La muerte de mi padre me tiene destruida, mis ojos son como una tormenta que nunca cesa, intentó estar en pie, pero caigo, una y otra vez. Todos hablan de lo mal que estoy, pero él, me ha dado la estocada final. Lo han visto al lado de esa mujer, pero sé que nunca es una igual, siempre es una distinta.
La última vez que lo vi, antes de hoy, fue en el funeral, fue bueno, pero frío como un iceberg, ¿Cómo puede estar parado frente a mí? ¿Acaso olvida la promesa que me hizo? ¡Ya es diciembre!
Aquí nadie me quiere, aquí nadie me entiende. Ni siquiera mi hermana Andrea, ha dicho que exagero, que debo ser liberal, que ya encontraré un nuevo amor ¡La odio! ¡Los odio a todos! Mi alma sufre, no puedo resistir más.
Solo finjo, pero no puedo ser una hipócrita. Salgo de la habitación, compruebo que es medianoche, ya es navidad, mientras todos celebran y se abrazan, yo huyo, veo el cielo y lo encuentro en fuegos pirotécnicos, pero camino, quiero alejarme, quiero correr, es inútil. Camino por el pasto, camino al muelle, escuchó su voz decir mi nombre, me detengo y vuelvo la mirada a él
—Athena —su voz parece una súplica, sus ojos parecen vulnerables, pero no le creo nada—. No me odies, por favor, entiende, quisiera hacerte feliz, pero no puedo.
Mis ojos son dos lagunas desbordantes, me contengo, bajo la mirada porque a punto estoy de llorar y suplicar, ya no lo haré
—Estaré bien, puedes estar tranquilo —digo con voz débil
—Si pudiera cambiar esto, si pudiera ser el hombre que mereces —dice y su voz me suena tan absurda, ¿Acaso es consciente de sus palabras estúpidas? No lo es, siento que lo odio, mi corazón retumba
—Ve y sé feliz, no te preocupes, sé egoísta, la felicidad es lo que importa —digo con toda mala saña, porque estoy furiosa, dijo que me amaba hace dos semanas, y ahora está de la mano de otra mujer
—Algún día me entenderás, eres muy joven, a mi lado no serás feliz. Además, Priscila y yo nos entendemos bien, somo afines.
Siento asco al escucharlo.
—Eso me alegra —soy irónica
—Tal vez… si hubiésemos tenido la misma edad —mis ojos no evitan llorar, me ha dado una buena puñalada donde duele, esas palabras de verdad me han destruido, se acerca a mí, me mira con ojos tristes, rostro vulnerable, incluso veo una ráfaga de ternura, que debe ser reflejo de su hipocresía. Acaricia mi rostro, pero me alejó rápido. Su rostro se decepciona
—Entonces, sé feliz, ya debo irme —avanzó alejándome, pero me detiene tomando mi brazo, me desafano de prisa
—¿A dónde vas?
—Ya me voy. No me quedaré, por favor, no esperas que haga eso, así que, déjame ir.
Su rostro casi parece preocupado. Traga saliva
—Sí, lo sé, ¿A dónde iras?
—Lejos.
—¿Y la empresa Highlands? ¿Vas a abandonarla?
—Ya no me importa, muerto mi padre nada importa, ahora me iré a buscar que hacer, dijiste algo cierto, soy muy joven, viajaré, estudiaré. Ahora veo un futuro prometedor —no sé porque digo eso, sé que a él no le importa, pero incluso admiro como su rostro se ofusca, parece aturdido, pero debe ser mi deseo cobrando sentido
Él asiente. Doy media vuelta
—Te deseo lo mejor, Athena.
Me detengo un momento
—Feliz navidad, Lucca —digo con voz clara, camino alejándome, siento demasiado dolor, no puedo seguir, quiero volver, chillar, suplicar porque no me deje, lo amo demasiado, lo necesito como el aire, vuelvo, solo para herirme más, ahí está él, junto a esa mujer, tomada de su mano. Las lágrimas inundan mi cara, camino adentro de la casa, me quito la pañoleta anudada a mi cuello, porque me ahogo. Me cruzo con la señora Valeria, verla me provoca escalofrió, en realidad la odio, es la madre de Lucca y siempre se opuso a nosotros. Mira mi rostro, parece preocupada, pero no le creo un carajo, le digo que me voy, intenta detenerme, pero no lo consigue, entro al auto, descubro que he dejado la pañoleta, pero poco me importa, enciendo el motor, regreso la vista a la ventana y ahí lo veo, Lucca parado observándome tras el cristal, su rostro parece tan triste, sus ojos azules que eran mi cielo, ahora son una noche oscura que quiero olvidar. No puedo creer que el hombre que yo amo está ahí en la ventana, y no viene a detenerme. Nunca me amó, vuelvo la mirada al frente y conduzco de prisa, no vuelvo la vista, pero miro en el retrovisor, Lucca salió de casa, ahí está parado justo detrás, quisiera detenerme, pero algo apresa mi garganta, no es dolor, no es tristeza, es algo peor, es orgullo que ha crecido en mis entrañas y me hace acelerar con apuro. Lucca se desdibuja entre mis lágrimas, y lloro, porque mi corazón está roto, como la promesa de navidad de estar juntos por siempre.