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3020 Words
                                                                                         Ducha — ¡Megan! Mi grito choca contra las paredes blancas de mi habitación, pero veo la necesidad de volver a hacerlo cuando no escucho respuesta alguna. — ¡Megan!—grito— ¿Cómo es posible que todo lo que tocas, se daña? Mi camisa está llena de cosas brillantes y alguna clase de pegatina. Desde la puerta,  la pequeña me mira con unos ojitos del gato con botas, junto un mohín, que logra enternecer a cualquiera, si, en verdad no puedo enojarme con ella. Es tan pequeña pero a veces parece la misma encarnación de un demonio, contando las locuras y travesuras que suele hacer, sin contar la vez que el cuarto de lavado terminó siendo un cuarto de espuma. Remueve sus rizos negros y baja la cabeza, arrepentida. Es una de las personas más tiernas, pero debería estar entre los más buscados de toda su juguetería. ¡Y tan solo tiene 7 años! —Bien—bufo, guardando la camisa. Tendré que comprar otra—. Solo pregúntame antes de coger mis cosas. La pequeña me da un abrazo en las piernas ya que en definitiva no me alcanza. Debo llegar a la universidad en menos de una hora. Después de algunos meses regreso para proseguir con mi vida, no es simple, pero estoy en el intento. Me cambio rápidamente de blusa y tomo mi bolso, junto las llaves del auto que fue regalo de los Miller para “animarme”. Sigo sin entender su propósito en mi vida, ya que el hecho que haya muerto mi padre y que me regalen un auto, no cambiará mucho las cosas. Pero sirve para transportarme. Eso es lo que importa, ¿no? Bajo las escaleras de manera apresurada y no hay nadie más en la casa, solo algunas del servicio contando a Erin quien está entrando con una canasta de verduras—para nada de mi gusto. Si ese es el almuerzo no pienso regresar—. —Srta. Elaine ¿se marcha ya?—asiento enseguida ante su pregunta, arreglando mi cabello. O en el intento, ya que parece una tarea imposible—. Bien, entonces la esperamos para la cena. El Sr. Miller dice que la familia estará reunida. No pongo mucha atención a lo que me dice ya que estoy revisando mi celular, así que hago un ademán. Varios mensajes llegan a mi bandeja, alarmándome, ya que avisan mi regreso de hace unos días, nada que no pudiera prevenir. Salgo de la casa antes de que siga con interrupciones y, sin embargo me encuentro detenida por la maravilla. — ¡Madre santa! Abro los ojos al divisar una Harley-Davidson Knucklehead negra con algunos detalles rojos, una belleza. No me juzguen, amo las motos y era una de las aficiones favoritas de mi padre, por lo cual mi vista se fija enseguida en el medio de transporte que preferiría antes que cualquier cosa. Posiblemente es del Sr. Arthur, ya que a este también le gustan las motos. Me alejo antes de causar algún daño. Antes de arruinar las cosas, como siempre lo hago. *** Mi día iba de ser aburrido a pegarme un tiro con un banano, ¿cómo era posible que una clase, que se suponía que era emocionante, terminara en oír a la maestra hablar de sus amores pasados? Y ahora… estaba corriendo como sí mi vida dependiese de ello. Antes solía perderme con papá en el campo, jugando hasta que perdieramos el aliento, mientras mamá gritaba buscandonos. Eran tardes de picnic, noches de películas y mañanas de vernos como zombies para seguir riéndo.  Años atrás, habíamos visto las estrellas, pensando en qué sería el futuro, mi futuro, cómo serían las cosas en la universidad donde, también, se había gradudado mamá. Pero ahora... ¿qué podía esperar cuando a duras penas había logrado entrar nuevamente a estudiar, sin tener las ganas suficientes de abrir un solo libro?  Quizás solo espero que las cosas cambien de un momento a otro, mientras me digo cada día: hoy no fue el día, pero mañana... No, es posible que nunca haya un cambio. De todas formas, no lo espero, no lo quiero. Todo ha sido tan igual desde que llegué a casa de los Miller, que ni espero una sola sonrisa en los próximos meses.  No lo merezco.  