El culo de Sara se frunció al recordar la sensación que le produjo usar ese juguete por primera vez. Lo hizo en su cama, toda desnuda, con mucho lubricante anal y dijo: “Ya está, ya lo tengo… si me lo mandaron, lo voy a usar. El daño ya está hecho. No gano nada con no usarlo”. Consideró que ese juguetito haría más fácil la tarea de preparar su culo para el inmenso consolador de veinticinco centímetros. La primera parte entró fácil, fue como meter una falange de su propio dedo. Luego costó más, había partes anchas que requerían que ella empujara con fuerza y su culo sentía la intrusión. La primera parte ancha entró, la segunda costó un poco más y con la tercera se pasó unos buenos minutos luchando. Tuvo que sacar el juguete dos o tres veces para lubricarlo otra vez… y al final, con perseve