Los dos hombres que estuvieron conversando en la vía antes de cruzar el semáforo, lo cual a Thianya y a Renata las llenó de vergüenza, tanto que querían que se las tragara la tierra.
— Disculpe, señor oficial… Las damas, ¿Por qué las detuvo? — Preguntó uno de los jóvenes que estuvieron retando a las chicas.
— Excedieron la velocidad justo al cruzar el semáforo, señor. — Explico el oficial.
— Déjeselo pasar esta vez, ellas estaban conversando con nosotros, quizás por eso se entretuvieron y aceleró la conductora más de lo apropiado.
— No debería hacerlo… Piense un poco, joven, ¿Qué hubiera sido si la conductora en vez de acelerar, hubiera chocado otro auto? ¿O qué tal que se hubieran desviado de su trayecto y caído a la acera? No puedo aceptar esa conducta, mi estimado. Si así lo hago, termino siendo yo el amonestado.
— Tiene toda la razón en llamarle la atención a las chicas. Fue muy imprudente la actitud de la conductora, pero por favor, déjele pasar esta, en una próxima ocasión, póngale todo el peso de la ley.
— Les voy a poner una amonestación, para que se vea que les llamé la atención, así no tendré yo problemas, pero lo haré sólo por ustedes.
Las palabras que había pronunciado el oficial de tránsito lo había hecho a razón de que había recibido una tarjeta de presentación de cada joven, en el cual decía las empresas que trabajaban y sus cargos.
Por supuesto, ninguna de las chicas escuchó la conversación que aquellos dos habían sostenido con aquel otro hombre, por lo que ellas estaban nerviosas tratando de adivinar lo que fuera que según ellas ellos estuvieran diciendo.
— Parece que no quiere transigir en el castigo, Renata… Mi papá me mata y me castigará una semana mínimo sin salir de la casa. Tendré que escaparme como la última vez que nos tuvimos que enfermarte.
— ¡Je! Recuerda que esa vez papá nos pilló mintiendo y por eso nos volvieron a castigar dejándonos otra semana sin salir. Aunque ahora es diferente, somos mujeres adultas, cuando eso éramos dos mocosas que dependíamos totalmente de nuestros padres. — Reiteró la señorita Pierce.
— Cierto… Pero eso no quita que tenga miedo a que me pongan una contravención por estar de pie caliente en la calle, amiga.
Ambas mujeres seguían elucubrando ideas cuando ya los tres hombres iban hacia ellas.
— Mire, señorita: Le pondré una amonestación, no una contravención, sólo para que se sepa que le puse un llamado de atención, ya que está limpia, hasta ahora. Si vuelve a cometer el error que hizo esta vez, me veré en la obligación de contravenirla oficialmente. ¿Me entendió? — Impuso el oficial de tránsito.
— ¡Está bien, señor oficial! Esta acción no se volverá a repetir. — Prometió Thianya de los dientes para afuera, recibiendo su amonestación.
Los dos jóvenes estaban burlándose de la expresión de aquella mujer puesto que sabían que ella no era capaz de cumplir con su palabra; se le veía en la cara que era una niña mimada, o al menos eso ellos pensaban.
Sin embargo, tal y como las chicas habían prometido, debían pasar sus números telefónicos para luego ellos contactarlas.
— No somos dadas a salir con ningún hombre de aquí de Carcomel ni aquí tampoco. Preferimos ser más de salir en las afueras de esta ciudad, para guardar apariencias, ustedes comprenden. — Tomó Renata la voz cantante.
— Deben ser ustedes damas muy importantes que quieren cubrir sus rastros, niñas. Aunque podría asegurar que ustedes son de las que dejan sus esencias esparcidas por donde caminan, podría apostarlo. — Aseguró el conductor del deportivo rojo.
— Pero si quieren enseñarnos cómo hacer para cubrir nuestras esencias después de alguna fechoría, somos todas oídos. Somos buenas alumnas, sobre todo si encontramos buenos maestros, ustedes saben… — Esta vez Thianya tomó la palabra coqueteando con el otro chico, alzando sus cejas de manera descarada para alertar al macho.
Sin más que decirse, los pares de amigos salieron cada quien por su lado para irse a sus respectivos destinos. Ambas mujeres habían olvidado por completo la reunión desagradable que tuvieron a la hora del almuerzo ese día.
El teléfono de Thianya comenzó a timbrar, cuando ella miró a Renata con una cara de asombro. Pensaba que era el copiloto desconocido que la estaba llamando, aunque lamentaba que estuviera manejando.
— Tómalo, Reni… Aunque ese idiota debe saber que estoy al volante y debo portarme bien, él mismo fue testigo de mi mala acción de la tarde. — Instaba Thianya a su amiga sonriendo malévola, no obstante sus facciones luego cambiaron al ver el rostro de su amiga.
Renata mostró un mohín bastante sugerente y desagradable para el gusto de su amiga.
— ¿Quién rayos era, Reni, que encima dejaste que la llamara se cayera?
— Era el pendejo con el que te reuniste en el restaurante.
— ¿El pesado del tal Josh Porter?
— ¡Ese mismo!
— Sea lo que sea que quiera hablar, con nosotras, — Señaló Thianya hacia Renata y hasta ella misma, — Que haga una nueva cita. — Impuso la dama.
Una vez más había sonado el teléfono de Thianya, la que le hizo señas frenéticamente a su amiga para que conectara la llamada, la cual lo hizo sin pensarlo dos veces, ya que el número que estaba marcado no tenía identificación.
— ¡Hooooola! — Contestó de una manera infantil la conductora del auto.
— ¡Buenas tardes, señorita Sparks! ¿Así trata usted a todas las personas que la llaman para tratar temas profesionales con usted? — Preguntó la voz de un hombre que sonaba en alta voz.
Thianya carraspeó para aclarar su garganta, luego contestó la pregunta.
— ¡Disculpe, caballero! Lo confundí con alguien más. ¿Quién es y qué quiere? — Se refirió Thianya al hombre que invadió su teléfono con su llamada.
— Soy el señor Strong, el mismo que le envió el contrato con el señor Josh Porter, el mismo que usted rechazó. — Dijo aquella voz dejando a las dos damas boquiabiertas.
— No es un placer escuchar su voz, señor Strong, sobre todo porque me pareció abusivo de su parte el meterse en mi vida privada con el pretexto que era por trabajo.
— No lo hice para meterme con su vida privada, me voy a dar el lujo de hacerlo, empezando por el hecho de que usted no tiene ningún derecho a salir con el tipo del auto rojo de tipo deportivo, porque aunque no hayamos firmado contrato todavía, a mí me da la gana de que no salga con él.
Thianya buscó desesperadamente donde estacionarse. Las ganas de reírse eran tan grandes que si lo hacía mientras manejaba, se estrellaría en cualquier sitio, y era mejor evitar algún accidente lamentable.
Renata colgó la llamada y comenzó a reírse junto con Thianya. Sin embargo, las chicas se empezaron a preguntar algo que luego de varios minutos de risotadas estridentes: ¿Cómo fue que aquel tal señor Strong se enteró que ella estaba hablando con nadie de ningún auto rojo deportivo?