No merezco una sola pizca de felicidad.  No cuando ellos se fueron... y sé que no regresarán.  Suelto una bocanada de aire, viendo el largo camino que nos queda, con la mayor necesidad de salir corriendo, pero hacia el otro lado. Aunque Bridget, me toma del brazo, negando. — ¡Quema esas calorías mujer! Quedándote en el asiento de tu auto no va hacer que mantengas ese trasero—grita a mi lado Bridget. Es como mi única amiga, desde hace años, y una adicta a los deportes contando el ajedrez, ¿es eso posible? El caso es que por lo menos la tengo a ella. — ¿Qué dices si…—respiro agitadamente, ya que siento que no me llega el oxígeno suficiente—…tomamos un descanso? Pongo mi peso en mis muslos tratando de respirar ¿quién carajos corre de esa manera y aún mantiene hasta su peinado? Bridget se ve en el espejo como si nada admirando su cabellera roja y delineado bien hecho. —Eres una floja—suspira mientras yo agonizo en el césped—. Ven, vamos a tomar una ducha. Y no lo niego, la necesito con urgencia, por lo cual me despojo de mi ropa lo más rápido al adentrarnos a los armarios, y camino a paso rápido hacia la ducha del gimnasio. Sentir el agua en mi rostro es de las pocas cosas que me relajan. Y todo parece normal cuando paso mis manos por mi cabello para deshacerme del shampoo, pero un fuerte golpe me sorprende por lo que caigo al igual que la cortina de la ducha. — ¿Qué mierda? Doy un vistazo a mí alrededor y frunzo el ceño. Luego… un movimiento. Un chico se encuentra observándome con los ojos abiertos y tomo enseguida la cortina para cubrirme, ¿esto no puede ser peor? —Darién, dame mi ropa—Un chico moreno, quien se encuentra en peores condiciones que yo, se acerca a nosotros, con un balón de fútbol americano tapando sus partes genitales, dejando a la vista sus buenos abdominales—. Con un demonio—Le quita de un arrebato la ropa al chico de ojos azules que no me ha quitado la mirada—. Llegas hoy y te atreves a dejarme así ¿ah? Esta me las pagas. Antes de que alguien responda, intenta ponerse su idea. Pero termina en una catástrofe, porque cae al piso, provocando la risa del oji azul y una sonrisa de mi parte. Es ahí cuando me doy cuenta de que sido desnuda, en la ducha. Me pongo de pie, aun cubriéndome con el plástico, buscando con la mirada mi toalla ¿dónde la dejé? De un brinco tomo la toalla que está detrás de mí. ¡Gracias Dios! Me cubro enseguida pero los dos jóvenes siguen mirándome. — ¿Se les perdió algo? Por si no saben éste es el baño de mujeres. Una sonrisa es la que esboza el chico de ojos azules, ladeando un poco su cabeza para verme. Su mirada es intensa, y en verdad no puedo negar lo atractivo que es. Toda su fisionomía anima a quedarte viéndolo, ataviado en unos jeans desgastados y una camisa de manga corta. Pero lo que más atrapa y te hace delirar, es ese par de zafiros que parecen brillar ante la opaca luz de la ducha. Me encojo, levemente incómoda, pero nada intimidada cuando mueve un mechón de su cabello n***o, en tanto su amigo lucha con los botones de su camisa. —Nena, creo que tú eres la que estás perdida—Habla por primera vez, y su voz suena tan bien, que se siente un escalofríos pasar por todo mi cuerpo. Alejo el pensamiento y lo observo—. A no ser que estés confundida con tu sexualidad—muerde su labio inferior, dejando a la vista su piercing—, cosa que dudo porque estás… El moreno, finalmente con el jean puesto, interrumpe: —Estás en el baño de hombres. Parpadeo, observando mi alrededor, evidentemente, dándome cuenta que Bridget no está por ninguna parte. Claro, ¿dónde más puede estar? ¡En el baño de mujeres, tonta!  