Sara, con el corazón acelerado y con la mente casi en blanco, metió los dedos en la concha. Si Andrea le preguntaba qué estaba haciendo, podría decir que solo intentaba acelerar el proceso, porque de ese agujero seguía saliendo semen. Pero no hubo ningún reclamo, de hecho su vecina separó más las piernas, para facilitarle la tarea. Los dedos entraron y salieron repetidas veces, se movieron con presteza y luego de unos segundos ya tenían tal ritmo que cualquiera que viera la escena la tomaría como que Sara estaba masturbando a Andrea. Y prácticamente lo estaba haciendo. Incluso usó su pulgar para acariciar el clítoris. “Ok, ahora sí me estoy pasando”, pensó Sara. Se tranquilizó al ver que Andrea no emitía ni una sola queja. Siguió metiendo los dedos hasta que una frase la hizo volver a l