Esa fue la primera tormenta fuerte en casi dos meses en Santa Mónica. La brisa era tan fuerte, que por un instante creí que el mar se desbordaría. Las olas se escuchaban impactando la orilla con fuerza. El agua se desbordó bajo las sombrillas, sobrepasando el carril de las bicicletas. Bajo la tormenta, guardé la mía en la parte trasera del apartamento. Tardé diez segundos, pero fueron suficientes para empaparme. Me metí a la ducha inmediatamente, sin embargo los estornudos continuaron, seguidos de un espantoso escalofrío que recorrió todo mi cuerpo. Sabía que la tormenta pasaría en un par de horas, así que busqué un antigripal en el botiquín. Preparé comida, me senté a comer y limpié la cocina. Intenté no desplomarme cuando el escalofrío aumentó. Tenía fiebre. Ingerí dos pastillas más, pe