Mi subconsciente me castiga una y otra vez, mientras me reprimo por dentro. Muerdo un poco mi mejilla interiormente, pensando en cómo salir de aquí. No me siento muy segura casi desnuda en el baño de hombres con dos de ellos. Vamos que me da cosa. Aunque la defensa personal que me enseñó mi padre serviría. En menos de lo que canta un gallo, al ver que el moreno intenta acercarse a mí persona mientras el otro balbucea algo, le doy un golpe en la nariz al moreno y salgo del lugar rogando para que no se me caiga la toalla. — ¡j***r! Oigo un grito, pasos y luego murmullos, pero eso no me impide seguir corriendo, hasta que a duras penas logro entrar a uno de los vestidores y ruego por que sea el de mujeres. Tomo mi celular y marco rápidamente el número de Bridget. Me paso la mano por el cabello mojado una y otra vez, esperando que conteste mi llamado y al tercer timbrazo lo hace. —Estoy en problemas—digo a toda velocidad, sin darle oportunidad a que hable. Veo como varios chicos pasan llegando a otras duchas o saliendo del lugar. Esto debe ser una broma y juro que me estoy mordiendo las uñas. — ¿En qué te metiste ahora, Wright?—pregunta, en cuanto parece darse cuenta que no estoy cerca de ella—. Primero que todo ¿Dónde estás? El corazón me late tan fuerte, que siento que de un momento a otro ha empezado a perseguirme la misma CIA. Aprieto el celular e intento calmar mi respiración. ¿Desde cuándo he quedado envuelta en tantos problemas, cuando se suponía que desde hacía meses había decidido mantener ley del silencio y calma eterna?  No soy un monje experimental, pero era mi intento y huelga hacia la vida.  Tenía una excusa para no comer carne por tres meses, más cuando Meg no hacía más que querer ayudar en la cocina. Y estoy segura que las gomitas no combinan nada bien con la bistec.  —Estoy en uno de los vestuarios de hombres, por favor tráeme ropa—suplico, arreglando la toalla blanca que me cubre. Me siento confundida y anonada por lo que acaba de suceder. Acabo de regresar y ya suceden tantas cosas… Contengo mis ganas de llorar, porque siento que no estaba preparada para volver a enfrentarme al mundo y escucho, poco después, el grito de Bridget. Le hago una señal con la mano, tomando enseguida mi ropa. — ¿Sabes? Nick Wellington salió casi llorando hace un rato—suelta una pequeña carcajada mientras yo abotono mi camisa, con el cabello goteándome—. Creo que estaba sangrando. Dicen que un chico creó pelea en la ducha y él, con Darién se defendieron. Me detengo en el último botón y fijo mis ojos en ella. ¿Qué clase de mentira era esa? Enseguida comienzo a reírme por la mentirilla de esos dos—. Ya veo, ¿otro chico lo golpeo?   —No te rías, debió ser alguien muy fuerte para dejarlo así. Además, dicen que es una broma por el regreso de Darién. ¿Darién? ¿Por qué me suena familiar ese nombre? Bridget suspira, ahogando sus ganas de gritar emocionada. –Hubiera sido genial verlos en acción, lo único, es que muero por ver esos traseros ya en el campus. —Este golpecito…—Le muestro mis nudillos, que se tornaron a un color más rojo—, es por causa de Nick. Su estupefacción parece golpearme al tiempo, por lo que río fuertemente, con Bridget a mis espaldas, finalmente saliendo de su sorpresa para empezar a preguntar: —Espera, espera, ¿quieres repetirlo por favor?—Sus ojos se abren y me detiene cuando estamos en la salida—. Golpeaste al corredor del equipo de Fútbol,  en frente del guapísimo quarterback Niega una y otra vez rascando su cabeza mientras yo asimilo también las cosas. Entonces él era… ¡Ay, no! —Debí grabarlo. —Te recuerdo que yo soy la víctima—hago un ademán hacia mi persona “adolorida” ya que obviamente—. ¡Yo estaba desnuda! Ella hace un ademán, restándole importancia. —Como digas—bufa—. Yo me los hubiera comido ¿Cómo es que tienes esas oportunidades y no las aprovechas? Tras caminar entre los árboles, buscando un lugar fresco, para pensar más que nada y calmar todas mis emociones, veo cómo toma su celular, tecleando varias veces. Enseguida, se gira hacia mí. –Sí, sin duda ahora es el tema principal en el lugar—Muestra un mensaje de la página de chismes de la universidad para los estudiantes, y lo principal es: “Jugadores principales del equipo Nebraska son golpeados” —. Te acabas de meter en un grave lío, Elaine. Abro los ojos sorprendida por el alboroto, y al tiempo, veo como el entrenador se dirige a la enfermería, fanfarroneando con su asistente —Mi corredor golpeado—niega enseguida. El silbato le cuelga, casi palpitando tanto como su corazón. Al instante fija los ojos en su asistente, diciendo—: Quiero ver justicia, Larry, sin duda la quiero. Dime, ¿dónde está? Mi posición pasa a ser a la de una estatua al ver como se me acerca, pero lo único que hace es pasar por nuestro lado, quitándose la gorra del equipo.  