Enamorada del hombre equivocado.

1325 Words
Lorant amaba a su madre. Pero había algo de ella que él no soportaba. Lo tremendamente controladora que podía ser. Y que por más que le dejara claro cuánto odiaba que lo hiciera con él, ella, seguía haciéndolo. Así que, no se había percatado de que ella había visto todos los movimientos que hizo, hasta que, habiendo dejado todo aclarado, se volvió para regresar. _ ¿Pasó algo? _ Salió ella a su encuentro. _ Nada pasó. ¿Qué haces tú aquí? ¿Estás siguiéndome? _ Hace un gesto incrédulo, y sonríe burlándose de él mismo. _ No sé para que pregunto. Siempre es lo mismo contigo. _ ¿Tengo que preocuparme? _ le dice, sabiendo que lo que vio, no podía ser normal. _ Noo mamá. _ Responde él y continúa caminando, dirigiéndose al salón de fiestas. Eleanor insistente y presintiendo que algo no estaba bien, siguió preguntando. _ Y, ¿qué fue eso que vi allá afuera? _ Entonces se detiene y se vuelve para quedar frente a ella, mirándola desafiante y enojado. _ Lo que viste ahí afuera, ya te dije que es nada. _ Parecía calmado, pero era evidente que estaba molesto. _ Salí a tomar aire y… me puse a conversar con el guarda. ¿Hay algo de malo en ello? ¿Vas a controlar también con quién me relaciono ahora? Deja de seguirme y de querer arreglar mi vida a tu antojo Eleanor. ¿Cuántas veces más tengo que decírtelo para que al fin lo entiendas? _ No es eso lo que hago Lorant. Solo estoy preocupada. _ No tienes de qué preocuparte. _ Su voz vigorosa, podía escucharse calmada, pero seria y directa _ Es evidente que algo te pasa. Todos hablan de eso. _ continuó su madre obstinada. _ Y ya no estoy segura si es por el compromiso, o por esa chica que está con Norman, que no dejas de mirar desde que llegó. Él lame su labio y, lo muerde despacio remojándolo. Cierra sus ojos y los aprieta fuerte ante la impotencia. ¡Era su madre! ¡Que fácil sería mandarla al carajo si no fuera porque es quien es! Saldría sin dudas rápido de este escrutinio al que estaba siendo sometido y que él detestaba. Abre los ojos nuevamente. La mira. Ella sin dudas estaba amenazando con colmarlo hasta perder la paciencia. Sin embargo, era ella. Su madre. Su mirada, esa que pretendía ser dura, para su madre, aquella mirada, irrebatiblemente reflejaba tristeza, enojo e impotencia. _ Soy tu madre Lorant. _ Pone una de sus manos en su rostro, acariciándolo, consciente de que su hijo estaba, librando una batalla interna. _ Nadie te conoce mejor que yo. Y sé que hay algo que no está bien hace mucho tiempo contigo, aunque no me hayas dicho qué es. Yo solo quiero ayudarte. Y créeme que, en este mundo, nadie puede desearte lo mejor más que yo hijo mío. _ Lo mira con ternura y sonríe. _ No puedo creer que el destino sea tan cruel. Pero si es lo que estoy presintiendo, _ Hace una breve pausa y aparta sus manos, sin dejar de mirarlo. _ Olvídalo. Déjalo donde está. _ Desvía su mirada al salón. _ creo que ellos dos pasan perfectos. _ Y vuelve a mirarlo. _ y tú con Dana. Harán la pareja perfecta también. _ EL la mira ahora alarmado. Consciente de lo que significaban aquellas palabras. Y ese era precisamente el mayor de sus temores. Su madre. El rechazo de ella. _ ¿De qué hablas? _ Reacciona alarmado. _ Porque no sé de qué me estás hablando. _ Una breve pausa. _ Pero será mejor que no te hagas ideas que no son, y que te olvides de lo que viste ahí afuera. _ Apunta hacía el lugar donde estuvo antes con el guardia y luego al salón. _ Eso si deseas que todo ese espectáculo que has montado ahí dentro continue._ La reta con sus palabras,queriendo mostrarle que tiene el control._ Porque no creas que soy tan idiota como para no haberme dado cuenta de tus estrategias para que todo esto terminara