Dejó al portero solo con la canilla y ella se metió en su cuarto. Una vez más la invadió esa extraña sensación de haber sido humillada frente a otra persona. Gabriel le había visto todas las tetas y ella no podía dejar de pensar en el video de Paulina y en que, quizás, si encontrara la llave del cajón de la cómoda, ella también podría hacer lo mismo. Se quitó la remera mojada y, en piloto automático, comenzó a buscar la pequeña llave por todos lados. Revolvió el cajoncito de la mesa de luz, el ropero, y se le ocurrió buscar debajo del colchón, entre los elásticos de la cama. Creía recordar que había puesto la llave ahí. Estaba de rodillas mirando debajo de su cama cuando una voz dijo: —Ya terminé con la canilla, quedó perfecta. No pierde más. Ah… Sara, y si sale a la calle con ese short