Suspiro aliviado. —Sí, no creo que digan que una chica lo golpeó—Coloca su brazo detrás de mi nuca para alejarnos del lugar y dirigirnos al estacionamiento. Por lo menos me alejé de este problema, por ahora… ** —Elaine que bueno que llegas, te estábamos esperando—habla Erin recibiendo mi maleta al entrar a mi habitación—. Quieren que estés presente en la cena, el joven Miller regresó de su tiempo en el internado, no te lo habíamos comentado. Cierto, los Miller tienen otro hijo, que aunque no lo conozco, deduzco que es insoportable sin duda, aunque no lo he visto nunca en mi vida. Nuestros padres eran buenos amigos, pero supongo que solo lo vi cuando éramos pequeños. Megan no es la única, esa pequeña de rizos negros que parece un saltamontes, entra a mi cuarto saltando con una muñeca en mano. — ¡Conocerás a mi hermano! Creo que podré finalmente hacerle bromas a alguien…—Salta de un lado a otro, cayendo en mi cama –. Tengo planes, Elaine, y tú estás en ellos. Junta sus deditos de manera malévola y me sigo preguntando cómo es que una niña de 7 años logra ingeniarse a hacer tantas cosas. Exhalo profundamente, mirando el techo, con las estrellitas pegadas. Idea de Megan. —Sin duda le caerás bien, van a la misma universidad—informa Erin, sacando mi ropa sucia—. Serán buenos hermanos. Esa idea enseguida sale de mi cabeza, demostrándose en una mueca de horror. —No, no, Erin, él jamás será mi hermano, por Dios. Yo fui y seré hija única. Los Miller me han acogido ya que aquí sigo siendo menor de edad y… Megan mantiene su mirada en mí mientras yo tomo la ropa. — ¿Entonces no eres mi hermana?—susurra bajando la cabeza. Mierda. Me muerdo internamente la mejilla y, pasando por alto la fotografía que tengo con mi familia, mi verdadera familia, inspiro, viéndola a los ojos. —Megan, tú sabes que tus padres no son los míos, son como...—Quedo unos minutos pensando, aun con la mirada de la pequeña y de Erin—. Mis tíos, eso. Y tú eres como mi mejor amiga. ¿Con quién más juego al té? ¿Eh?—pellizco una de sus mejillas, mientras la pequeña saca una sonrisa de repente, moviendo sus rizos. —Bien, será mejor que bajen, ya las están esperando—avisa Erin, abriendo la puerta. Debo conocer al hijo mimado de los Miller. Bajo poco a poco las escaleras, ya que en verdad después de todo lo que ha sucedido hoy no tengo ánimos de conocer a nadie, y mucho menos a un niño engreído al cual elogian cada vez que pueden. Suelto un suspiro mientras deslizo mi mano por la madera de las escaleras y logro divisar un poco la mesa puesta para la cena “familiar”. Recuerdo perfectamente las veces que quisieron mostrarme álbumes, Megan más que nadie. Pero al instante, cuando ella lo intentaba, me quedaba dormida. No quería… no me interesaba. Pero quizás… quizás debí hacerlo. —Elaine, te estábamos esperando—sonríe Cristal, mostrándome el asiento a su lado. Su encantadora cabellera castaña le llega al pecho y se remueve cuando se gira hacia su esposo—. Te queremos presentar a nuestro hijo, Darién. Caigo en mi asiento perpleja, pestañeando sin querer ver quién está al otro lado de la mesa. ¿Darién? He escuchado ese nombre demasiadas veces hoy. Para mi alivio, cuando ladeo un poco el rostro, noto que estamos solo nosotros. Los Miller lo notan enseguida, así que se apresuran a decir: —Lamentablemente, aun no llega—toma la copa de vino. El hombre a mi izquierda sonríe perezosamente, pese a que una pizca de amargura lo atrapa por unos segundos—.  Pero llegará el momento en el que lo conozcas Elaine. Trago en seco, imitando sus sonrisas. Mis nervios me carcomen por dentro, porque ahora estoy recordando a quién golpeé en la ducha de la universidad. ¿En qué me he metido?  
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