Cuando por fin tenemos la tienda, el me pide que me quite la chamarra para revisar el hombro, lo hago porque de verdad me duele mucho, en algún punto de la avalancha el me jalo con fuerza y me trono, no me arrepiento, porque nunca me soltó, al contrario, fue muy protector.
Me revisa el hombro y sin decir agua va, me lo acomoda, no si quiera grite, porque me tomo tan desprevenida qué no supe que paso, me esta explicando algo, pero solo puedo ver sus ojos, se le ven tan terriblemente claros, y no claros azules, sino claro casi pegándole al blanco, parece que toman otro color bajo la nieve.
—¿Me estas escuchando?—Pregunta molesto y yo niego, el se enfada más, pero lo deja estar.
Saco un botella de agua para los dos y una lata de atún para cada uno, al parecer no se perdió nada.
Después de
