—Sí. Mamá siempre tuvo miedo de que papá sintiera nostalgia de Inglaterra. Fue por eso por lo que decidió reunir en torno a él los mejores cerebros de París, a los que abrió su casa con entusiasmo.
El Duque había estado pensando con cuánto desprecio la familia Hurst y su propia familia habían juzgado la conducta vergonzosa de Lord John.
Ahora se dio cuenta de qué forma tan inteligente, una vez que estuvieron casados, se comportó su esposa.
Se había asegurado de que, aunque se hallaran exiliados de Inglaterra, en Francia su esposo fuera aceptado y apreciado.
No les llevó mucho tiempo volver a la casa en la Rué St. Honoré.
Cuando penetraron en el vestíbulo, Areta se volvió hacia la escalera y comentó:
—Espero que mañana me lleve con usted a las carreras.
—Saldremos de aquí a las once