de esta manera mamá. _ Su dedo apuntaba desafiante, directamente a su madre. _ Así que, deja ya de presionarme, y de estar presintiendo tantas cosas que no son, y vamos a terminar con esto ya, _ Sale caminando, dejándola a ella detrás. _ antes de que me arrepienta hoy mismo de toda esta… mierda. Lorant siempre había sido seguro de sí mismo. Confiado y centrado en lo que quería. Solo una vez en su vida había dejado de sentir esa seguridad que lo caracterizaba. Y fue precisamente, cuando se interesó por Camila. Había tenido dudas y hasta un poco de miedo, en cuanto a tener una relación abierta con ella. Miedo de ser censurado, juzgado por todos. No era que le importaba la opinión de otros. Se concideraba libre de esos prejuicios. Pero tenía sus motivos. Había una historia en su familia mal contada, o tal vez contada a medias, como solía pensar él, de cierta atracción por las personas de piel oscura. Había escuchado que su tatarabuelo, había desheredado y hasta repudiado a su única hija, porque ella se había enamorado de un africano, que conoció mientras hacían un safari, en unas vacaciones en el Congo, y que nunca más quiso saber de ella, porque había elegido vivir su amor. Se negó incluso a verla, cada vez que ella lo intentó. Su bisabuelo, quien fundó la agencia de seguros que pasó a ser patrimonio de la familia, había tenido dos hijos. Y el mayor de ellos, tuvo la misma historia. Fue desheredado porque en su primer viaje a América, conoció a la mujer de su vida, que era por supuesto, una morena oscura. Quedando su abuelo como heredero de todo. Y su padre, según le habían contado sus tías, antes de ser obligado a casarse con Eleanor, estaba perdidamente enamorado de una africana nacida en Inglaterra, mejor amiga de Eleanor, que estudiaba con ellos en la Universidad. Entre todas estas historias, el repudio de su madre específicamente a las mujeres negras, más la burla de sus compañeros, mantuvo siempre en secreto su relación con Camila. Trató con todas sus fuerzas, no continuar mirándola cuando volvieron a la fiesta, para solventar las sospechas. Mientras Camila, por más que se esforzaba por parecer calmada, estaba impaciente. Lo que realmente deseaba era huir. Desaparecer de ese lugar. Sabía que el mundo no era lo suficientemente grande como para desaparecer sin dejar rastro. Y mucho menos Europa. Pero, aunque sabía que este encuentro podía darse en cualquier momento, teniendo en cuenta el pequeño punto geográfico del mapamundi en el que se encontraban y, más aún, teniendo certeza de lo caprichoso que podía ser el destino, y que lo había dado por perdido después de tres años, nunca imaginó, un encuentro de esta manera. !El día de su compromiso!. Pensó ella. Cerró los ojos y pasó un trago para aliviar el ardor que estaba sintiendo en el estómago, y el escozor en los ojos, por la impotencia que sentía. Se preguntaba cómo había sido tan estúpida de venir sin siquiera preguntar detalles sobre el amigo que se comprometía. En su compromiso con aquella mujer, que una vez le dijo, era su mejor amiga.Se preguntaba si la había estado engañando con ella, todo ese tiempo que se estuvieron viendo. No entendía qué importancia tenía ahora eso. ¿Por qué le molestaba, si él nunca le prometió nada? Mintió para alcanzar su objetivo. Acostarse con ella. Siempre fue ella la idiota que se entregó y se entregaba cada vez, sin cuestionar y sin poner resistencia alguna cuando él la buscaba. Fue ella la idiota que se enamoró, de un hombre que tomó todo de ella siempre a escondidas. Que ni siquiera se volvía para mirarla cuando estaba con sus amigos. Sí, siempre ella. Enamorada, como su madre, del hombre equivocado.
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