—¡Marina!, ¡escúchame!—le rogó él cuando la vio entrar en pánico— ¡Te quiero!, ¡maldita sea, te quiero!— le gritó nervioso temiendo perderla de nuevo. Ella lo miró con lágrimas en los ojos, en ese momento tres corazones dependían de ella, el de Raúl, el de Enrique y el suyo propio, si se equivocaba podría destrozar las vidas de todos. —Tengo que irme, necesito estar sola, llámame si Valentina me necesita.— dijo cogiendo la ropa y vistiéndose. Cogió las zapatillas y salió, descalza, queriendo sentir algo físicamente para que las preguntas en su cabeza no la volvieran loca, a mitad de camino a su casa le dolían los pies y se puso la zapatillas, se sentó en un banco cercano, mirando al suelo y decidida a encontrar la solución, no la halló, no en ese momento, cansada siguió hasta llegar a su
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