Juguetes para Compartir

1215 Words
Tanto Thianya como Renata estaban empezando a tardarse, o eso estaban creyendo Diego y Lexter luego que fueron enviados a solas a las habitaciones que cada uno ellos había apartado para estar con su elegida. Justo estaba disponiéndose a salir Diego de la habitación cuando Thianya llegó con lo que parecía ser una maleta, cuyo contenido parecía ligero. — Llegas tarde y encima vienes con una valija, Thianya. Yo sólo quiero pasar un buen rato contigo, no llevarte más allá de estas cuatro paredes. — Enfatizó el hombre en un tono que se notaba estaba molesto por haber esperado. — No vamos a ninguna parte tú y yo, hombre lobo, sólo traje unos complementos que nos podrían ayudar para nuestra velada, y no me importa que no te gusten, yo mando esta noche, recuérdalo. Diego no sabía si reír o llorar ante la actitud de su amiga con derecho de esa noche, pero sin decir una sola palabra abrió la maleta frente a él, que para su sorpresa no estaba tan ligerea como pensaba; estaba cargada de unos utensilios poco convencionales para usarlos en pareja, algo que le causó gracia nerviosa al hombre en cuestión. En cuanto Renata entró a la habitación con maleta sobre ruedas, Lexter intentó rebasarla para salir de la misma, pero ella le sujetó la muñeca izquierda con unas esposas. — Me dejaste esperando, y ahora quieres retenerme a la fuerza, mujer. ¡Estás loca! — Sí, lo sé, estoy loca, pero estaba buscando algo que creí que te gustaría compartir conmigo. Aunque estás en pleno derecho de irte, sólo déjame buscar la llave para liberarte. Como aquella chica estaba enlazada con las esposas en su muñeca derecha, arrastró consigo al macho que la acompañaba, de forma que cuando él tuvo equilibrio la haló hacia su cuerpo, estrellándose contra el pecho de éste. Thianya estaba bastante divertida viendo cada expresión facial que ponía su acompañante cada vez que tomaba un juguete en sus manos para verificar los que a su juicio eran los menos peligrosos para su bienestar personal, ya que se valía de la cara que ponía aquella mujer para evitar que fuera lastimado. Diego estuvo estudiando la manera de Thianya mirar cada cosa que él tomaba, lo que lo llevó a elegir juguetes un tanto ligeros. — Eres muy aburrido, Diego… Esos juguetes que elegiste son muy suaves, no te harán nada, y quería oírte gemir, aunque sea un poquito… — Se acercó al oído derecho de él para susurrarle lo último que le dijo, toqueteando su entrepierna, mientras él se estremecía al sentirla. — N-no soy un hombre muy asiduo a los fetichismos, Thi-Thia-nya… Lo kinky es una forma un p-poco violenta para mi gusto. — Tartamudeaba aquel hombre al imaginarse lo que podría venir a continuación mientras que al mismo tiempo la aludida estaba tratando de relajarlo con cada roce que le practicaba. Tal y como había quedado cada pareja, las chicas fueron las que comandaron durante la expedición íntima, una en la que las que ellas disfrutaron enseñarles algo nuevo a esos dos hombres, ya que ninguno había vivido la experiencia de usar juguetes eróticos, puesto que para ellos era una pérdida dejarse estimular con eso, además creían que era suficiente consigo mismo para llevar a una hembra a las nubes, lo cual no era mentira, pero no estaba mal agregar un ingrediente extra. No obstante, aquellas mujeres le enseñaron otras facetas, y ellos se dejaron llevar. Lexter fue muy receptivo desde el principio, ya que al verse esposado, tuvo que lidiar con una Renata que estaba rebelde a escucharlo, sólo quería experimentar cada cosa con él, siendo que él tuvo que domarla por momentos. Aunque en el caso de Diego, a Thianya le tocó manejarse de manera sutil con él, ya que estaba realmente nervioso, pero ella empezó a persuadirlo y hacerle creer que él podría tomar el control, de manera que cuando él ya se hubo relajado, hubo cambio de roles, y a traición, por parte de ella. Habían empezado a eso de las siete treinta de la noche ambas parejas, ya que las chicas arribaron a las alcobas a esa hora más o menos. Se atrevieron a comer algo después de un poco de jugueteo, obviamente pidieron servicio a la habitación. Una de las duelas se dio un paseo por el cuarto de baño, mientras que la otra tuvo un ejercicio de calentamiento, luego fueron a la ducha. No obstante, después de ambos rituales, pasaron a las preliminares, y luego a las olimpiadas íntimas. Las chicas habían experimentado tanto con sus dos aprendices en la introducción a las actividades kinky, que ellas mismas pidieron que no se usara más ningún artilugio, y pasaron a las prácticas cuerpo a cuerpo, lo que tanto el que acompañaba a Thianya como a Renata se aprovecharon del cansancio que ellas exhibían. — Por favor… Diego… Dame tregua… Ya no puedo más… Necesito descanso… — Rogaba Thianya. — ¡Como ordene, mi ama! — Se regodeaba Diego triunfante al saber a la hembra que lo acompañaba vencida. En la otra habitación, Renata estaba exhausta, aun no podía abandonar la cama donde yacía después de una tanda de varios asaltos, por lo que fue Lexter el que decidió darle tregua. — No te creas… Lexter… Déjame descansar un poco, porque aún la noche es joven. — Reni… Si me estas pidiendo descanso, créeme que será peor para ti, porque puedo venir más cargado que en la primera vuelta, flaca. Renata abrió sus ojos en toda su extensión, pero estaba dispuesta a correr el riesgo. Thianya descansó lo suficiente como para reponerse del trato recibido por parte de su acompañante, pero cuando volvió a la faena, hizo todo lo posible para vencerlo esta vez, que por poco y no lo conseguía, por lo que luchó para mantenerse en vigor más de lo que ella pudiera, hasta que cayeron juntos sobre el sofá donde terminaron esa tanda de sus ejercicios profundos. De un momento a otro, Diego abrió su boca, y sin pensarlo, decidió hacer una indagatoria con tal de saciar su curiosidad. — Thianya, parece tu compañero de vida no te satisface en la cama. — ¿A qué se refiere, abogado? — Tu reacción de esta mañana es la de una hembra cuyo macho le está poniendo los cuernos con alguien más. — No sé de dónde sacar tales conclusiones, Diego. — Miró Thianya al aludido con mala cara y haciendo sonidos con la boca. — Tienes el cuello marcado del lado izquierdo. A Thianya le dio tremenda vergüenza que aquel hombre se diera cuenta de su condición, algo que ella catalogaba como una maldición. — Lamentablemente, Diego, no tengo ni la más mínima idea de cómo es ese tal “compañero de vida”. El muy pendejo apagó las luces y nunca me dejó ver su rostro. La explicación de Thianya le causó una risa descontrolada a Diego. — ¡Qu-qué cobarde! Eso se merece que se siga revolcando del dolor por culpa tuya. Pero espero que estés consciente que él te hará lo mismo, muñeca. Aunque eso es algo que poco me importa ahora. Diego se fue acercando a Thianya, tomándola abruptamente de la cintura y empezó a arremeter contra ella, y ella comenzó a disfrutarlo.
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