Luchar contra mis sentimientos

3209 Words
“ Algunos sentimientos nacen sin querer, simplemente suceden, podemos decidir ignorarlo, mas lo que está sembrado terminará creciendo". >>>>>>>>>>>>>>> Llevado por un impulso deseoso en su cuerpo, Leonardo se inclinó los pocos centímetros que lo separaban de los labios de la joven de mejillas ruborizadas, la sensación que le recorría en el cuerpo era inimaginable. Una ola de calor acumulándose en su pecho lo tenía en una clase de trance hipnótico. Hipnotizado, sí, esa era la descripción perfecta. Estaba a solo milímetros de besarla, cuando a su mente llegó el rostro de Maya, la mujer que había sido su esposa, la misma que lo engañó con su primo, una traición que había dañado su orgullo. Si antes era un hombre frío, con eso se había vuelto desconfiado, y no era que hubiera estado profundamente enamorado de su ex esposa, simplemente era que él no podía tolerar una traición bajo ninguna circunstancia, de modo que terminó alejando su rostro, ella lo miró con confusión, mas él solo le dio una palmaditas suaves en la cabeza, seguido de un: Tu abuela estará bien. Viéndolo marcharse, Alice subió lentamente las manos a su pecho que palpitaba con desenfreno, su espalda aún podía sentir lo reconfortante que fue el abrazo de Leonardo, las mejillas estaban cubiertas de un rubor que empezaba a cubrirla totalmente al cerrar los ojos y recordar lo cerca que habían estado. — ¿Qué fue eso? —se preguntó, mientras intentaba entender sus propias emociones—. Por un momento esa mirada fría me vio con calidez, sus manos no estaban frías, me abrazó con tal delicadeza que me sentía en las nubes, siento que mi corazón quiere estallar, y mis labios están esbozando una sonrisa que ni yo misma comprendo la razón ¿Por qué? ¿Cómo es realmente usted señor Evans? —mil y un preguntas rondaban en su cabeza. Si realmente Leonardo era un hombre frío y serio ¿Por qué se había interesado en consolarla? Las cosas no tenían sentido. Por otro lado, dentro de su habitación, Leonardo tenía su propia lucha interna, los pensamientos y preguntas hacían eco en su cabeza, una y otra vez se decía a sí mismo por qué no la había apartado ¿Qué le importaba a él que ella dejara de llorar? Ese no era su asunto, mas su cuerpo actuó solo al abrazarla y había estado a punto de cometer un grave error ¡Qué locura! ¡Casi la había besado! Estaba a solo un movimiento de atrapar esos labios carnosos y rosados, sin embargo, recordó a Maya. La susodicha que fingía ser una mujer angelical y puro encanto, pero que al final resultó ser solo una loba disfrazada de cordero, alguien que no dudo un solo segundo al engañarlo. — Malditos traidores —murmuró recordando a Lorenzo y Maya—. Encima tienen la desfachatez de pretender que vaya a su boda como si fuéramos los mejores amigos, par de imbéciles. No era tan idiota como para dejarse atrapar por la redes de ninguna otra mujer, solo una vez había cometido ese error— ¡Demonios! —maldijo por lo bajo, en qué rayos había estado pensando cuando se casó con Maya, era atractiva, lo reconocía, pero eso no debería ser suficiente como para lanzarse a lo loco y casarse. Lo de Maya había sido solo piel, una atracción meramente carnal y ambos lo sabían, pasarla bien en la cama no garantizaba tener un matrimonio estable, él lo reconocía, por ello llegó a pensar en tener hijos, mas luego del divorcio comprendió que esa idea no hubiera impedido que ellos se separaran. «Maya era el peor error de su vida» con eso estaba más que claro y su único enfoque sería el trabajo. … Caminando por un largo pasillo, un hombre vestido con traje se dirigía al despacho de su jefe, llevaba horas metido en ese lugar. Su señor había dicho estrictamente que nadie lo interrumpiera, sin embargo al tener varios hombres a cargo necesitaba su voz de autorización. Tocó la puerta de entrada, más no obtuvo respuesta, así que decidió empujarla y… — ¿Señor Santino? — preguntó asomando la cabeza—. Los hombres están… ¿Otra vez está mirando esa fotografía? — Oh, eras tú, Vitale —respondió el hombre de cabellos negros quien se encontraba sentado en un sillón de cuero, mientras contemplaba el rostro más hermoso que sus ojos hubieran visto—.Eres la única persona en quien confío y ya sabes que nunca podré olvidarme de mi querida esposa. — Fue muy triste lo que le ocurrió, pero nuestro objetivo ahora es… — Sí, eso nunca se borrará de mi