El chajá había estado espectacular, y a pesar de lo grandes que eran las porciones, se comió dos, solo por golosa. Después de comer tanto dulce, definitivamente no podría saltearse la rutina diaria de ejercicios. Por eso unas horas más tardes se preparó para ir a la plaza. Lista para salir a correr, Sara se dirigió hacia el ascensor, justo antes de que se cerrara la puerta de éste, vio a Amelia saliendo de su departamento. Sara detuvo la puerta y dejó a su vecina entrar. —Ay, gracias… cómo odio esperar el ascensor. —Sí, yo también —dijo Sara, mientras comenzaban el descenso—. ¿Cómo anda hoy Amelia? Ah, por cierto… ya probé el Chajá que me dijo. —¿Y qué te pareció? —Riquísimo. Me comí dos porciones, de lo bueno que estaba. Eso sí, es algo empalagoso, pero es de esperar que un postre co