Saqué unos tomates, apio y los metí en la batidora con un poco de agua, pimienta y sal. —Eso no me lo bebo yo, que ya no estoy tan mal.— me dijo con la cabeza en la mesa. —Si, ya te veo, estas como una rosa. —le dije riendo. —¿Y si me das tu biberón? Seguro que se me pasa —me dijo agarrando mi polla morcillona. —Bueno, pero si te aviso la sueltas— le dije dejándole sacármela. —¡Mmmh! me noto mejor y aun no la he probado. —me dijo metiéndosela en la boca. La empezó a chupar bastante torpe, pero con cariño, y enseguida le pillo en truco y reía notando como crecía en su boca. —¡Buuuf! Va a llegar al techo – dijo volviendo a metérsela en la boca. Mamaba y me pajeaba, se la sacaba y lamia, mirándome cachonda. —¿Tú crees que me cabra toda?— me pregunto curiosa. —¡Mmmmh! ¡jajaja! Ya te