mente. — Entonces… — Vigilen la zona —ordenó, dejando el pequeño cuadro sobre su escritorio. — De acuerdo señor —Vitale asintió, dando paso a su retiro. Levantándose del asiento, caminó hasta la ventana, donde observó las aves cantar, volando como almas libres de ataduras, hasta posarse sobre las ramas de los árboles en su jardín, luego bajó la mirada a las flores, tan vivas, de hermoso color, perfumadas pero sobre todo, bellas, tan bellas como lo es cuando una semilla germina para convertirse en algo hermoso, así como ella, sin querer sonrió al recordar a la jovencita de dulce mirada. — Hay cosas en esta vida que nunca cambian —dijo con alegría en su voz. … Esa noche mientras dormía, escuchó un ruido al lado de su habitación, llevada por la curiosidad se levantó para revisar ¿Sería algún ladrón? No, eso era descabellado ¿Un ladrón robando en la casa de un policía? Imposible. De todas formas abrió la puerta, caminó por el pasillo, encontrándose únicamente una luz que venía del cuarto de Leonardo. — Pensé que estaría dormido, ni siquiera bajó a cenar —pensó, mientras se acercaba cada vez más y más, lo suficiente para observar, mas lo que vería la dejaría boquiabierta. Totalmente desnudo, Leonardo se encontraba de pie pasando una toalla por cada músculo, al estar de espaldas ella pudo deleitarse con todo ese monumento hecho hombre, alto, de espalda ancha, brazos fuertes, un trasero redondo y sexy para terminar en dos largas y musculosas piernas. — No debes Alice… No debes estar viendo esto ¿qué pensaría la abuela de ti? —intentaba alejarse, pero sus piernas no le respondían, era como si esperara por ver algo más. Entonces, un profundo calor había empezado a subirle por las muslos hasta llegar a su parte más íntima, apretando sus piernas se mordió los labios, para su mala suerte, sus rodillas ya no soportaban estar rígidas y al estar apoyada en la puerta terminó cayendo dentro de la habitación de él. Cayendo de rodillas, se apresuró en levantar su rostro, encontrándose con la mirada de confusión de Leonardo. — Ah… yo… —intentaba encontrar alguna excusa, mas su mente quedó en blanco al ver a la semejante serpiente que se levantaba orgullosa entre las piernas de Leonardo. —Yo… yo —pasó saliva, pero ni así recuperó el habla. Al darse cuenta donde lo veía, éste no pudo evitar sentirse orgulloso, su ego masculino sonrió. — Creo que te has equivocado de habitación. — ¡S-sí! Eso es… pero… ya me voy —apoyándose en sus manos se levantó y salió tan rápido como podía correr. Conforme los segundos pasaban sus mejillas se ruborizaban más y más. — ¡Señor mio! ¡Qué acabó de ver! ¡Jamás podré quitar «eso» de mi mente. Mi pecho no deja de latir, creo que moriré de vergüenza, si antes no muero de un infarto. No puedo creer que lo haya visto des… ni siquiera puedo pronunciarlo, todo mi cuerpo es ahora un remolino de sensaciones y calor, la cara me quema y mi vientre bajo siente unos cosquilleos, algo está mojandose ahí abajo —se decía así misma en sus pensamientos, se encerró en su habitación llevándose las manos a la cara, miró la cama y se aventó envolviendose con las sábanas en un intento por dormir y así dejar de ver a Leonardo desnudo en su memoria, daba vueltas de un lado a otro buscando la forma de borrar esa imagen. Ahora entendía ese famoso refrán «la curiosidad mató al gato» y vaya que lo había comprendido de forma detallada y gráfica, difícilmente volvería a verlo de igual, pensar que tras ese uniforme de policía escondía un cuerpo tallado a mano la piel le erizaba. Leonardo Evans era un semental en todo sentido de la palabra. Esto sería una gran lección para Alice, no entres a la cueva del lobo… a no ser que tengas invitación. Pasaron alrededor de quince minutos, cuando en eso escuchó unos pasos acercarse a su habitación, asustada, usó la almohada para taparse la cabeza. Creyendo que entraría, rogó al cielo pidiendo ser salvada, mas su puerta no se abrió, creyendo que había estado equivocada pensó en levantarse, entonces la voz del policía llamó del otro lado. — Se que estas despierta, solo te informo que volveré mañana muy temprano, tengo turno esta noche. Al saber que era solo eso, Alice suspiró de alivio, pero toda esa tranquilidad se iría boca abajo cuando él regresó sobre sus pasos para decir aquello que alteraría los nervios de la joven. — Por cierto, si tanto deseas estar en mi habitación solo dilo, tal vez