El dolor disminuyó, apenas.
Pude empezar a pensar y sentir cosas aparte del dolor agonizante que me atravesaba. Mi primer pensamiento me llenó de terror. ¿Estaba bien el bebé? No había forma de que sobrevivieran a eso. La agonía reemplazó al dolor ardiente. No podía perderlos también, eran mi último vínculo con Nolan, con la vida que aún deseaba desesperadamente.
Abrí los ojos y vi que estaba de vuelta en mi habitación, mi habitación de la infancia en casa de mis padres. Una nueva oleada de lágrimas brotó en mis ojos, estaba de vuelta aquí en lugar de la habitación que compartía con Nolan en la casa de la manada. Había esperado que todo fuera una pesadilla, pero esto se sentía definitivo.
—¿Cariño? —preguntó mi mamá entrando con agua y acercándose a mí para ayudarme a incorporarme de la cama.
Tenía la garganta seca y bebí todo el vaso sin parar.
—¿Cuánto tiempo? —pregunté, hablar dolía.
—Casi dos días.
Mi primer pensamiento fue que me había perdido su cumpleaños, y odiaba que todavía estuviera pensando en él antes que en mí misma. Pero siempre lo hacía, incluso antes de que él me notara.
—Quiere hablar contigo cuando estés lista —dijo.
Asentí, anhelando cada parte de él y su abrazo.
Debió haber cambiado de opinión, y eso fue lo único que me hizo levantarme de la cama y ducharme. Pasé un peine por mi cabello, pero nada podría arreglar las ojeras debajo de mis ojos hinchados y enrojecidos.
Bien, debería verme así.
Caminé decidida hacia su oficina, o la oficina de su padre que estaba usando hoy. Golpeé y abrí sin esperar una respuesta.
Nolan estaba sentado detrás del escritorio y parecía sorprendido de verme. Me alegró que se viera mal, pero no tanto como yo.
—Willa —susurró, indicándome que me sentara. No pude leer su expresión. Su rostro estaba tenso y sus ojos eran duros, no como los suaves ojos marrones oscuros que solía ver cuando me miraba.
Permanecí de pie detrás de la silla vacía. Mi barbilla se adelantó. No hablé. Esto era responsabilidad suya.
—Lamento cómo sucedió. Me pusiste en una posición realmente difícil, pero no debería haber sido así. Debería haber hablado contigo después de la fiesta —dijo mientras se pasaba la mano por la cara y mi corazón latió con fuerza.
—Sentí pánico, pero ahora que estamos más controlados —me miró—, necesito que lo aceptes. Mi rechazo. Para que podamos seguir adelante. Ambos.
El aire salió de mí y luché por mantenerme de pie. Apreté el agarre en la silla.
—Aún puedes quedarte en esta manada. Tus cosas están siendo empacadas ahora mismo para ti y se enviarán a tus padres para que sea más fácil.
Mis oídos zumbaban y no podía escuchar nada más que lo que sonaba como mi sangre corriendo por mí.
—Willa —hablo, pero su voz sonaba lejana.
—Yo, Wilhelmina Balfour, acepto tu rechazo para ser tu pareja y futura Luna de la Manada Blue Ridge —recité.
El último rastro de mí se quebró.
De alguna manera, logré alejarme de él sin suplicar, sin hacer las preguntas que me recorrían.
¿Qué pasa con el bebé? ¿Por qué? ¿Por qué?
No noté a nadie cuando pasé corriendo hacia la clínica. Correr no era característico de una Luna, pero ya no iba a ser una Luna, así que al diablo.
Ignoré a la enfermera en la recepción y entré en el consultorio de la Dra. Lilian.
—¿Está bien el bebé? Necesito saberlo —exigí.
Sus ojos se suavizaron cuando me vio en este estado, debió haberlo sabido.
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El bebé estaba bien, yo no lo estaba, pero eso era algo.
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Afortunadamente, no había nadie en casa. Me arrastré a la cama en la casa en la que vivía hasta que Nolan me reclamó como su pareja. Ahora, unos meses antes de convertirme en su Luna, estaba de vuelta aquí, con el corazón roto y confundida.
Puede que hayan pasado horas o días cuando mi mamá logró comunicarse conmigo.
—Cariño, sé que es difícil. Tu padre y yo ni siquiera podemos imaginar el dolor, pero necesitamos hablar —dijo en voz baja.
Me senté y ella colocó una bandeja de comida frente a mí: sopa y rebanadas gruesas de pan casero.
