos estamos en mi cama. Uno frente al otro—. Quiero hablar algo contigo.
—¿Sobre qué? —pregunto con una sonrisa.
—Sobre... mis sentimientos hacia ti. —Mi estómago da un vuelco—. Vine aquí con la intención de decirte todo lo que siento esta noche. Pero las horas se pasaron volando y no quería arruinar nuestro momento. —Lleva su mano a mi mejilla y acaricia levemente haciéndome cerrar los ojos en el acto.
—Podemos dejarlo para mañana —digo en un hilo de voz. Mi corazón late demasiado rápido.
—¡No! —exclama asustándome—. Lo siento. Es que... ya no puedo esperar —Y entonces me besa. No dudo un segundo en seguirle el beso.