la próxima vez te deje hacerme compañía en la cama, y no será para dormir. Alice sintió su fin, después de haberlo visto desnudo creyó que no dormiría en toda la noche, pero ahora tras haberlo escuchado estaba segura que no dormiría en mínimo una semana. Sabiendo que eso la perturbaría durante todo el resto de la noche,Leonardo se fue conteniendo una sonrisa, una broma no estaba mal después de todo. Unos minutos después, estaba en camino al trabajo. Las calles vacías le permitían llegar en menor tiempo a lo que normalmente le tomaba cuarenta minutos en llegar, ahora solo lo hacía en quince. Una vez acomodado en su oficina, caminó a los cajones donde tenía guardado los expedientes. Santino, ese nombre lo había escuchado de algún lado, y estaba seguro que no era por nada bueno ¡Maldita sea! Si tan solo tuviera el apellido, sería más fácil dar con él. Nadie se detenía frente a una casa solo para contemplar lo bonita que era, sobre todo viniendo de un tipo que a leguas se notaba que el dinero le sobraba, entonces, tuvo una idea. — ¡Aurelio! —llamó a su compañero y amigo. — ¡Sí! — Quiero que averigües todo sobre un tal Santino, dice ser empresario, estoy seguro que no se te hará difícil. — ¿Santino? Pero no tienes más información ¿sabes la cantidad de personas que hay con ese nombre? — Lo sé, pero estoy seguro que tú lo encontrarás, eres capaz de hallar a alguien hasta debajo de una roca. El policía de cabellera rubia resopló, no tenía alternativa, después de todo era su amigo—. Bien lo haré, pero al menos dime el motivo ¿Acaso está involucrado en algún crimen? — Mientras lo averigües, más pronto lo sabré, hay algo en ese tipo que no me inspira confianza. — ¿Por qué lo dices? — Aún no puedo argumentar nada, solo son sospechas ¡Por eso necesito que hagas lo que te digo!—alzó la voz dando un golpe al escritorio. — Está bien, lo haré, conozco tu desagradable carácter y prefiero evitarlo —estaba cerca a irse cuando recordó los documentos en su mano —. Ah, cierto, te traigo el resultado de los análisis a las manchas de sangre encontradas en casa del señor Guido, te sorprenderá saber el resultado. Mostrando una cara totalmente seria arrancó el documento de las manos de Aurelio, dio una rápida mirada concentrándose en la información detallada. — Son de tipo O+ —murmuró con desconcierto. — Exacto, y es más extraño porque después de la necropsia y los datos tomados de… —carraspeo la garganta antes de continuar—, del señor Guido, esta sangre no le corresponde, son tipos totalmente distintos. — Entonces, eso quiere decir que el criminal ya estaba lastimado antes del ataque. — Es probable, pero hay una cosa más. — No juegues ahora, dime todo lo que sepas. — No estoy jugando, es que… tal vez me estoy apresurado en sacar conclusiones y terminé manchando a alguien más de lo que está. — ¿De qué hablas? ¿Puedes ser más claro, Aurelio? — Bien, es que las muestras son del mismo tipo que… — ¡¿De quién?! —exigió saber. — De la joven Alice Ferri. — ¿Qué? —reaccionó con sorpresa, mientras la mandíbula se le tensaba y las pupilas se le contraían—. ¿Qué estás insinuando? ¿Qué es ella la…? — No, eso es imposible, puesto que tenemos las cámaras y claramente no es ella, sería una total irresponsabilidad asumir eso, además solo es un tipo de sangre, existe la posibilidad de que otros tengan él mismo grupo sanguíneo. La señorita Alice es inocente y puedo asegurarlo. —¿ Serías capaz de arriesgar tus brazos por una mujer a la que no conoces? — Leonardo, no pongas palabras en mi boca que no he dicho. — Aurelio… a diferencia de los demás aquí, tú eres muy voluble a dejarte llevar por los sentimientos, eres capaz de creer que alguien es inocente solo por el hecho de derramar unas cuantas lágrimas. — No, eso no es cierto, solo uso la lógica. — Pues ten cuidado, esa lógica algún día podría jugarte en contra. «No está bien mezclar los sentimientos con algo tan serio como esto». — Lo tendré, mas tú deberías cuidar lo que dices, eres un hombre muy testarudo y frío, yo puedo aceptarlo, porque soy tu mejor amigo, pero llegará el momento en que tendrás que dejar esa apariencia dura. — No hables de mí como si usará un disfraz, simplemente pienso que los hombres que se dejan llevar por algo tan banal como la compasión o amor son patéticos, un verdadero obstáculo para seguir. — Ya veo que será imposible hacerte cambiar de opinión, bueno he cumplido