La única razón por la que comía o bebía algo era por el bebé. Yo misma no tenía apetito y estaría dispuesta a desvanecerme en la nada si no fuera por ellos.
—Queremos saber qué quieres hacer. Te apoyaremos sin importar lo que elijas.
Su voz era suave. Mi papá entró en la habitación y puso su mano en el hombro de mi madre, quien se acercó a sentarse en la cama a mi lado.
—¿Qué quieres decir? —pregunté.
Tenía la garganta seca y la voz ronca, pero no recordaba por qué.
—¿Quieres quedarte aquí, o tal vez ir a la ciudad por un tiempo, a la ciudad humana? O podríamos encontrar una manada para que te transfieras temporalmente. Por supuesto, tu tía solo amaría tu compañía —ofreció.
Coloqué una mano sobre mi vientre plano.
—No puedo...—Mi voz se quebró.
Por mucho que me hubiera encantado correr a casa de mi tía, donde solía visitar algunos veranos, mudarme a la ciudad o asistir a la universidad y fingir que nada de esto había sucedido, tenía un recordatorio muy real de que sí había sucedido.
Mordí mi labio.
Parte de mí quería quedarse aquí. Eso era una mentira, una gran parte de mí quería quedarse. Quería hincharme frente a él, frente a todos ellos. Quería que Nolan tuviera tiempo para darse cuenta de su error y volver conmigo.
Quería quedarme para mostrarle lo que se estaba perdiendo y dejar en claro a todos en esta maldita manada que llevaba al bebé del Alfa. No había forma de que le permitieran salirse con la suya después de que vieran la prueba que crecía dentro de mí.
—Me quedaré —dije asintiendo con una determinación recién encontrada. Lucharía para que este bebé tuviera un padre. Lucharía por ellos, incluso si eso hacía entrar en pánico a Nolan.
Mis padres se miraron el uno al otro y luego a mí.
—Cariño —Mi mamá puso su mano en mi rodilla—. Amamos lo fuerte que eres, pero eso podría no ser la mejor idea —dijo y parecía nerviosa.
—¿Qué pasa? —pregunté, y mi mamá cerró los ojos. Mi papá se frotó el bigote, algo que siempre hacía cuando estaba inquieto.
—Willa.
Ella bajó la cabeza y mis entrañas zumbaban. Esto no podía ser bueno.
—Solo dímelo —pedí.
Mi agarre en la cuchara era letal.
—Parece que, bueno, escuchamos, pero por supuesto, los rumores se propagan...
—Nolan quiere tomar otra Luna —intervino mi papá.
Mi mundo se inclinó y giró, y pasé corriendo junto a ellos hacia el baño, donde vacié la poca sopa y pan que logré tragar con fuerza.
Anhelaba esa oscuridad en la que caí la noche en que me rechazó. Aún me sentía adormecida, pero la insensibilidad se volvía más aguda en los bordes, y no quería sentir nada de eso.
Mi mamá limpió mi rostro con una toalla fría y me ayudó a volver a la cama. La expresión en sus rostros y en el de mi papá me destrozó.
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Al día siguiente, apareció Luna Natalia. Me sorprendió, pero estaba curiosa por escuchar lo que tenía que decir sobre su hijo. Un disculpa por haber criado a un idiota como él no sería despreciada.
Me cambié y recogí mi largo cabello en un moño desordenado. Estaba demasiado agotada para lidiar siquiera con los enredos.
Bajé para sentarme junto a ella en el sofá mientras mi mamá nos servía té y luego salía de la habitación. Tomé mi taza solo para tener algo que hacer con mis manos.
—Willa —saludó frunciendo el ceño mientras me miraba con lástima.
Lo odiaba.
—No esperaba eso. Nadie lo hizo. Vine a decirte que Hugo y yo lamentamos mucho que haya sucedido así. Esperábamos que te convirtieras en la Luna y disfrutamos tenerte cerca —dijo.
Odiaba cómo hablaba de mí en pasado, como si esto ya fuera definitivo, como si lo hubieran aceptado por completo. No sabía si creer sus palabras, pero era agradable escuchar que disfrutaban de mi compañía. Asentí, mirando hacia abajo el líquido marrón en mi taza.
—Sin embargo, estamos contentos de que haya decidido hacer lo correcto. Mis ojos se encontraron con los suyos, del mismo color que los de su hijo.
¿Qué quería decir?
