—A ver, ven, ven aquí, déjame ver tu rostro. —Franco, un hombre de edad avanzada se aproximó a su sobrino, el pequeño Valente tenía los ojos llenos de lágrimas, su labio estaba inflamado y lleno de sangre. —Si mi hermano vuelve a tocarte un pelo te juro que lo voy a asesinar. —Vociferó en rabia.
— ¡No! —Lloriqueó Valente cubriendo su rostro con las manos, el hombre canoso se arrodilló para quedar a la altura del infante, tenía apenas seis años ¿Cómo se atrevía alguien, quien fuera, a hacerle daño a un ser tan inocente? —No le hagas nada a mi papá, por favor.
—Eres tan puro. —Sonrió el señor. —No lo decía en serio, Valente, ¿Dónde está Olimpia? ¿Quién está cuidando de ella, eh? —Preguntó limpiándole las lágrimas. —Dime.
—Mi mamá está encerrada en la habitación de servicio con ella. —Re
