La misma música.

1381 Words
Norman hace un gesto de asombro, arrugando los labios al ver que en aquella botella quedaba menos de un trago. Igual vertió el poco contenido que quedaba en ella y lo bebió. __ ¿Te has bebido toda esta botella solo? __ ¿Qué haces aquí...Norman? __ Supe que no habías regresado a Alemania. Y como no respondías mis llamadas, me preocupé pensando que había hecho algo mal. Que estabas disgustado conmigo tal vez. No lo sé, te... sentí un poco extraño desde que aparecí en tu fiesta de compromiso con mi novia. __ Explicó Norman sin dejar de mirarlo. __Pero luego sentí alivio al escuchar de Dana que no era un asunto personal. __ Continuó al ver que su amigo no decía nada. __ Así que vine como tu amigo que soy. ¿Porque somos amigos, verdad amigo? __ Le dice palmeando el hombro del otro. __ Y aquí estoy por si quieres hablar o, no lo sé. Por si puedo servirte te alguna manera. Sabes que soy bueno en eso. __ Estoy bien. Gracias. Ya puedes irte. __ Fue la respuesta tajante de Lorant. Norman suelta esa risa típica en él, alegre y contagiosa, pero su amigo lo miró serio. __ En serio. Quiero estar solo. __ ¡Wow! ¡Ok! __ Lo necesito. Solo un par de días. Diles a ellas que estoy bien. __ Norman vuelve a reírse a carcajadas, al saberse descubierto. __ ¿Cómo lo supiste? __ Lorant se pone de pie, y tambalea, no pudiendo sostenerse firme por el efecto del alcohol ingerido. Norman lo ayuda a sostenerse tomándolo del hombro. __ Creo que has bebido demasiado amigo. Vamos. __ Lo ayuda a incorporarse. __ Voy a llevarte a tu habitación. Camila había quedado sorprendida y confundida con la presencia de Lorant, esperando por ella como antes, recostado a su auto, soberbio e ingratamente guapo e imponente, en la calle frente a su trabajo, como si no hubiese pasado ya tanto tiempo. Hizo el camino de recorrido a casa tragando cada lágrima, cada sollozo para no llamar la atención de su hija, ni de los demás pasajeros en el autobús, sumida en los recuerdos de aquellos días, y sin prestar completa atención a lo que hablaba Melani. La experiencia de su primera vez haciendo el amor, fue maravillosa. Primero por el hombre con quien lo hizo. Nada más y nada menos que Lorant Lambert. Modelo famoso y arrebatadoramente guapo. Segundo, por como la hizo sentir, probándola sin escrúpulo alguno. Tomándolo todo de ella para satisfacer sus más oscuros deseos y entregando todo de él a la vez, para satisfacer los de ella. A pesar de que la había llevado a una vieja pensión a la orilla de una carretera, el típico lugar de descanso para los viajeros de pasada, y no a uno de esos despampanantes hoteles en los que solía ser visto y fotografiado con esas exuberantes mujeres, había sido para ella tan maravilloso, que llegó a lamentar haberle propuesto solo un día para amarse. Lo había hecho con la intención de tomar ventaja y no quedar como tonta delante de él, si resultaba que la estaba utilizando para una vez y luego, si te vi... Pero luego descartó sus ilusiones, segura de que era eso precisamente lo que estaba haciendo con ella. Una vez era inevitablemente suficiente para él. Se levantó sigilosamente para no despertar a Lorant, y salió de la habitación. El viejo señor de la recepción dormitaba plácidamente con la cabeza peligrosamente colgando hacia un lado. Ella pensó en dejarlo dormir tranquilo, pero temía que se descoyuntara si pasaba mucho tiempo en esa posición. Así que decidió que era mejor despertarlo. Además, necesitaba un taxi urgente. Llegó a su casa y entró sutilmente para no ser descubierta. Se tiró en la cama intentando dormir, sin éxito alguno. Cuando llegó a la escuela, tenía la mente clara y la fija idea de que prefería no encontrarse con Lorant. No sabía de qué se escondía, si sabía que él no la miraría de todas formas. Pero igual evitó tropezar con