—Sé que tú no lo ves así, y es comprensible —Suspiró y dio un sorbo a su té—. Pero el futuro de esta manada es importante, la línea del Alfa aún más. La situación no es ideal, pero estamos felices de que él esté eligiendo una familia para su hijo.
Estaba completamente perdida. ¿Nolan les había contado sobre mi bebé, nuestro bebé? La forma en que lo estaba expresando no tenía sentido.
Un pequeño destello de esperanza se encendió dentro de mí. ¿Nolan quería poner al bebé primero? Eligió al bebé, aunque no me eligió a mí. Eso tendría que ser suficiente. Sería suficiente si significaba que aún podía estar con él.
—Así que eso me deja con un baby shower y una nueva ceremonia de Luna que preparar—dijo sacudiendo la cabeza como si eso no fuera su sueño.
—¿Lo sabes? —pregunté, poniendo una mano en mi estómago, reprimiendo una sonrisa. Ella ya estaba planeando un baby shower para nosotros.
—Nolan y Camilla acaban de compartir las noticias con nosotros —respondió.
Volvió a darme esa misma mirada de lástima.
—¿Qué?
Mis ojos se encontraron con los suyos. Un frío temor me invadió, apagando esa chispa de esperanza de una vez por todas.
—¿Lo sabías, verdad? —jadeó y se cubrió la boca—. Camilla está embarazada de aproximadamente tres semanas, casi un mes ahora.
No pensé que hubiera algo más que pudiera decirse y que me sorprendiera. Pero aquí estábamos.
—Así que, aunque odiamos cómo sucedió, de verdad lo hacemos. Estamos muy orgullosos de nuestro hijo por hacer lo correcto. Por tomar esta difícil decisión que le ha causado más dolor del que imaginas para poner a su hijo por encima de todos, incluso de sí mismo —habló, pero apenas la escuché.
—Sal de aquí —Encontré mi voz, con la mandíbula apretada.
El shock que se reflejó en su rostro solo me hizo sentir una ligera satisfacción.
—Willa, sé que estás molesta, pero...
—No te lo repetiré —gruñí, me levanté y salí de la habitación.
No creo que me quedara nada más por llorar. Me senté en los escalones y me acurruqué, pensando en cómo alguien que afirmaba amarme alguna vez podría hacerme esto. Lo que me hizo pasar, no se lo desearía ni a mi peor enemigo si lo tuviera.
Bueno, tal vez sí se lo desearía a Camilla, pero eso sería desearle lo que ella me había hecho. ¿Qué habría hecho yo para merecer esto de Nolan?
Siempre supe que no era suficiente para él, pero me reclamó y tontamente empecé a creer que era digna de ese reclamo, de la unión que la Diosa Luna había destinado.
No importaba lo que hiciera, cómo me vistiera o si me hinchara como una ballena frente a los ojos de sus padres. Nada de lo que hiciera lograría que él me aceptara de nuevo.
Tomó su decisión y estaba comprometido con una vida junto a otra persona.
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Le conté a mis padres mi nuevo plan y accedieron a acompañarme. Tuve que evitar que mi padre fuera a golpear a Nolan cuando se enteró de que estaba embarazada, y las lágrimas de mi madre me llevaron a otro colapso. Odiaba estar haciéndoles esto. Odiaba que él estuviera haciendo esto.
Lo que debería haber sido un momento emocionante, su primer nieto, fue arruinado por su rechazo. Sabía que no querían abandonar la manada, pero también sabía que harían cualquier cosa por mí. Así que nos fuimos.
Escribí una carta a Lola y la dejé en su buzón, luego mis padres y yo empacamos las cosas de la casa, llevando varias con nosotros. Ellos querían regresar eventualmente, pero yo sabía que nunca podría hacerlo.
Me rechazó en público. Eligió a otra Luna. Me engañó más de una vez, la dejó embarazada. Y aun así lo amaba.
Me odiaba aún más por eso.
¿Lo peor? No pude elegir el rechazo. No pude alejarme de su infidelidad. Fui prácticamente expulsada y humillada.
No solo fue él. Fueron los demás, los que se mostraron tan complacientes con esto. Su futuro Beta y Gamma, a quienes consideraba mis amigos, no lo detuvieron. Sus padres no lo detuvieron.
Nadie lo hizo.
No fue solo su rechazo lo que dolió. Fue el hecho de que nadie le preguntó qué demonios creía que estaba haciendo.
La furia reemplazó mi tristeza mientras echaba una última mirada al lugar donde crecí, el único hogar que conocí y del cual hasta hace una semana estaba destinada a liderar.