CAPÍTULO 3

1431 Words
CHRISTIAN —¿Todo bien, señorita Steele? —pregunto cuando la veo apretar fuerte los brazos del asiento. —Odio los despegues y los aterrizajes —murmura inestable, pareciera que va a llorar. No me gusta verla así y vaya... algo a lo que le teme. Ella se ve tan segura de sí misma cuando se expresa muchas veces, que me llego a creer que la señorita Steele no le teme a nada. —Oh, vamos. Duerme. Te despertaré si el avión se cae. —Río. Pero ella no... Y tampoco me replicó o discutió. Bien. Esto es grave. ¿Dónde está mi fiera, esa que discute conmigo todo el tiempo sin importar qué? Ella, deliberadamente, me ignora y aprovecho para observarla detenidamente, como ayer, cuando fui a su oficina a decirle que viajaríamos juntos. Ella es tan delgada, pasa lo desnutrida. Y eso me preocupa. Ha perdido mucho peso desde que la conocí y eso es mucho decir ya que ella era un peso pluma, pero ahora... todos sus huesos se notan a través de la ropa, aunque eso no la hace menos atractiva, ya que tiene las curvas en los lugares correctos y eso no evita que la siga amando, como he llegado a hacerlo hasta ahora. Pero definitivamente esto no es normal. Los pómulos en su cara se marcan demasiado y tiene ojeras bajo sus ojos que ha intentado ocultar con una capa suave de maquillaje, el cual no tapa mucho que digamos. ¿Qué te está pasando, cariño? Me encargaré en este viaje de hacerla y verla comer todo lo que le pueda dar. —¿Quieres dejar de mirarme? —pregunta con los dientes apretados—. Está bien, veme lo que quieras. Así podrás soñar conmigo ésta noche, es la única manera en la que me tendrás, en tus sueños. —Sonríe y mi pecho se aprieta. Esta es mi fiera. Si supiera que jamás sale de mis pensamientos ni de mis sueños y es la protagonista de cada una de mis fantasías. —¡Já! —me burlo aunque ella tenga toda la razón—. No tengo porque soñar con espantapájaros, teniendo miles de mujeres a mis pies. —Ella se queda callada y la veo pasar saliva con dificultad—. ¿Dañé su ego, señorita Steele? —Usted lo tiene bastante alto, señor Grey —susurra sin mirarme. Cuando voy a responder ella se para y se va a otro asiento, yaa que estamos en mi Jet privado. El asiento que escogió me da la espalda pero puedo escuchar sus suspiros temblorosos. ¿Acaso está... llorando? Jamás, en los años que tenemos de disputa, ella jamás había demostrado signos de darse por vencida, e incluso de inestabilidad. ¿Qué está mal ahora? —¿Ana? —Me acerco a ella. Está mirando por la ventana e ignora por completo mi llamada. Jamás la había llamado Ana. Una vez Anastasia pero siempre es la señorita Steele. Están siendo muchas primeras veces en sólo unos minutos. Confirmado: esto es extraño. —Dejame en paz —logra susurrar y sorbe su nariz. —¿Por qué lloras? —Me siento a su lado. Mierda, tal vez debería dejarla tranquila—. Si fue por lo que dije hace un momento... —Por supuesto que no. —Se gira hacia mí. Su cara está ruborizada y no sé si es por el llanto o porque está enojada—. Todo el mundo no gira al rededor de ti, Grey. Sé que te crees el amo del universo, pero no te costaría nada comprarte un poco de humildad, ¿sabes? —dice enojada—. Ahora, vete de aquí. —Suspiro resignado y me voy a mi anterior asiento. Taylor está al otro lado, sentado a varios asientos lejos de nosotros, pero sé que ha visto el intercambio. Lo miro buscando respuestas pero el sólo se encoge de hombros. Taylor es más un amigo además de mi empleado y él sabe sobre cómo me siento con Ana. Él y Elliot son los únicos. ¿Qué demonios pasa con ella? Y estas respuestas no me las pueden dar ni Welch ni Taylor. Tiene que salir de su boca porque ella es la única que lo sabe. Será mejor que durante el viaje, me comporte un poco mejor si quiero que hable conmigo. *** —Christian