Por Athena
Veo mi reloj, son las once y media de la noche, Orfeo me mira, con sus preciosos ojos azules como los de su padre, lo abrazó con fuerza, tiene tres años, y es un niño hermoso
—¡Santa! ¿Ya va a venir Santa?
—Claro, cariño, pero será hasta que duermas —digo con dulzura, lo arrullo por unos minutos y cae rendido, lo llevo a su cuna, admiró su hermosura, no puede haber algo mas hermoso en la tierra que él, soy tan afortunada de tener a mi pequeño bebé.
Cuando me aseguro que se ha dormido, voy al salón, recojo las copas y los platos de la cena, los lavo con paciencia.
Hace pocas horas se marcharon Andrea y Kansas, con mi sobrina Jenny.
Es la primera navidad que él no está aquí. Siento deseos de llorar, veo su foto y me provoca tristeza. Lo extraño tanto, pero no lloraré, debo ser fuerte. Salgo al balcón, con una copa de vino tino, hace frío y yo luzco un vestido de invierno, recuerdo cuando fui una novia de diciembre, recuerdo Nebraska y anhelo estar ahí. Deseo que el tiempo se vaya rápido. Deseo que amanezca para sentir menos soledad. Veo la estrella más brillante, pienso en esos ojos que fueron mi delirio y mi paz. Estoy embebida en mis pensamientos, de pronto el cielo se ilumina con fuegos artificiales, ya es media noche, pienso en él, en su promesa de que siempre estaría a mi lado en navidad, es la primera que no pasará a mi lado, una lágrima corre por mi mejilla sin que pueda evitarlo
—¿Acaso esperas a Santa Claus? —esa voz hace que me gire sorprendida, ahí esta él, tan perfecto y hermoso como siempre, mi tristeza se convierte en una felicidad y corro a sus brazos, siento que un calor me invade, la paz, la confianza y la seguridad están ahí. Me siento nueva al sentir su cuerpo, beso sus labios
—¿Qué haces aquí?
—¿Me extrañaste?
—Muchísimo —exclamó casi con reproche, sonríe, me mira con ojos brillantes y no resisto el volver a besarlo
—Rente un avión privado tan costoso, que incluso me dolió —me rio un poco, jamás ha sido un hombre tacaño, así que debo creer que en verdad fue ostentoso—. Pero, necesitaba volver.
Quiero gritarle que hizo lo correcto, porque no podía estar sin él y al mismo tiempo me siento culpable de ser tan infantil
—Volvías el día veintiséis de todos modos, pudiste esperar.
—No —dice Lucca seguro, me abraza de la cintura pegándome a su cuerpo, me siento tan viva—. No puedo fallarte, tenemos una promesa, y aquí estoy para cumplirla, en esta navidad, y en todas las que nos toque vivir. Siempre estaré a tu lado en navidad.
—Feliz navidad, mi amor.