— Estamos locos. — dijo ella por el hecho de habernos dejado llevar por esa lujuria extrema. — La noche lo pedía. — apunté yo, sin hacer referencia a mi sobrina, pero sin duda ella había sido artífice de ese increíble momento. Al rato, cerramos la puerta del apartamento y buscando un taxi, regresamos a casa sin mediar palabra, pero de reojo veía a mi mujer pensativa, como si el morbo o el momento vivido junto a Sara y después conmigo, le hubieran llevado a un descontrol total, como acabó siendo. A la mañana siguiente, mientras desayunábamos le pregunté a Leidy qué tal había pasado la noche y como quien no quiere la cosa, volvimos a comentar la locura que hicimos en el apartamento de mi sobrina, pero también incidí en lo que ello había supuesto desde aquellos bailes sensu