Grey —le digo a la recepcionista del hotel donde nos encontramos. Aterrizamos hace media hora después de muchas, muchas horas de vuelo y Anastasia aún no me habla. Esto es inquietante. —Por supuesto, señor Grey. Su reservación está hecha. Habitación trecientos doce, es la suite presidencial —dice la recepcionista asiática, con su apenas entendible inglés mientras me entrega una tarjeta que funciona como llave para la suite. —¿Y la otra habitación? —pregunto, alzando una ceja. —¿Otra habitación? —pregunta asustada. —Sí. —Paso mis manos por mi cabello frustrado—. Mi secretaria reservó dos habitaciones. Debí dejar que Taylor se encargara como él me dijo pero le dije que bajara el equipaje y que no quitara su vista de Anastasia mientras yo buscaba las llaves pero no creí que pasara esto. —Lo siento, señor Grey, pero no hay otra reservación a su nombre, sólo hay una y es esa. —Está bien —me resigno—. Quiero otra habitación —digo sacando mi tarjeta, pero ella me dice que no hay más habitaciones disponibles ya que todas están habitadas. Supongo que la suite es enorme, como a mí me gusta y podremos dormir los dos hasta en distintas habitaciones—. Gracias —me despido de la recepcionista en mandarín y ella me devuelve el saludo. Me doy la vuelta y entonces la escucho decir: —Que disfrute su luna de miel en este hermoso hotel, señor Grey .—¡¿Qué?! ¿Luna de miel? ¡¿Qué carajo...? No digo nada y voy hacia Ana, quien espera junto con Taylor al lado del ascensor. —Al fin. Pensé que tendría que sacarte de las orejas. ¿Jamás dejarás de coquetear con cada escoba con falda que veas? —Ella está cruzada de brazos. Y aunque me alegro que haya vuelto a ser la de antes, ahora estoy cabreado. —Jamás he coqueteado contigo y eres peor que una escoba con falda, así que deja tus celos. —Mierda. Creo que me pasé. Veo como su cara se contrae y se aleja pisoteando hasta el ascensor. Las puertas se abren y ella entra. Miro a Taylor y él niega con la cabeza y la sigue al ascensor. Suspiro derrotado. Estoy cansado y este día sólo empeora. Creo que ya tengo el maldito estrés por el cambio de horario. Antes de que las puertas se cierren, entro con ellos y aprieto el botón hacia el último piso. —Taylor, ¿tienes tu habitación? —pregunto, recordando que él también estará aquí. —Sí, señor. Subiré sus equipajes e iré a buscar mis llaves. —Bien. Por cierto, señorita Steele... —Dame mis llaves —dice sin mirarme y tendiendo una de sus manos hacia mí. Espero que Taylor no sienta el magnetismo que hay entre nosotros en este momento. Mis ganas de probar esos labios son enormes. Durante dos años, he soñado con su sabor y la suavidad que tendrían si la beso. —Sí... sobre eso... sólo hay una habitación —digo, tratando y fallando en sonar tranquilo. ¿Y si no me puedo controlar sabiendo que ella está en la misma habitación? —¿¡Qué!? —grita y en ese momento las puertas metálicas se abren. Camino buscando nuestra suite. 309... —¡No pienso dormir en la misma habitación que tú, Grey! 310... —¡Estás loco si piensas que voy a soportar estar contigo más de lo que debería! ¡Mucho menos en la misma habitación! 311... —¡¿No me estás escuchando?! 312... Aquí es. —Deja las maletas aquí. Gracias Taylor, te puedes tomar la noche libre, ya no saldré a ninguna parte. Así que hasta mañana, que descanses. —Taylor deja las maletas y se despide. —¡Estoy hablando contigo, Grey! —Cierro la puerta y camino hacia ella—. ¿Que acaso no piensas decir nada? No puedes ignorarme, así como así... Sus labios son mejores de los que imaginé. Sabía que esto pasaría, yo no podría haber soportado más sin sus labios sobre los míos y más estando plenamente consciente ahora... que ella me está correspondiendo.
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