con traerte esos documentos y sobre lo que me pediste, no te preocupes que buscaré toda la información de ese hombre. Cerrando la puerta de un golpe seco, Aurelio dejó a Leonardo en silencio. — Apariencia dura —murmuró pensando por unos segundos con seriedad en las palabras dichas por su amigo, sin embargo, sacudió la cabeza y chasqueó los labios. Nada de lo que dijera funcionaria, ya había sido testigo de lo que esos sentimientos ocasionaban en un hombre herido y no estaba dispuesto a enfrentar lo mismo, una bala en el pecho resultaría menos perjudicial —. Jamás me rendiré ante tal bajezas. … Había amanecido con un cielo algo nublado. Alice vio los dos únicos cambios de ropa que tenía y pensó que si se quedaría a vivir ahí no podía depender de la caridad de Leonardo y menos después de lo que vio—. Lo ayudaré a encontrar a ese sujeto hasta limpiar mi nombre, pero debo hallar algún trabajo, el dinero que tengo no será eterno y se acabará conforme pasen los días, deberé traer la ropa que tengo en casa de la abuela, no me siento con ánimos de volver a pisar ese lugar cuando no esta ella, pero debo ser fuerte. Buscando su celular, observó la hora, ya pasaban de las 8 am. Tal vez demoraría en volver, pero ya no podía seguir ahí como una prisionera—. Solo saldré unos minutos, ni siquiera sabrá que me fui, pero qué pasa si al regresar él está aquí y me acusa de querer huir—la asaltó la duda, ¡Rayos! No tenía ni siquiera su número para avisarle—. ¡Ya lo sé! —salió de su habitación, buscó por toda la sala el objeto de sus pensamientos, hasta que por fin dio con el—. Si le dejo una nota, sabrá que no he huido, solo iré a traer mi ropa, dudo que se enoje, después de todo parece ser algo comprensible —dijo recordando el momento en que él le correspondió el abrazo y la consoló con palabras que sirvieron para apaciguar su tristeza—. Cuando lo conocí, fueron sus ojos los que me causaron impacto, su sola cercanía escarapelaba a mi cuerpo de miedo, mas sus palabras y el cambio en el brillo de esas pupilas lo transformaban en un hombre diferente, especial… —pronunció con la voz suave—. Pero qué estoy diciendo —avergonzada se llevó las manos a las mejillas sintiendo el calor en ellas—. Mejor doy prisa. Acomodó la nota sobre la mesa del comedor, y salió presurosa en busca de algún taxi. … Al fin tenía el auto de regreso, que bien se sentía manejar, ya estaba de camino a casa para pasar todo el día con su querida niña Mellea, la luz de su vida. Estaba aún preocupado por su amigo, pues aunque él pretendiera ser el tipo que no le afectaba nada era tan vulnerable como cualquiera, y la razón era simplemente, porque ni él mismo era capaz de reconocer sus miedos, metido en sus pensamientos no vio la mujer que caminaba frente a él y hubiera estado a punto de arrollarla de no ser porque giró a un lado evitando lastimarla. Preocupado salió corriendo a auxiliar a la persona que casi atropellaba, al parecer era una mujer que presa del miedo se había agachado abrazándose a sus rodillas —. Oye ¿estás bien? —se acercó tocándole los hombros. Repentinamente ella levantó el rostro, reconociendo de inmediato al hombre, al igual que él. — Señorita Alice… Esos ojos café eran inconfundibles, el cabello castaño y labios rosas, ella seguía pegada en su memoria. — Usted… usted es… — Oh Dios, estás temblando, lamento eso, venga tengo un poco de alcohol dentro de mi auto. Casi sin poder hablar, Alice dejó que la llevará al vehículo, estaba tan aterrada que ni siquiera podía pensar con claridad. Luego de unos minutos donde recobró la tranquilidad después de casi haber visto la muerte frente a sus ojos, Alice habló: Nunca creí que un policía pudiera manejar distraído. Conservaba su sentido del humor, eso era bueno. Él soltó una sonrisa sincera acompañada de una disculpa—. Perdóneme señorita Alice, de verdad no la vi, estaba pensando en otra cosas y… pero eso no justifica mi mal acto, le ruego que me disculpe. — Oiga, no seas tan formal, simplemente llámame Alice, tú me ayudaste en aquella celda y estaré eternamente agradecida con… Perdona no sé tu nombre. — Soy Aurelio Serra, y no tienes nada que agradecerme, después de lo que casi te hago hoy… lo que menos deberías hacer es agradecerme. — Se que no lo hizo con mala intención, alguien que se dedica a cuidar de los demás no podría hacer lo contrario.
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