él y sus amigos. Hasta que, llegado el medio día, sintió hambre. Quiso devolverse cuando lo vio allí sentado en el pasillo con todos sus amigos y amigas, pero era tarde. Ya la habían visto. Siguió su camino desentendiéndose de todos allí, no sin antes haber visto la cara de susto y advertencia que puso él cuando la vio acercándose. Así comprobó que su teoría era correcta, y se alegró de su propuesta de un solo día, pero igual también se puso triste. Le hubiese gustado muchísimo estar a la altura de verlo venir hasta ella delante de todos y que la tomara de la mano. Estaba segura de que eso había sido todo. Que tendría que conformarse a seguir mirándolo de lejos y que no volvería a tocarlo nunca más. Hasta una semana después, que volvió a encontrarlo recostado al auto, esperando por ella. Abrió la puerta de la casa que compartía con su amigo Albert. Y el delicioso olor a la comida que estaba preparando este ni la ayudó a aligerar la pesadumbre que estaba sintiendo. __ ¡Hola, tío! __ La niña corre cariñosa a los brazos de Albert. __ ¡Hola mi princesa de tío! _Este la toma y la alza dándole seguidos besos. _ ¡Adivina qué está cocinando tío para la princesa! __ ¡Toltellini! __ Responde Melani feliz ante la noticia de su comida favorita. Pero su tío, ya tenía su atención, en su amiga, a la que miraba asombrado con el rostro totalmente arrugado. Ella fue directo al equipo de música, y pone un USB, en el que tenía cierta lista de reproducción. Albert baja a la niña, y le pide que fuera a su cuarto a dejar sus cosas y luego a lavar sus manos para comer, y se dirige preocupado a donde estaba su amiga. Hold back the river de James Bay comienza a sonar. __ ¿Está...todo bien? __ Ella se vuelve y es ahora cuando lo abraza, haciendo todo esfuerzo por no dejar que su hija notara que estaba llorando. __ Oye, hace muchísimo tiempo que ya no escuchabas esas canciones. __ La aparta para mirarla a los ojos. ¿Él...ha vuelto!?_ No hizo falta una respuesta. __ ¡Oh no! _ Lamentó este, y Recordó cómo fue que la conoció. Tenía para entonces un pequeño, pero acogedor bar cafetería, que nunca llegó a funcionar bien como él esperaba, con su anterior pareja. Él se ocupaba personalmente de administrar el bar, porque Gérard, su pareja, tenía un buen puesto de trabajo como jefe de departamento de una empresa. Realmente había accedido a poner el bar por complacer a Albert, pero nunca le tuvo fe a ese proyecto. Una tarde de esas de invierno, estaba como de costumbre en su bar y la ve entrar por primera vez. Se notaba toda atribulada y afligida. Saludó en un francés bastante malo y pidió un jugo de Lichi. Se sentó en una mesa cerca de una ventana, y se quedó así callada y mirando afuera por mucho tiempo, como mirando a su propia tristeza. Al siguiente día regresó. Y volvió a llamar la atención de Albert inmediatamente. Hizo lo mismo. Saludó, pidió el jugo, y se sentó en el mismo lugar. Al tercer día volvió. Pero cuando saludó con su francés enredado y pidió su jugo de Lichi, puso un billete de 10 euros y una USB encima de este, y lo empujó acercándolo a él __ ¿Podrías por favor poner esta música? Me encantaría escucharla. __ Suplicó con voz llorosa. __En casa no puedo. __ Dijo quedo, como si apenas tuviera fuerzas para hablar. Miró al rededor. _ No creo que a los que están les moleste. Después de todo no somos muchos. __ Albert alzó las cejas sin dejar de mirarla extrañado. Tomó el USB, el billete de diez euros y pestañeó varias veces, mientras decía que sí con un solo movimiento de cabeza. Aquello se convirtió en una rutina. Cada día, a la misma hora, un poco más un poco menos, llegaba ella. Saludaba, pedía el jugo y le entregaba los diez euros con la USB. Se sentaba en el mismo lugar, y escucha cada vez, la misma música.

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