Hasta podía imaginarla comentándole el asunto a Sandra. Casi podía escuchar los comentarios burlones de las dos: “Muy correcta y profesional; pero parece que le gusta meterse cosas por la concha”. Sara no tenía idea de cómo apaciguar estas voces que la atormentaban y el daño ya estaba hecho. No podía hacer nada para revertir la compra y para borrar su nombre de los clientes del s*x shop. Y casi como si fuera un merecido castigo, volvió a tener una sesión con ese gran dildo. Se puso de rodillas en su cama, con el pene plástico entre las piernas y completamente desnuda. Se pajeó un rato hasta que su concha comenzó a humedecerse, había comprado un pequeño pote de lubricante junto con el dildo; pero creyó que no lo necesitaría. La lubricación nunca había sido un problema para ella. Con la v*