Acosadores

1234 Words
Después de analizarlo un poco, Renata cerró la llamada y bloqueó aquel contacto, no creía que era alguien con el cual entablar ni siquiera una relación laboral, ya que sin el permiso de un posible socio se tomaba atribuciones de perseguir e imponer reglas en un contrato de índole personal. Tanto Thianya como Renata a un apartamento que ambas querían rentar en un lugar apartado del centro de la ciudad de Carcomel, uno bastante lujoso y que ambas iban a costear con su esfuerzo, en absoluto silencio, pues estaban tratando de procesar eso de que había alguien que estaba queriendo intimidarlas más que quererlas contratar para un trabajo serio. Nuevamente el teléfono de Thianya sonó, y aunque Renata no quería que su amiga tomara la llamada, igual ella lo hizo. — ¡Aló! ¡Realmente no me interesa hablar con alguien tan pedante y enfermo como usted, señor Strong! — Vociferó la dama casi al punto del gruñido cuando escuchó la voz que estaba tratando de apaciguarla. — Mujer, disculpa, pero no me llamo Strong, mi apellido es Masters. ¿Ya se te olvidó? — Se escuchaba a Jake burlándose de Thianya. — ¡Imbécil! Tu número de teléfono no lo tengo registrado, así que creí que era un pendejo que quiere meterse en mi vida, no sé con permiso de quién. — Rezongó la dama. — Deberías sentirte alagada… A ti te encanta que te persigan, ¿No? Entonces ese es el hombre perfecto para ti. — Seguía Jake en las mismas que en un principio. — ¿Para qué llamas, idiota? Tengo cosas qué hacer. — Cierto… Te estoy llamando para corroborar unos datos. ¿Es verdad que Hams está por edificar un hotel allá en tu ciudad, Sparks? — Preguntó Jake habiendo cambiado de ánimo. — ¡Corrección, Masters! Él está trabajando en la edificación de un nuevo complejo hotelero, uno muy lujoso, por cierto. — Alardeaba Thianya. — Al parecer te gusta lo que él está haciendo por allá. — ¡Por supuesto que sí! Soy parte de su proyecto y no voy a tirar por tierra el trabajo de quien me está pagando, ¿Lo harías tú? — ¿Acaso van a tener meretrices allí que ya están propagandeando el hotel a ese nivel, Sparks? De buenas a primeras Thianya cerró la llamada al oír las irrespetuosas referencias que había dado Jake sobre ella. Una cosa era su vida privada, otra muy diferente era la de burlarse de ella o llamarle ramera, eso ella no iba a permitírselo a él ni a nadie. Thianya apagó su teléfono ya que estaba más que bueno de que le estuvieran acosando hombres pretenciosos e irrespetuosos, y Renata estaba recorriendo el apartamento sin ella en lo que llegaba la corredora de residencias que las había citado allí. — ¿Entonces esta es la que van a rentar, muchachas? — Preguntó la corredora inmobiliaria. — ¡Obvio que sí! — Contestaron las amigas al unísono. — Pues, es hora de revisar y firmar el contrato. Las estaré contactando en dos días para que nos reunamos y pautemos los términos de nuestro cierre, chicas. ¡Un placer! — Se despidió la corredora inmobiliaria de las amigas. Thianya y Renata estaban tan emocionadas, que por un momento Sparks había olvidado que tenía el teléfono apagado. Decidió encenderlo rápidamente pues estaba esperando una llamada pendiente de Clide, y hasta pudo haberla llamado el chico copiloto del auto deportivo, aunque lo descaró, ya que Pierce nunca dijo nada de haber recibido siquiera un mensaje del conductor de dicho vehículo. — ¡No me joda nadie, carajo! — Remilgó Thianya al ver las llamadas perdidas en su teléfono, sin contar los mensajes de texto. — ¿Qué pasa, Thia? Pareciera que te hackearon el teléfono. — Podría asegurar que es algo tan grave como eso, Reni. Mira por tus propios ojos el asedio que me tienen el tal Josh Porter y el necio de Jake Masters, que no sólo llama para j***r, sino que también se dio el lujo de llamarme ramera, amiga. — Me imagino que lo mandaste a freír tusa con grasa de mime (mosca frutera), porque eres capaz de no bloquearlo y encima volver a hablarle, cuando caramente no siente ni el más mínimo de respeto por ti, Thianya. — Carajo, Renata… Me acabas de ofender, pero no dejas de tener razón. — Para eso somos las amigas, querida. ¡Cuando quieres! Aquellas mujeres estaban hablando, la de tez más clara sosteniendo su teléfono a punto de borrar mensajes y bloquear números indeseados cuando una llamada entró y ella por error la aceptó. — ¡THIANYA! ¡No cierres, por favor! De verdad no quise ofenderte cuando hice aquel chiste. — Se disculpaba Jake. — Si a eso lo llamas chiste, amigo, permíteme decirte que tienes un sentido del humor indeseable. — Tienes razón. Es que no sé qué podrías hacer al lado de Hams para que puedas estar apoyándolo en su negocio. — Pues, entérate perro de bajo pedigrí, que soy decoradora de interiores y paisajista, por eso estoy trabajando con él. Por cierto, no quiero seguir hablando contigo. — ¡Tú eres la persona perfecta para lo que quiero, Thianya! — vociferó Jake con entusiasmo, tanto que Renata lo escuchó, sobre todo porque su amiga tuvo que alejarse el teléfono del oído. — ¡No quiero trabajar contigo, papanatas! Así que busca a otra persona que te ayude con lo que sea que quieras inventar. No quiero volver a verte… — Dijo la señorita Sparks, colgando la llamada en el acto. Nuevamente el teléfono de Thianya volvió a timbrar, pero esta vez era otro número desconocido, uno que ella no pretendía tomar, por lo que dejó que aquella llamada quedara en el olvido. — Estás muy solicitada hoy. — Dijo Renata con una sonrisa y una mueca las cuales no emulaban ninguna alegría. — Un día como hoy lamento haberle dado el día libre a Esteban y a Orestes. ¡Los necesito tanto, Reni! — Yo también los extraño, Thia, pero ellos igualmente deben tener una vida personal. No toda su existencia debe girar en torno a ti. — Tienes razón. Aquellas chicas conversaban cuando esta vez el teléfono de Renata fue el que sonó. Ella lo tomó sin mirar el número; estaba tan emocionada por recibir la llamada del piloto del auto deportivo rojo de más temprano aquella tarde que no reparó en cerciorarse del remitente ante todo. — Disculpe, señorita Pierce, le habla el señor Porter… ¿Podría hablar con la señorita Sparks? A Renata le subieron los colores al rostro, pero fue más de rabia que de vergüenza. No podía creer que aquel hombre que la humilló en el restaurante a la hora del almuerzo ese día tuviera el descaro de volver a contactar a su amiga, y encima que lo hiciera a través de su número personal. — En primer lugar, señor Porter, este es mi numero personal, uno que usted no debe tener ni marcar en lo adelante. Segundo, la señorita Sparks le pidió que cuando quiera hablar con ella, debe hacerlo con las dos. Tercero, no aceptamos ese absurdo contrato de su querido jefe, el señor Strong. — Terminó de expresar sus ideas la señorita Pierce sin dejar que aquel hombre dijera el por qué la estaba llamando a ella en vez de a la señorita Sparks.
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